Su historia y su obra

Pero el legislador insinúa también que acontecimientos de diversa índole, y aquí no
distingue, habían impedido una acción gubernamental en pro de las Cajas. De lo que no
cabe duda es de que apenas terminada la década absolutista se palpa una sacudida en la
conciencia nacional. No era el decenio que corre entre 1822 y 1833 el más a propósito
para acometer empresas de esta índole que requieren paz y estabilidad nacionales. Pero,
pensándolo bien, tampoco los años que siguen a la muerte de Fernando VII —29 de sep
tiembre de 1833— favorecían desde el punto de vista político estos ideales con la guerra
carlista de por medio y la serie de gobiernos —S nada menos— que desde Calatrava a
Espartero se suceden entre 1836 y 1841.
Sea como quiera, la comprobación de que entre 1830 y 1840 madura la idea de
establecer Cajas de Ahorro, y el hecho de que existan dos —Jerez y Madrid— aísla las
conjeturas y nos sitúa en un plano de verificación que no se puede soslayar.
La circunstancia de que este acontecimiento tuviera lugar apenas alcanzan el poder
los liberales, ha concatenado la deducción de que fueron los liberales españoles emigrados
(4) quienes apadrinaron la ejecución de la idea. Aunque el hecho no está estudiado en
intensidad y profundidad no faltan autores que lo sostengan (S). Se conecta el hecho,
además, con la asimilación de la teoría utilitarista de 3. Bentham y su entronque con las
doctrinas importadas de Francia por los que escogieron su destierro en esta última nación.
Negar el hecho sería temeridad, y se da además la circunstancia de que algunas de
nuestras Cajas inspiran sus reglamentos en los de la Caja de París, que existía desde 1818,
aunque tengan también en cuenta el módulo suscrito por la de Madrid (6).
Exiliados como Juan Alvarez Mendizábal (7), Francisco Javier Isturiz, Pablo
Montesinos, Agustin Argüelles, Antonio Alcalá Galiano, Francisco Martínez de la Rosa,
José M Queipo de Llano, el Conde de Toreno, vuelven a España cuando triunfan
coincidentemente el liberalismo y el romanticismo. Argüelles, bibliotecario de Lord
Holland, Mendizábal, que ocupó elevados puestos mercantiles en Inglaterra, y todo el
grupo en general qué duda cabe que pudieron y debieron conocer obras como:
Introducción a los principios de moral y legislación (1879), Manual de Economía Política
(1798), Defensa de la Usura, de Jeremy Bentham, los Principios de Economía Política
(1817) de David Ricardo, las obras de Malthus y Adam Smith y tratar de poner en práctica
sus planteamientos apenas llegan a nuestra patria, con aquella ansia de novedad y
europeismo que habían mantenido represadas por tanto tiempo (8).
Si a esto añadimos la pasión de los románticos por el pueblo, su exacerbado
nacionalismo, el auge de las ciudades, tenemos otra razón que ayala el origen de las Cajas
precisamente en esta época (9).
No hay que olvidar por último la fiebre de enriquecimiento que se apoderó de los
políticos y financieros, un mejor conocimiento de sus deberes sociales por parte de la
burguesía, a raíz de las consecuencias de las revoluciones de 1830 y 1848 y cierta
proliferación también de las Sociedades de Crédito. En 1829 se crea el Banco de San
Çarlos y en 1831 la Bolsa de Comercio. Todos estos acontecimientos, aislados en sí, se
engranaron en esa década dándole la presión y el empuje de las circunstancias.