Su historia y su obra

inician tres etapas que se enlazan entre sí hasta llegar a configurar la estructura interna
actual de la Caja.
En la primera etapa (1959-1966 se delimitan las líneas de la reestructuración. Por
un lado existe una línea “hacia dentro” que procede a una mecanización y racionalización
convencional de las operaciones internas. Otra línea “hacia fuera” abre una etapa de
expansión del número de oficinas. En el segundo período (1967-1971) prosigue la apertura
de nuevas oficinas y se prepara la instalación del teleproceso. En la última etapa
(1972-76), una vez se han introducido en el ordenador los ficheros de clientes y la
contabilidad de oficinas, se instala de forma integral el teleproceso. Este es un período de
especial atención en el servicio al cliente en el cual se llega a las doscientas quince oficinas,
se introduce la tarjeta de crédito “6000” y se integra el Sistema de Intercomunicación de
Cajas de Ahorros (SICA). Este sistema relaciona por teleproceso a todas las Cajas
Confederadas, permite situar.fondos y realizar cualquier otra operación en cualquier parte
del territorio nacional en un espacio de tiempo no superado por ninguna otra organización
con fines similares.
Pasando ahora a analizar la composición de los recursos privados de la Caja de
Ahorros y Monte de Piedad nos encontramos con un continuo crecimiento de saldos de
ahorro a una tasa siempre creciente, con el único bache de 1972, en el que el crecimiento
se frena para relanzarse posteriormente. En el gráfico 1 se ha optado por agregar las
variaciones en períodos de cuatro años, para evitar de esta forma las bruscas oscilaciones
coyunturales que presentan las series como consecuencia de la política monetaria de “stop
and go” llevada a cabo en España durante gran parte de los años sesenta.
Por partidas, el crecimiento más estable (ver gráfico 1) es la tradicional de “libretas
a la vista”, con tasas de crecimiento cuatrienales que van desde el 75,23% en 1960-57 al
128,18% en 1968-64. Sin embargo van perdiendo progresivamente peso dentro de la
composición del pasivo de la Caja. Quien ha ganado esta pérdida han sido las
imposiciones a plazo que pasan de ser el 18,31% de los recursos ajenos privados de la Caja
en 1960, a ser el 27, 10% en 1976. Ello se debe al fuerte desarrollo que el saldo a “plazo
fijo” experimentó a finales de los sesenta y principios de los setenta, como consecuencia de
la elevación del tipo de interés y nueva estructuración de esta clase de depósitos. No
obstante, en la actualidad su ritmo de crecimiento está empezando a disminuir.
Por su parte, las cuentas corrientes son las más erráticas, experimentando dos
fuertes alzas al principio y al final del período estudiado con una depresión entre ambas.
Su participación en el total de recursos ajenos desciende acusadamente desde un 18,31%
en 1960, con una leve recuperación en 1968 que la sitúa en 1976 en el 8,46%.
Respecto a las cuentas especiales de ahorro su participación es reducida. El ahorro
vinculado tiene tasas negativas de crecimiento al poco tiempo de su aparición. Ello se debe
a sus características que hacen del Ahorro Vivienda y del Ahorro Bursátil unas
modalidades poco atractivas (36). El Ahorro del Emigrante, en cambio, sí parece cobrar
una mayor importancia. En este último caso, la Caja venía desplegando, por su propia
iniciativa primero y de consumo con las restantes Cajas españolas después, una intensa
labor de acercamiento, información y facilidades para la constitución de depósitos y
obtención de préstamos.
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