lo caracteriza lo que, por ejemplo, quisiera o debiera ser, estamos diciendo que siemprevivimos frente a una meta incumplida. También es cierto que llevamos dentro un diálogoinconcluso con un personaje significativo que pertenece a nuestra historia, un diálogo que,como si se tratara de una indagatoria en un juzgado, permanece abierto.Estamos hechos de la sustancia de los sueñosEstamos compuestos por átomos, moléculas y células, y el haber llegado a sostener estaafirmación con los recursos científicos de la física, la química y la biología nos ha otorgadouna capacidad para modificar la naturaleza de lo que nos rodea, que supera lo que antañopudimos haber soñado. Pero esto no cambia el hecho de que un hombre, además de ser unconjunto de átomos, moléculas y células, es también un compuesto formado por unconjunto de historias. La cuestión, planteada de este modo, se presta para pensar que laafirmación acerca de los átomos, las moléculas y las células es científica, mientras que laafirmación acerca de las historias es filosófica o poética, pero, sin embargo, si tratáramosde definir a Picasso, como ser humano, encontraríamos una mejor ayuda en elconocimiento de su biografía que la que podríamos obtener afirmando que es un conjuntode átomos que pesa setenta y ocho kilos. Una cosa es lo que uno es, físicamente hablando,y otra de dónde viene uno y sobre todo, como señalan Ortega, Sartre, Heidegger yWeizsaecker, hacia dónde va “psíquicamente”. Si muchas veces, para referirnos a nuestrosmás caros deseos, hablamos de nuestros sueños, como lo hiciera Luther King en su famosodiscurso “Tengo un sueño”, podemos decir, junto con Próspero, que estamos hechos de lasustancia de los sueños.Las historias que conforman nuestra vida pueden ser grandes o pequeñas, peroindependientemente de cuál sea su tamaño, todas ellas se integran con las historias denuestros semejantes para configurar una red. Infeld señala que la totalidad de los sucesosposibles constituye un mundo cuatridimensional, pero la totalidad de los sucesos posibles,es decir actuales y potenciales, siempre es algo más que lo que puede ser dicho en unmomento dado, lo cual implica la noción, realmente subversiva, de que todo puede sertambién de otra manera. Así lo afirma la física de nuestra época frente a lo que ocurre ensu campo de estudio, y así resulta ser cuando nos enfrentamos con el relato de una historia.La historia de una vida es inconmensurable y, por lo tanto, cualquier versión acerca de ella,como lo muestra Pirandello en Seis personajes en busca de un autor, contendrá sólo unfragmento transitorio de la verdad buscada, pero al mismo tiempo ese fragmentomantendrá siempre una conexión de sentido con la desconocida historia que “subyace”. Silo comparamos con los capítulos que, como otros tantos cuentos, integran una novela,unidos por un hilo argumental, deberemos reconocer que la historia de una vida es unfragmento de otra historia que incluye la historia de su mundo.Weizsaecker escribió: “no se puede traducir el idioma de las enfermedades al dialecto de lafísica y la química, y si a pesar de todo se hace, se cometen errores. Es más acertadointerpretar cada historial clínico como la historia de una vida, traducir el lenguaje de laenfermedad al lenguaje de la biografía”. Después agrega, en uno de sus párrafos másconmovedores: “yo quisiera ser lo suficientemente joven para poder empezar ahora estatarea, pero espero, confiado, que vendrán investigadores más jóvenes para llevarla a cabo”.No se trata de una tarea pequeña. Fui, debo decirlo, uno de esos jóvenes que dedicó su vidaal intento de llevarla a cabo, y ahora, cuando ya no soy joven, me siento en la necesidad dedecir, como Weizsaecker, que confío en que vendrán otros, más jóvenes.116
La oportunidad que precede al enfermarCuando estudiamos de qué modo ingresamos en la enfermedad, llegamos a la conclusiónde que siempre la precede un drama “actual” cuya historia “se oculta en el cuerpo”mediante la enfermedad. Si el camino de la enfermedad puede ser visto como un caminoequivocado, el primer paso desafortunado en la trayectoria lo constituye el haber recurridoal procedimiento que nos permitió esconder la crisis biográfica “actual” negando suurgencia. Su beneficio inmediato es el alivio del drama; el precio que se paga depende decómo la enfermedad evolucione, que es una forma de decir que depende del ulteriordestino de ese primer movimiento que la constituyó. Es necesario sin embargo queaclaremos un punto: el camino de retorno tampoco será un movimiento sencillo. Por estemotivo Freud pudo decir que la enfermedad es un oponente digno, queriendo significar conello que no debíamos menoscabar el propósito que la constituyó. Por la misma razónsostuvo Weizsaecker que, frente a la enfermedad (mejor sería decir: frente a la historia quela enfermedad oculta y “representa”), nuestra actitud no debería ser (como se suele pensar)“fuera con ella”, sino, por el contrario, debería corresponder a la expresión “sí, pero no deeste modo”.Se suele decir que una persona ha elegido el mal camino cuando elige el camino de ladelincuencia. Samuel Butler escribió, en 1872, un libro que tituló Erewhon, una inversióncasi exacta de nowhere, cuyo significado coincide con la etimología de “utopía”. En eselibro imaginó una sociedad, distinta de la nuestra, que atendía a los delincuentes en elhospital y enviaba a los enfermos a la cárcel. Citamos la sátira de Butler, porque al invertirlos destinos sociales de esas dos “desgracias”, revelaba su comprensión de que laenfermedad era la manifestación de un camino “moral” equivocado. No deberíamosmenospreciar la importancia de ese primer error. Recordemos a Freud cuando señala quees por cierto demasiado triste que en la vida, como en el ajedrez, suceda que una movidaen falso puede forzarnos a dar por perdida la partida. Sabemos que es imposible vivir sincometer errores, tenemos que contar con eso, pero no todos nos conducirán a un dañoirreversible. La situación se agrava sin duda cuando, en lugar de enfrentarnos con el dolor,dando lugar al proceso que denominamos duelo, elegimos evitarlo.En los primeros momentos, cuando el dolor arrecia, el intentar alejarlo de nuestraconciencia y de nuestros pensamientos para tomarnos un respiro, puede formar parte deuna actitud saludable. Pero, claro está, cuando pasado ese primer impacto insoportable,intentamos volver a conectarnos con lo que necesitamos duelar, nos encontraremos con elrecuerdo traumático de ese dolor que conserva su intensidad primitiva y experimentaremosla tentación de postergar el duelo, forzando la duración del alivio que la distracción nosprodujo. Dado que en los cementerios las lápidas, como los antiguos monolitos y obeliscos,conmemoran un lugar al cual se atribuye la propiedad de reactivar un determinado duelo,solemos ver en ellas un símbolo de aquellas señales que nos invitan a alejarnos de un lugarque nos hará sufrir. Aunque, como es obvio, también nos indican el lugar al cual debemosvolver (con la periodicidad que dictan las costumbres) para honrar nuestros duelos. Aquí,como en tantas otras circunstancias, en el equilibrio reside la virtud, porque si no nosalejamos de un modo suficiente, el dolor nos lacera más allá de nuestras posibilidades derecuperación, pero cuando nos alejamos demasiado durante demasiado tiempo, norealizamos el duelo y nuestras energías, entretenidas en mantener a duras penas unadistancia indolora, no nos alcanzarán para un vivir saludable, embarcándonos en un futuroclaudicante que, como sucede con un vino que se añeja mal, suele empeorar con los años.117
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