Su historia y su obra

El Gobierno, por su parte, acudió en ayuda de los agricultores proporcionándoles
créditos a cinco años. El Ministerio de Agricultura estipuló con la Caja un convenio por el
que le encargaba la concesión/de esos créditos oficiales en las provincias de Valencia y
Murcia, y su distribución, para las zonas en que operaban, a las Cajas del Sureste,
Sagunto, Carlet y Torrente.
El año 1947 se distingue porque, además de la naranja, sufrieron cuantiosos daños
los arrozales, el trigo y las leguminosas (8). Por añadidura los precios fueron inferiores a
los de años anteriores, razón por la cual los créditos agrícolas justificaron una demanda
considerable (9).
En 1949, además de una pertinaz sequía con grave repercusión en la agricultura y en
la industria, además de la falta de materias primas y fertilizantes, consecuencia del
arbitrario bloqueo internacional impuesto a España, a fines de septiembre se produjo una
inundación que causó millones de pérdidas materiales en la provincia, amén del coste de
vidas humanas.-El desastre determino al Consejo de Administración de la Caja a arbitrar
remedios. Adquirió por su cuenta cuatro parcelas de terreno, por importe de un millón de
pesetas para construir viviendas para los damnificados.
Un cambio de signo se produjo en 1951. Lluvias abundantes y oportunas
proporcionaron magníficas cosechas y llenaron los pantanos para que la fuerza motriz
empujara la industria e hiciera posible el riego de los campos. Fábricas y talleres
trabajaron sin interrupción, con lo que la industria regional y aún la nacional recuperaron
muchas jornadas. La abundancia trajo por añadidura un reijuste de precios, que permitió
a las clases medias y modestas, eternos clientes de la Caja, aupar su maltrecha economía
(10).
Alternativas diversas, con declive hacia la precariedad y la insuficiencia, contradistinguen
los años siguientes, frente a una campaña naranjera aceptable en 1953, la
cosecha fue adversa en otros sectores, dice la Memoria anual (11).
Nuevas modificaciones en las bases de trabajo del personal, estragos en la naianja a
causa de los fríos intempestivos y crisis en la producción y mercado del arroz y otras
gramíneas hacen del año 1954 un año desigual y alarmante.
Las heladas en febrero, la sequía pertinaz y las descargas de pedrisco en el verano se
mancomunaron para castigar la región valenciana, (12) allí donde operaban las
Sucursales, en los años 1955 y 1956. Los sucesos tienen características de azote (13). El
campo llega a constituir una obsesión, que inyecta impaciencias a la región valenciana
(14) e incluso a la Confederación de Cajas de Ahorro Benéficas y al Servicio Nacional del
Crédito Agrícola.
El año 1957, que registra un alza en la economía nacional, que la venta de la naranja
y de los productos agrícolas de Valencia (15) eran codiciados y pagados a precios
excelentes y que auguraban un equilibrio y una solidez por la mano de obra que había
preparado los campos a niveles de producción estables, para Valencia y una parte de su
región, es el año en que una catarata de agua anega en pavor y ruina a sus habitantes y su
suelo. Sus proporciones y consecuencias, así como el esfuerzo desplegado por la Caja para
vencer sus efectos, merecen párrafo aparte.
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