Las palabras como representantesTal vez haya llegado el momento, antes de pasar a ocuparnos del malentendido, de decirunas pocas palabras acerca de lo que significa “hablar”. Hablar es pronunciar palabras, ylas palabras son símbolos. Los símbolos (en este caso, palabras) son elementosidentificables que se refieren o aluden a otros elementos. Nos hacen acordar de esos otroselementos, los evocan, los representan. La bandera, por ejemplo, es un símbolo de la patria.La patria, en este caso, es un concepto y al mismo tiempo constituye también un símbolode otro existente: el territorio, la sociedad y la nación que sentimos como propios. Eledecán de un presidente, otro ejemplo, lo simboliza cuando lo representa en su ausencia.Fundamentalmente, y en pocas palabras, un símbolo es el representante de un ausente.Cuando se pronuncia una palabra, por ejemplo “Freud”, evoca en quienes escuchanprecisamente la representación de esa persona, Freud, acerca de la cual se espera que, acontinuación, se diga algo. En ese discurso la palabra “Freud” es un símbolo querepresenta a un Freud ausente, un símbolo que tiene la función de evocarlo para decir algoacerca de él. Claro está que también es posible usar el lenguaje de otro modo en el cual lapalabra, en lugar de funcionar como el símbolo que representa a un ausente, funcione comoel signo indicador de una particular presencia. Cuando uno dice, por ejemplo, “hay quetener cuidado con lo que se dice”, la palabra “cuidado” evoca la representación de unconjunto de precauciones que, de acuerdo con lo que se está diciendo, habrá que poner enjuego en el momento oportuno. Pero si alguien dice “¡cuidado!” (con signos deadmiración) con la actitud del que señala algún peligro actual, todo el mundo se pregunta“¿qué sucede?”, en el presente, acerca de lo cual hay que tener cuidado en ese mismomomento. La palabra “¡cuidado!”, con signos de admiración, es una palabra signo. Lapalabra “cuidado”, en el discurso habitual, sin esos signos de admiración que sonelementos de un código que cambia su sentido, es un símbolo que representa un peligroque actualmente está ausente.Detengámonos ahora brevemente en una cuestión que es esencial. Los elementos de uncódigo que, como en el caso de los signos de admiración, no está contenido en elsignificado semántico de cada palabra, es decir, en lo que cada palabra designa, sino en unsistema exterior, “extraverbal”, como sucede con el tono, amable o iracundo con el cualhablamos, son aquellos que introducen el arte en el decir. Se ha dicho que cuando Simenonen una novela nos dice que llueve, uno siente que se moja. Obtendremos un efectosemejante si, cuando escribimos que las ranas croan, logramos elegir palabras cuyosfonemas “suenan” de un modo que remeda su croar. Gombrich ha llamado “redundanciaextrasistemática” a este recurso por el cual el sentido redunda desde “afuera” del sistemapropiamente verbal, transformando las palabras de un enunciado en las formas del arte quellamamos literatura, teatro o poesía. De allí surge una de las principales dificultades paratraducir un poema. Jakobson señalaba que hay vocales claras, como la “a”, la “e” y la “i”,y vocales oscuras, como la “o” y la “u”. Cuando traducimos, del inglés al castellano, elestribillo que finaliza las estrofas de El cuervo de Poe, el never more transformado en“nunca más” pierde sus resonancias tétricas.Vivimos bastante confortablemente en un mundo de objetos, hasta que empezamos ainterrogarnos acerca de “qué son” estos objetos que tan confortablemente nos rodean.Ortega decía, por ejemplo, “nadie ha visto jamás una naranja”, ya que todo lo que podemoshacer es ver media naranja e imaginar, a partir del recuerdo, la presencia de la otra mitad.Es claro que esto sigue siendo así aunque giremos la naranja o nos movamos alrededor de102
ella, porque desde cualquier ángulo que miremos veremos siempre una mitad. Así, aunquela contemplemos desde lejos, percibimos una naranja, porque, dado que, en nuestromundo, las medias naranjas no abundan, cuando vemos media naranja suponemos,acertadamente la mayoría de las veces, que estamos en presencia de una naranja completa.Esto, que parece una cosa de Perogrullo, es muy importante desde el punto de vistaconceptual, porque cuando comprendemos la manera en que vemos una naranja,oscurecemos un poco la clara distinción, entre signo y símbolo, que acabamos de exponer.Media naranja, entonces, puede funcionar como un signo que indica, en verdad o en error,la presencia de una naranja completa, pero media naranja también puede funcionar comoun símbolo que evoca y representa la mitad cuya ausencia se admite. Podría quizás decirseque las dos cosas suceden simultáneamente, y que en cada caso elegimos en cuál de esasdos cosas vamos a creer, pero tal vez sea necesario exponerlo mejor e insistir un poco másen la importancia que el concepto tiene.Un cowboy, en una escena clásica del western americano, ve el sombrero de otro queemerge detrás de una roca, y descarga su revólver sobre ese sombrero, para descubrir mástarde que el sombrero estaba sobre la punta de una rama y el dueño del sombrero ya noestaba allí. La trampa se apoya en que debajo de un sombrero asomando tras una roca queoculta el conjunto, hay habitualmente un cowboy. En este caso, el símbolo (sombrero) quedebería haber representado una ausencia (la ausencia del cowboy que no se ve y que hadejado a la rama en su lugar) se usa erróneamente como signo indicador de una particularpresencia (y se descarga el revolver). Por la misma razón un ilusionista, en el teatro,apoyándose en esto para realizar su truco, nos hace ver una esfera completa donde sólo haymedia. La trampa y el truco recurren, para lograr su cometido, a la generación desituaciones insólitas, ya que nuestra percepción, para funcionar adecuadamente, debeguiarse por una cierta “estadística”, a menudo inconciente, acerca de lo que generalmentepredomina. Dado que el signo nunca es el objeto completo y dado que la funciónindicadora tiene sentido porque sólo se percibe el signo indicador (como el anillo violetaque produce en la orina el licor de Pheling cuando existe glucosuria), es forzoso concluirque para indicar una presencia hay que representar (simbolizar) una ausencia, y creer luegoen la presencia de la parte que se representa pero que no se puede percibir.Si una persona encuentra, en el borde de una ruta, un cartel indicador comunicando que aquinientos metros se encuentra una estación de bencina, percibirá la estación comopresente si viaja en su automóvil a cien kilómetros por hora, pero la percibirá como ausentesi se acerca caminando mientras empuja su automóvil. Cuando la mayoría de nosotros veun hombre con una pierna ortopédica, percibe la ausencia de una pierna normal, pero elfabricante de ese tipo de prótesis tenderá a percibir la presencia de una pierna artificial a lacual puede atribuir una buena o una mala calidad. Para percibir cualquier objeto es, por lotanto, imprescindible interpretar “datos” sensoriales, a partir de diferentes circunstancias,intereses y memorias, lo cual equivale a decir que, en primera instancia, percibir estambién simbolizar. De un portafolio, que conozco bien, y que tengo frente a mí, cuando lomiro veo en realidad sólo una parte, pero sé que la otra está detrás. Si hubiera sucedido quealguien hubiese cortado, sin que yo lo supiera, una porción importante de esa parte deatrás, yo creería estar viendo todavía el portafolio completo. Imaginemos una situaciónlevemente distinta: todos los días, cuando el jefe llega a su oficina, cuelga su abrigo en elperchero. Si su secretaria ve el abrigo asume, aun sin haberlo visto todavía, que el jefe estápresente, aunque el abrigo puede haber quedado olvidado desde el día anterior. No solemosllamar percepción a este tipo de asunción “automática”, pero sin embargo sufuncionamiento es el mismo. Ejemplos como éstos muestran sin lugar a dudas que percibir103
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