Su historia y su obra

3.— LA RIADA DE 1957
4-
Los anales valencianos recuerdan con estremecimiento el feroz asalto de agua de
1897. Más benigno, si benignidad puede caber en los desastres, fue el de 1949.
El del 14 de octubre de 1957 superó a los dos por su formidable violencia y la extensión de
su anegación (16).
3.1.— LA NOCHE DEL 13 DE OCTUBRE
El alud vino de noche, como un alevoso ladrón, cuando Valencia y su región en la
tranquilidad de sus hogares apuraban las últimas horas del descanso dominical. La
Comandancia de Marina y los puestos estratégicos de la Guardia Civil vigilaban y de
trecho en trecho emitían avisos de prevención. Las emisoras intercalaban entre sus
programas advertencias invitando a la vigilancia. El cauce del río se va llenando y el nivel
crece. Se intensifican los avisos y se advierte a la población de la necesidad de estar en
guardia. Vigilantes nocturnos, guardias, agentes, marineros y grupos de voluntarios
recorren calles y plazas en son de alarma.
La noche creciente y cerrada ahoga los murmullos y las luces rojas y blancas de los
poblados. Hacia las cero horas del día 14 el caudal bravío invade la capital. A la
expectación confiada de horas antes sucede el pánico creciente. Comienza la diáspora de
personas que, al ver sus barrios amenazados, buscan lugares o edificios más altos. A la
una y media de la madrugada la inundación ha cubierto calles y plazas, parroquias,
centros oficiales y públicos, cuarteles, cines; construcciones sólidas y elevadas se van
poblando de gentes que lo han perdido todo menos la vida. Los tejados se habilitan para
habitaciones nocturnas, siempre que no corran el peligro de ser demolidos por la feroz
tromba de agua. El desborde es tan impetuoso que ha roto las barreras de puentes y
pasarelas y los materiales envueltos en sus aguas, troncos, enseres, bidones, animales,
ramaje no hacen sino acrecer su embestida.
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