Su historia y su obra

De su estado en orden a la economía nos dan una toma de posición estos datos de
1960: la renta provincial por habitante era de 6.525 pesetas (sin relacionarla con otras
provincias de mayor renta, compárese con la que hemos asignado para Valencia en 1961:
35.664 pesetas, es decir 5,3 veces más); el 60,9% de su población activa estaba dedicada a
la agricultura; el 15,8% a la industria y el 24,4% al sector servicios. De la población total
que el II Plan de Desarrollo cifra en 370.976 habitantes para el año 1960, con tendencia a
la disminución, sólo el 26,5% estaba activa. De aquí que la Caja de Valencia expresara la
ineludible necesidad de crear nuevos puestos de trabajo con nuevas industrias y orientara
a ello sus inversiones en aquella provincia.
En los años que son objeto de la temática de este capítulo asistimos al proceso
regenerativo de Albacete en la agricultura, industria, comercio y servicios, dentro de un
margen que espera todavía mejoras y correcciones de diversa índole, hasta situarla a la
altura que puede llegar.
La agricultura destaca por su especificación cerealista; pero presenta otros flancos
como el viñedo, el olivo, plantas forrajeras, de elaboración industrial —cáñamo y
esparto—, una considerable ganadería con sus derivados susceptibles de explotación y en
los últimos años el cultivo de maíz como diversificación más rentable que los cereales. El
conjunto constituye la base fundamental desu riqueza.
A través de los años el ramo de cereales estuvo sujeto al rendimiento que le
permitieran los agentes atmosféricos. No ha salido todavía España de fiar la suerte de su
agricultura a la bondad de la naturaleza, menos aún podía hacerlo Albacete. El sino de las
compensaciones contradistingue unos años de otros.
Así en 1961 las mermas que registró la producción de cereales fueron aproximada
mente, en cantidad y calidad, la mitad de lo que se esperaba. Por el contrario, al año
siguiente el trigo experimentó un aumento del 45%, y la cebada y el centeno duplicaron la
producción. Otras gramíneas como la avena, las habas, algarrobas, etc. destinadas a
piensos ofrecieron resultados por encima de lo normal. Deficientes fueron las tres
campañas siguientes, incluida la de 1965. El hecho más significativo es que en 1964
comienza a observarse un desplazamiento de la población agrícola hacia el sector
industrial. Una pequeña parte permanece en Albacete y la de mayor volumen emigra
hacia otras capitales o hacia el extranjero. Los 21 grados bajo cero que marcó el
termómetro en 1965 con enormes daños en el sector vinícola, el olivarero, la escasez de
pastos y la exigua producción de leguminosas y patata aceleraron la emigración (18).
Desde 1966 el panorama cambia de aspecto, aunque no en intensidad. Cosecha
buena en los diversos cultivos, pero al intensificarse el nivel de mecanización la diáspora
de población significa paro y emigración. En 1967, con las lluvias de primavera, que
beneficiaron el pasto y los cereales, remite el paro agrícola, pero incide en la industria y en
el comercio. El 1968 y 1969 las consecuencias del pedrisco y tormentas huracanadas
diezmaron diversas zonas. Cien millones de pérdida supuso el pedrisco en 1968, en una
superficie de pocas hectáreas. La Caja hubo de subvenir a estas catástrofes con el apoyo
que tenía acordado.
Tampoco fue afortunado el balance de 1970, con un 50% de rendimiento en la
agricultura. La temperatura, que bajó a 24 grados bajo cero en diciembre, durante el resto
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