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Marcela Lagarde y de los RíosCapítulo 2. Ciudadanía de las mujeresEn el siglo XX los movimientos de mujeres y la teoría política feministasometieron a crítica los supuestos en los que se había avanzado: No basta lamixtura, no basta la igualdad, aun cuando son imprescindibles. Participarbajo la ideología de la igualdad produce desigualdad e injusticia y lleva a lanegación o el olvido de la real desigualdad. La igualdad no se ha alcanzado,aunque se participe, aunque se posean bienes o propiedades, aunque se tenganoportunidades y desarrollo personal...Lo que ha movido a las mujeres a participar de manera crítica ha sido la necesidadde modificar en lo posible nuestras condiciones vitales y las restriccionessociales. Pero lo que mueve las rebeldías íntimas y públicas de las mujeres essobre todo, la injusticia en las relaciones con los hombres, en las familias, enlas instituciones. Quienes han sido educadas en la igualdad han vivido el descubrimientode que no existe y la desilusión ha marcado el surgimiento de laconciencia de la real desigualdad y, la diferencia.La conciencia de la diferencia se ha enriquecido durante las últimas tres décadas.Somos diferentes y, además, estamos en condiciones de desigualdad. Poreso miramos críticamente las nociones de igualdad y mixtura, a través de laclave de equidad. Significa que la igualdad no debe confundirse con una identidad,mimetismo o masculinización. No es la igualdad de las mujeres con loshombres, no se trata de alcanzar los derechos que tienen los hombres. Se trata,como plantea el feminismo contemporáneo en voz de Amelia Valcárcel, deafirmar la equivalencia humana como el principio que da sentido a la igualdad,no surge de la creencia en un orden natural o divino, no deviene de ningúnmegapoder: es un principio establecido por voluntad ética y política. Surge deuna conciencia y una voluntad a las que se han sumado millones:Las mujeres y los hombres somos mutuamente equivalentes y mutuamentediferentes.Aspiramos a eliminar la desigualdad y realizamos acciones prácticas paradeconstruir el dominio de género, es decir, la opresión y la supremacía quemarcan las relaciones entre mujeres y hombres, y definen su condición, suidentidad y su posición sexual, socioeconómica, jurídico-política y simbólica,y contenidos de las relaciones de parentesco, amorosas, laborales, familiares,políticas, de mercado. Mantener un orden social marcado genéricamenteimpacta a las instituciones.121

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