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Marcela Lagarde y de los RíosCapítulo 1. Las mentalidades y la culturacaminos y recursos que desde hace dos siglos se afanan en hacer realidad laequidad genérica. Sólo sobre esa base democrática la humanidad se tornaabarcadora, inclusiva y justa. Diversidad y paridad son ejes equitativos enlas acciones tendientes a modificar las relaciones entre mujeres y hombres, aresignificar a los géneros y a la humanidad.Cuando se ha logrado, la inclusión de las mujeres en lo humano ha implicadotrastocar la concepción de humanidad y la experiencia histórica misma, yen ese sentido, los avance son insuficientes. La concepción sobre derechos(de las y los) humanos, no ha logrado instalarse del todo en la cultura nicomo mentalidad, ni como práctica, y desde su planteamiento, alterna cualsinonimia con la de derechos del hombre. Aún personas e institucionesde cultura moderna, identificadas con la causa de los derechos humanos,consideran que especificar a las mujeres como género, es discriminatorio.Creen que no es necesario enunciar a las mujeres porque al ser iguales a loshombres en su humanidad y por representar ellos el paradigma de lo humano,están incluidas. Confunden la semejanza con la igualdad a la que consideranparte de una supuesta naturaleza humana.Así, la igualdad escencialista entre mujeres y hombres niega su desigualdadhistórica y obstaculiza ir en pos de la igualdad real. Se considera que hombresy mujeres deben ser iguales y el deber ser sustituye en el argumento a laexistencia real. Los prejuicios sobre la igualdad se apoyan en un recursodel pensamiento mágico simpatético: la igualdad presupuesta, inherente,natural coloca a las mujeres al lado de los hombres y esa posición en el espaciosimbólico masculino hace que, por contigüidad y contagio, ellas adquieran susatributos: en este caso, la calidad humana. Concebir así la igualdad permitelegitimar la subsunción del género femenino en el masculino y reproduce lareal desigualdad en la existencia y la enajenación genérica de las mujeres,que se manifiesta en no ser nombradas, no ser visibles, no tener derechosespecíficos y no tener existencia propia.Los esfuerzos por transformar las condiciones femenina y masculina, así comolas relaciones entre los géneros, se han desarrollado en una confrontaciónpatriarcal beligerante y antifeminista. La incapacidad de hacer universal unaconcepción democrática de género sólo expresa que en la existencia real lasmujeres no tenemos derechos humanos como seres humanas.19

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