Su historia y su obra

plazo cuando fueran sobre ropas, telas y otros efectos y por 3 ó 6 meses prorrogables hasta
un año para los de alhajas. Por este tipo de operaciones se abonaría un 6% anual más el
1% de gastos de tasación y custodia. Los restos no desempeñados se venderían en
almoneda pública y los restos, una vez amortizados gastos, etc., se guardarían para los
interesados durante cinco años.
Pero estos Estatutos apuntan ya la posibilidad de que se pudieran admitir depósitos
sin interés (art. 49) así como depósitos de alhajas para su custodia.
También aparece reglamentado lo que se refiere a imposiciones a plazos, préstamos
sobre fincas y préstamos sin garantía.
Cuando las imposiciones de las libretas alcanzaban 2.500 ptas. podían convertirse en
imposiciones a plazos, con un 5% de interés anual no capitalizable. Precisamente estos
fondos son los que en los Estatutos se ordena destinar a préstamos sobre fincas. Además se
destinarían a este tipo de préstamos los sobrantes de la Caja de Ahorros y los fondos
disponibles sin aplicación directa, a juicio de la Junta de Gobierno. Se ve en ellos una
manera de dar salida a todo tipo de capital excedente al tiempo que se plantean con el fin
de “socorrer a los agricultores necesitados” por lo cual “se dará la preferencia a los
préstamos sobre fincas rústicas . . . y serán preferidos los que soliciten cantidades menores,
con el fin de atender el mayor número de necesitados posible” (art. 59). La concesión de
este tipo de préstamos viene minuciosamente reglamentada teniendo en cuenta la
tasación, garantías, condiciones de las fincas, etc. El tanto por ciento que devengaban era
del 6 más el 1% de gastos y el reintegro debía hacerse en 10 años por décimas partes.
Gran interés tienen también los préstamos sin garantía cuya finalidad es “hacer
préstamos sin interés ni garantía a los colonos u obreros y artesanos necesitados que
carezcan de garantía real” (art. 69). El fondo para este tipo de operaciones debía proceder
de una parte de los beneficios líquidos —no se especifica la cuantía—, de los sobrantes no
reclamados de almonedas y de los donativos concedidos para este fin. La cuantía iba en
relación con las tierras arrendadas en ocasiones y para lograrlo era imprescindible un
certificado del Párroco, suscrito por dos mayores contribuyentes, y certificado por el
Alcalde. El certificado debía ir “en papel de pobres” y en él debía especificarse que se
trataba de persona “digna por su conducta” y que “trabaja fincas de arriendo o ejerce una
industria con cuyo producto puede atender al reembolso del mismo”. Reembolso que
debía hacerse al cabo de un año.
Casi un Título —el 2°— dedican los Estatutos al Capital de fundación. El primer
capital se formaría con la emisión de 500 o más acciones de 250 ptas. cada una, que
podrían suscribir cuantos desearan. Mientras no hubiera beneficios líquidos estas
acciones no devengarían interés alguno, y en todo caso no excedería del 5%.
Cuando el Establecimiento tuviera una situación económica adecuada podría
comenzarse a reembolsar este capital por medio de sorteos.
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