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Su historia y su obra

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modo muy general, entre el Mercado y las calles del Hospital y de Quart. Pero la<br />

abundancia y variedad de <strong>obra</strong>dores y de oficios era extraordinaria, habiéndose podido<br />

contabilizar, además de los varios miles de telares de seda, otros millares en los <strong>obra</strong>dores<br />

de lana, de lino, de cáñamo y de algodón (20); y junto a los textiles, los de cerámica, las<br />

herrerías, las cerrajerías, una variada gama de actividades en torno al curtido, y otras<br />

muchas. Tendiendo a localizarse hacia la ronda de las murallas, algunos de estos talleres<br />

las van ya rebasando por este tiempo. Parece ser que el crecimiento y la variedad de este<br />

mundo menestral fue animado por la <strong>su</strong>presión —mediante decreto de las Cortes de Cádiz<br />

en 1813— de la organización gremial, aunque los vestigios de ésta se conservarán hasta la<br />

revolución de 1868.<br />

Re<strong>su</strong>lta difícil definir, entre estos dos estamentos nobiliarios y popular, a una<br />

verdadera burguesía, que sólo se muestra bien caracterizada ya muy entrado el siglo, y<br />

cuya misma existencia como tal incluso se ha puesto en duda. Las capas más ricas y<br />

elevadas de fabricantes y comerciantes se fundían con una baja nobleza con la que<br />

compartían el gobierno municipal, y los elementos más cultos de uno y otro grupo<br />

compartían igualmente los ideales de “ilustración” y de racionalización económica. Los<br />

primeros años del siglo XIX fueron los de la última etapa de florecimiento de la “Sociedad<br />

Económica de Amigos del País”, en la que se reunían representantes de la nobleza con los<br />

de la burguesía e incluso con algunos artesanos distinguidos. El movimiento “ilustrado”,<br />

que en 1790 dio lugar al nacimiento del “Diario de Valencia” —cuya difusión confirma,<br />

por otra parte, el carácter minoritario del mismo (2)—, se había visto reforzado por la<br />

renovación que se produjo en la Universidad con el plan de estudios de 1787, debido al<br />

rector Vicente Blasco. Sería en este nuevo ambiente en el que fue cuajando la formación<br />

de una intelectualidad liberal, cuya primera promoción —directamente influida por la<br />

Revolución Francesa— viene representada por el <strong>historia</strong>dor Joaquín Lorenzo Villanueva,<br />

el lexicógrafo Manuel Joaquín Sanelo y los bibliógrafos Vicente Salvá y Justo Pastor<br />

Fuster.<br />

Esta ciudad amurallada en la que se apiñaba tal variado gentío de obreros,<br />

mendigos, burgueses, nobles y clérigos, vivía en estrecha simbiosis con la Huerta que la<br />

rodeaba, cuyos productos recibía y sobre la que ejercía un dominio casi feudal. “La vega<br />

—escribe Burriel de Orueta (22)— ha estado siempre centrada en torno a la ciudad de<br />

Valencia, <strong>su</strong> reina y señora. Le ha abastecido de todos los elementos necesarios a <strong>su</strong>s<br />

habitantes. La ciudad ha crecido apoyándose en <strong>su</strong> Huerta y ésta tiene ligada <strong>su</strong><br />

importancia a <strong>su</strong> condición de servidora de Valencia, que le asegura un mercado diario...”<br />

Pero la unión se fundaba, sobre todo, en la estructura de la propiedad de la tierra, que<br />

hacía que ésta quedara en manos de la nobleza y la clerecía de la ciudad, y también en<br />

alguna parte de la burguesía ciudadana. Los nobles, en particular, junto con alguna<br />

entidad religiosa como el Colegio de Corpus Christi, poseyeron durante toda la primera<br />

mitad del siglo XIX la tercera parte de las tierras de la Huerta, teniendo desde luego las<br />

fincas mayores (23). Es decir, quc había un verdadero dominio de los campos de la Huerta<br />

por gentes de la ciudad que sólo los consideraban como fuente de rentas, entregándolos en<br />

arriendo a colonos que los cultivaban por generaciones enteras. Ahora bien, junto a la<br />

propiedad existían unas relaciones económicas e institucionales de tipo señorial: la<br />

ciudad, corno mercado de la Huerta, monopolizaba la venta de <strong>su</strong>s productos y, a cambio<br />

de proporcionar a los huertanos el estiércol con que abonaban <strong>su</strong>s campos, les exigía

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