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Su historia y su obra

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atallones integrados por miembros de la burguesía, clase media y menestralía. Se trata<br />

de una fuerza claramente política, recibida con recelo por el ejército regular, gran parte de<br />

cuya oficialidad seguía siendo absolutista.<br />

Este último dato lleva a considerar algunas causas de la persistente agitación de los<br />

liberales, los cuales eran conscientes de la potencia social que guardaba el absolutismo y<br />

de la posibilidad de <strong>su</strong> restauración. El temor y la <strong>su</strong>spicacia se agudizaban con motivo de<br />

la mal velada hostilidad hacia el régimen de algunas autoridades —como el arzobispo<br />

Arias Tejeiro—. La tensión se centró en la cuestión del proceso de Elio, al que se había<br />

recluido en la Ciudadela para protegerlo de las iras populares, y en torno al cual se<br />

anudaron los forcejeos de la jurisdicción civil frente a la militar, del Ayuntamiento frente<br />

al Capitán General, y de los “moderados” frente a los “exaltados”. En noviembre de 1820,<br />

unas manifestaciones multitudinarias organizadas por la “sociedad patriótica” en la plaza<br />

de la Seo (o de la Constitución) obligaron a las autoridades a prometer un rápido juicio de<br />

Elio y del arzobispo, y la deposición de los magistrados y funcionarios considerados<br />

desafectos al régimen. Pero el ambiente se envenenó en los tiempos siguientes por el<br />

enfrentamiento entre la Milicia y los regimientos de artillería, sospechosos de simpatías<br />

absolutistas, culminando la tensión en los graves incidentes del 17 de marzo de 1822, en<br />

que los soldados hicieron fuego contra la multitud. Era verdad que la conspiración<br />

absolutista se fraguaba desde hacía tiempo, pero cuando los artilleros se decidieron al<br />

pronunciamiento, lo hicieron de modo precipitado e ineficaz. El 30 de mayo se apoderaron<br />

de la Ciudadela y pretendieron liberar a Elío, el cual se negó a participar en una empresa<br />

descabellada. En efecto, la Ciudadela fue dominada por la Milicia y las partidas de<br />

huertanos que manejaban los liberales, y el re<strong>su</strong>ltado de todo ello fue la imposición de los<br />

“exaltados” que, en revancha, activaron el proceso de Elío, condenado a muerte en un<br />

clima de apasionamiento, temor y coacciones. El antiguo Capitán General <strong>su</strong>frió la pena<br />

de garrote en los escombros del Palacio Real (desde entonces llamados las “muntanyetes<br />

d’Elío”), formando en un martirologio absolutista que, junto al nutrido que ya existía<br />

entre los liberales, ahondaba el odio ya difundido entre los valencianos.<br />

Mientras en la población urbana se manifestaban estas tormentosas divisiones, en el<br />

campo renacían los viejos problemas con el restablecimiento del régimen constitucional.<br />

Al re<strong>su</strong>citarse la legislación de Cádiz, el conjunto del problema señorial se volvió a<br />

plantear en las Cortes, donde los diputados valencianos —en particular, el ex regente<br />

Francisco Císcar y el “exaltado” Felipe Benicio Navarro— tornaron a las tesis de <strong>su</strong>s<br />

antecesores Lloret y Aparici, y defendieron el punto clave de que los títulos de propiedad<br />

de las tierras debían presentarlos los señores y no los pueblos. Lo más significativo fue que,<br />

sin esperar al re<strong>su</strong>ltado de los debates parlamentarios, los campesinos se negaran a pagar<br />

cualquier tipo de exacción. Lo mismo hicieron los huertanos de Valencia respecto a los<br />

“derechos de puertas”, provocando un motín (10 de marzo de 1820) que obligó a una<br />

<strong>su</strong>presión temporal de los mismos. Parece evidente que la presión fiscal re<strong>su</strong>ltaba ya<br />

insoportable para los labradores (41), dada la pobreza general, y en ésta se fundaba<br />

también la proliferación de la guerrilla realista en 1822 y 1823 (en las comarcas alicantinas<br />

del <strong>su</strong>r y en las tierras altas y pobres de Castellón). Las circunstancias unían en un mismo<br />

fenómeno rural la pobreza y la guerrilla realista, y también en ocasiones el bandolerismo,<br />

pues Jaime “el Barbudo” aparecía ahora como “general de la Fe”. Pero la partida<br />

absolutista estaba nutrida principalmente por jornaleros sin trabajo o jóvenes de los

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