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Su historia y su obra

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miento de los oficiales “moderados”, y que venció fácilmente a los esparteristas. Pero<br />

pronto se vio, en Valencia como en otras partes, que las masas progresistas y demócratas<br />

habían hecho la revolución en provecho del “moderantismo”. La Junta de Salvación tenía<br />

por secretario al progresista Boixjeto <strong>su</strong> figura más activa fue el moderado Pedro<br />

Sabater y en las siguientes elecciones municipales venció este partido, eligiéndose alcalde a<br />

un joven representante de la burguesía, José Campo. Fue un gobierno progresista<br />

—presidido por el villenense Joaquín María López— el que disolvió en Madrid la Milicia<br />

Nacional, quedando así dependiente de los moderados, y el que facilitó además el acceso<br />

de éstos al poder proclamando mayor de edad a Isabel II. La protesta armada de los<br />

progresistas de las regiones (septiembre de 1843) fue dominada fácilmente y en Valencia<br />

ni pudo intentarse, ya que el Capitán General había desarmado a la Milicia; sólo en<br />

Alicante hubo una in<strong>su</strong>rrección republicana, que fue vencida y <strong>su</strong>s jefes ejecutados.<br />

Se llegaba a una estabilización conservadora de la revolución liberal, que respondía<br />

a la fuerza adquirida por la burguesía triunfante, respaldada por la transacción con la<br />

aristocracia y la Iglesia que representa el “moderantismo”. La expansión económica,<br />

social y política de la burguesía se reflejó en la propia expansión de la ciudad de Valencia,<br />

transformada por la desaparición de los viejos conventos —diecisiete dentro de las<br />

murallas—, que dejaron paso a nuevas calles o que se convirtieron en sede de organismos<br />

municipales o del nuevo Estado liberal. La ley de desamortización de 1837 modificó<br />

profundamente la estructura de la ciudad, imprimiéndole una orientación funcional que<br />

estaba al servicio de los intereses de la burguesía dirigente (58). El traslado de las monjas<br />

magdalenas permitió la ampliación del Mercado, y el de las franciscanas y carmelitas<br />

descalzas la apertura de nuevas calles. Los conventos de Santo Domingo y San Francisco<br />

se convirtieron en cuarteles; el de San Pío V, en almacén; los de San Agustín y Santa Ana,<br />

en cárceles; el de Jesús, en manicomio; el de la Corona, en asilo; el del Carmen, en museo.<br />

En la casa de la Compañía de Jesús se habían instalado la Diputación Provincial y el Jefe<br />

Político (1835). En 1837 se urbanizaron las alameditas de Serranos, y en 1839 se inició la<br />

construcción de la Plaza Redonda (59).<br />

En el orden cultural, el triunfo del liberalismo llegó cuando las condiciones<br />

generales eran de bajo nivel, debido en gran parte al trastorno bélico y político de la época,<br />

que había interrumpido violentamente la floración intelectual de la Ilustración. Los<br />

intelectuales de la transición al siglo XIX, tanto los científicos —el matemático Gabriel<br />

Císcar o los médicos Vicente Llobet y Mariano Peset de la Raga— como los humanistas,<br />

juristas, <strong>historia</strong>dores o literatos —Villanueva, Sanelo o Salvá—, <strong>su</strong>frieron una inevitable<br />

politización y conocieron las persecuciones y el exilio. Dejando para más adelante la<br />

atención a otros aspectos del desarrollo cultural, recordemos ahora que ese exilio sirvió<br />

para que muchos escritores conocieran las nuevas corrientes literarias de Francia e<br />

Inglaterra, es decir, el romanticismo. Este triunfaría en Valencia ya transcurrido el primer<br />

tercio de siglo —aunque no falten antecedentes minoritarios—, imponiéndose sin<br />

dificultad sobre una literatura neoclásica de escaso valor. Más que la corriente de<br />

ascendencia germánica y carácter historicista, que pudo traer Ramón López Soler,<br />

prendió en Valencia la influencia de un primer romanticismo francés, melancólico y<br />

tranquilo, que se traduciría aquí en <strong>obra</strong>s ponderadas y de tendencia moralista, aunque se<br />

acusan distintas orientaciones (60). Con todo, al ser el romanticismo el lenguaje del<br />

liberalismo político, no dejó de tener una condición polémica e innovadora, que se

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