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Marcela Lagarde y de los RíosCapítulo 2. Ciudadanía de las mujeresNo son casuales el desprestigio y la mala fama de las mujeres pioneras que introducencambios en la vida cotidiana, en hábitos, actividades, formas de hacerlas cosas, en los lenguajes, las actitudes, en fin, en los modos de vida o lascreencias. No es casual la ambivalencia ante las luchadoras sociales admiradaspor su fuerza, su intrepidez o su poder, pero desprestigiadas por su osadíay si asumen una visible actitud a favor de la causa de las mujeres o de ellasmismas, son atacadas por su nueva diferencia. Es la diferencia de género que seestablece al separarse de los estereotipos y las idealizaciones, del mandato o launiformidad, al rechazar la condición de idénticas. Lo que más se castiga esno cumplir con los estereotipos. Y, si de por sí hay una intolerancia patriarcalhacia todas, se incrementa con las que son diferentes. Son inaceptables porqueeso sí modifica la condición política de las mujeres. Al incrementarse ladiferencia política en las mujeres se produce una profunda ruptura con lacondición patriarcal naturalizada y moralizada.El desprestigio se ha ensañando sobre mujeres que décadas o siglos más tardehan sido reconocidas por sus aportes a la modernidad, al avance de la democracia,por su innovación del pensamiento, la ciencia, la espiritualidad yel arte. También son reconocidas por haber emprendido luchas políticas prohibidaspara las mujeres, sobre todo cuando ha sido a favor del propio géneroy de la emancipación de las mujeres. Paradójicamente las ensalzan quienesdescalifican a sus contemporáneas en trances parecidos.Sin embargo, la coerción acompaña siempre los pasos hacia los derechos y lasoportunidades o la más mínima desobediencia personal civil o política de lasmujeres. Así, el repudio, el ostracismo, la marginación, la exclusión y la cárcelhan sido penas impuestas a muchas de ellas y la exclusión de su familia o elrechazo, la hostilidad, el desprecio y la culpabilización por parte de su pareja,sus hijos y sus parientes, de los colegas y compañeros de trabajo o de causa.Las mujeres públicas siempre están al borde del ridículo y el desprestigio, enparte, por la doble vara de medir, la vara sexista con que son evaluadas. Másrigurosa con ellas que con los hombres y más exigente. A diferencia de lo quesucede en general con los hombres, la vida privada de las mujeres es cotejadacon su desempeño público y cualquier aspecto de su vida pública es evaluadode acuerdo con estereotipos de abnegación, moda, belleza y erotismo. El desempeñolaboral, artístico, intelectual, político no es evaluado por sus recursos,sus objetivos y sus logros, antes se considera si la mujer o las organizacionestienen los atributos de belleza, mesura, moderación y la sobrevisibilidad o lainvisibilidad según el caso.151

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