Su historia y su obra

1.2.— LAS BODAS DE PLATA (1903)
Su celebración coincidió casi con la mayoría de edad del joven monarca Alfonso
XIII y desde luego con el inicio del crecimiento ininterrumpido que experimentó la
nación en el orden demográfico, agrícola e industrial, aunque se viera interrumpido en
el primer tercio del siglo, por la crisis de la monarquía parlamentaria y otras más
hondas en el aspecto social.
Se pudieron celebrar con serenidad, impregnada de optimismo. Frente a campañas
difamatorias de algún sector, aparecidas en la Prensa, el Consejo de Administración se
impuso el deber de examinar a fondo hasta qué punto el Establecimiento había sabido
responder a los fines que inspiraron su creación. Suprimió las solemnidades y
esplendor externo para adentrarse únicament en este tema.
Comprobó que en veinticinco años había conseguido que la Institución fuera
conocida; había conseguido desvanecer los recelos y prevenciones con que todavía eran
vistas las sociedades industriales y mercantiles y que el Monte de Piedad fuera
considerado como organismo destructor de los males ocasionados por la usura; había
conseguido introducir en las mentes de las personas cultas y bienintencionadas que la
esencia y modo de operar de la Caja distaban mucho de los practicados por otros
establecimientos mercantiles. Se había logrado conocer el ahorro y el lugar donde
practicarlo: fuera de las casas de préstamo. Estos resultados habían costado veinticinco
años de esfuerzo.
El Consejo y la Junta de Gobierno advirtieron que este trabajo estaba avalado por
47.410 libretas que representaban un capital de 81.447.414 pesetas, pertenecientes a
otros tantos perseverantes impositores que habían confiado a la Caja sus ahorros lejos de
arriesgadas especulaciones.
A esto hay que añadir las imposiciones a plazo fijo, los depósitos voluntarios y las
cuentas corrientes de valencianos de mejor posición, que alcanzaban el número de
16.168 y sumaban un total de 75.818.227 pesetas.
Paralelo favor experimentaron los servicios prestados por el Monte de Piedad. Los
anticipos sobre ropas habían alcanzado el número de 1.036.081 por un total de
41.224.376 pesetas. Los préstamos hipotecarios, de menor espectacularidad si se quiere,
llegaron a 1.710 por un valor en conjunto de 14.632.900 pesetas, y los préstamos sobre
valores, provenientes de los fondos sobrantes que los Estatutos permitían conceder,
consiguieron la cúspide de 14.016, por pesetas 126.060.780.
Por todo ello, una recapitulación de todas estas cantidades nos permitiría ver la
obra realizada en veinticinco años, extremo al que la Caja se contrajo para invalidar las
críticas promovidas por los que por ignorancia o mala intención confundían la entidad
benéfica con los explotadores de la usura.
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