Su historia y su obra

De todos estos antecedentes brota espontánea la consecuencia de que la Sociedad
estaba convencida de que cumplía una alta misión social y sin otra preocupación que la de
rendir unos servicios al país, profundamente necesitado de ellos. No había sentido la
necesidad de enviar los Reglamentos impresos para la aprobación definitiva.
Un recurso del gremio de cordoneros, pasamaneros y botoneros promovido contra la
Sociedad por haber inaugurado una escuela de niñas, que según el gremio perjudicaba sus
intereses, llegó a conocimiento del Consejo de Castilla. Pidióle éste los Estatutos, a lo que
la Económica respondió que no veía la conveniencia de otras reglas de gobierno distintas
de las ya aprobadas y que en su día —sin decir cuándo— los reglamentos constituirían un
catálogo de normas sancionadas por la costumbre y la experiencia y, por consiguiente, de
una raigambre y poder de vigencia constatados.
No satisfizo al Consejo de Castilla esta respuesta y conminó a que en el término de
dos meses se le remitieran los Estatutos. Le fueron enviados el 12 de diciembre de 1778. El
Consejo los remitió a la Económica Matritense para que informase sobre su contenido.
Esta los puso en mano de su Censor, que no padeció demasiados apremios en su revisión.
Valencia, en marzo de 1780, se dirige al Consejo expresándole la urgencia de su
aprobación. El Consejo los reclamó a la Matritense y fue entonces cuando el parsimonioso
Censor desencajonó aquellos papeles deslucidos y polvorientos, centrando su crítica en estos
extremos:
—Que el título Sociedad Económica de Valencia y su Reino, especialmente
por sus últimas palabras, era demasiado extenso y había frenado la
aparición de otras Sociedades en lugares como Alicante, Orihuela, Alcoy y
San Felipe.
—Según su entender los socios debían ser de tres clases: numerarios, de
mérito y honorarios, y los cargos no debían ser perpetuos, salvo el del
secretario.
—No era aceptable el denuedo con que la Sociedad promovía el sector textil
de hilazas, de cáñamo y de lino con mengua de la seda y en perjuicio de
los fabricantes de esta última (17).
—No había de limitarse la admisión de alumnos a los hijos de los nobles,
porque los que más necesitaban de la instrucción eran los artesanos, los la
bradores, los desocupados, etc.
—Proponía, en fin, que la Sociedad Valenciana debería regirse por los mismos
Estatutos que la de Madrid.
Devueltos a Valencia fueron enmendados. Remitidos de nuevo a Madrid fueron
aprobados el 18 de noviembre de 1784, ocho años después de constituida la
Sociedad (18).
En ellos se hacía hincapié en los fines para los que estaba concebida la Institución:
—El fomento y mejora de la industria popular: fábricas, comercio, navegación,
marinería y pesquería (Art° 30)•
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