Su historia y su obra

Desde el Monte de Piedad se explica así este aumento:
“La crisis económica que está atravesando la propiedad en esta región,
le obliga a recurrir alrédito para salvar los más apremiantes apuros” (38).
Y en este contexto es importante la toma de postura de la Institución buscando
ayudar al agricultor:
“La crisis por que está atravesando la riqueza territorial exige que se
ofrezcan a los propietarios las mayores facilidades para alcanzar empréstitos
sobre la sólida garantía de sus fincas” (39).
Esta sección se presenta llenando, dentro de lo posible, la falta de un Banco
hipotecario local. Y a la luz de la experiencia de los años de funcionamiento de este tipo de
préstamos ven que no es suficiente concederles préstamos, sino que también:
“Es necesario dar a los dueños de fincas facilidades para tomar y de
volver dinero en cuenta corriente; con lo cual obtienen las ventajas de movi
lizar, hasta cierto punto, el capital que las fincas representan y no pagar
interés sino de la parte de capital que necesitan utilizar en cada
momento” (40).
Y así como el comerciante e industrial encontraban estas facilidades en los Bancos
de emisión y descuento, no era igual para los propietarios de fincas. Y para llenar este
vacío el Consejo acordó el 4 de junio de 1886 el establecimiento de créditos en cuenta
corriente con garantía hipotecaria que se inauguraron en enero de 1887.
En 1888 se concedieron tres créditos hipotecarios por 115.000 pts. Pero la
disminución de los préstamos de este tipo es evidente a partir de estos años. En 1890 se
concedió solameñte uno; en 1891 tres; en 1895, doce; en 1896, siete y en 1897, cuatro. La
menor demanda que, en general, hay de este tipo de préstamos se explica:
“Por la forzada paralización de nuevas plantaciones y mejoras agrícolas,
en vista de los bajos precios y de la dificultad de venta de las principales
cosechas, cuyas circunstancias adversas, influyendo en la propiedad urbana,
han hecho suspender el gran movimiento de construcciones y reformas de
edificios que antes se venía efectuando: así es que terratenientes y propietarios
urbanos se abstienen de acudir al crédito para aquellas empresas, y sólo en
caso extremo y para urgencias de muy distinta índole buscan dinero con
garantía de sus fincas” (41).
Los préstamos sobre valores tuvieron por su parte gran acogida. En 1883 se
concedieron 159 y a finales de ese año quedaban 58 por 350.000 ptas., ofreciendo un
beneficio líquido de 10.000 ptas. En 1886 se concedieron 376 con casi cuatro millones de
pesetas, y al año siguiente 71 más con casi un millón de pesetas más.
Con estos préstamos no sólo se conseguía colocar inmediatamente los fondos
sobrantes sino también tener empleadas sumas de consideración reembolsables a corto
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