Su historia y su obra

1.2.— LA SOCIEDAD ECONOMICA DE VALENCIA
Surge esta Sociedad unos años más tarde que su homónima Vascongada, creada en
1765, y algunos menos que la de Madrid, erigida el 15 de junio de 1775. Poco habían
proliferado estas Sociedades entre ambas fechas, ya que sólo habían logrado organizarse
las de Baeza y Tudela. Su amplificación es manifiesta cuando Campomanes señala en sus
discursos la singular misión que les correspondía (13).
Nació la de Valencia no como la de Madrid, amparada por el Estado y con una
pensión anual. Su existencia es debida a la iniciativa de sus hombres, aunque como todas
las demás necesitara la aprobación real para llevar a cabo sus proyectos.
Dos documentos, (14) uno al hilo de su erección y otro un siglo más tarde, nos
narran su constitución.
Siete caballeros, los unos naturales de Valencia y su Reino y otros establecidos en la
ciudad, se reunieron a primeros de enero de 1776 para tratar de su fundación. El 24 de
febrero del mismo año acudieron el Consejo Supremo de Castilla solicitando licencia para
formar el referido cuerpo. El 5 de marzo les fue concedido el permiso para instaurar la
sociedad, admitir socios, celebrar juntas y modelar sus estatutos. Recibido el permiso, se
inscribieron y alistaron poco más de cincuenta socios de las tres clases: caballeros,
eclesiásticos y ciudadanos distinguidos, y con su asistencia el día 14 de julio del mismo
año se hizo la apertura de la Sociedad. Eligió por Director al Excmo. Sr.. Conde de
Castrillo y Orgaz.
El día 14 de mayo de 1777 se hizo Junta General para hablar de los Estatutos.
Asistieron unos cien socios. Se le dio el nombre de• Institución Económica. Tenía por
objeto la asamblea discutir las reglas que interinamente debían servir para el gobierno de
la Sociedad.
El Conde de Castrillo elevó al Rey, el 17 de mayo por intermedio del Conde de
Floridablanca, los Estatutos para su aprobación. Contestó Floridablanca el 17 de junio
comunicando el placet regio y alabando a la Sociedad, en espera de que los Reglamentos
se. imprimieran y se llegara a la aprobación definitiva.
En agosto de 1777 eran casi trescientos socios. Entre ellos se incluían obispos,
grandes de España y otras muchas personas de gran distinción por su cálidad y sus
empleos. Sea por este crecido número de socios, sea por el dilatado programa de proyección
social que era público desde el momento de su implantación, Sempere y Guarinos dice que
sus inicios fueron de lo más brillante (15).
Así era en realidad. En la fecha apuntada, tras un año de existencia se habían
creado y funcionaban siete comisiones que entendían y trabajaban en otras tantas
actividades: economía, estado y mejora de los pueblos en particular, artes y oficios,
Escuelas Patrióticas, fábricas y manufacturas, comercio, navegación y marinería. El
alcance y misión de cada una de ellas habían quedado profusamente descritos en el
discurso que D. Pedro Mayoral dirigió a la Sociedad el día de su instauración. Las siete
agrupaciones respondían a un único programa en todo el país: contribuir a la utilidad
pública de la nación (16).