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Fundación Luis Chiozza

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La oportunidad que precede al enfermarCuando estudiamos de qué modo ingresamos en la enfermedad, llegamos a la conclusiónde que siempre la precede un drama “actual” cuya historia “se oculta en el cuerpo”mediante la enfermedad. Si el camino de la enfermedad puede ser visto como un caminoequivocado, el primer paso desafortunado en la trayectoria lo constituye el haber recurridoal procedimiento que nos permitió esconder la crisis biográfica “actual” negando suurgencia. Su beneficio inmediato es el alivio del drama; el precio que se paga depende decómo la enfermedad evolucione, que es una forma de decir que depende del ulteriordestino de ese primer movimiento que la constituyó. Es necesario sin embargo queaclaremos un punto: el camino de retorno tampoco será un movimiento sencillo. Por estemotivo Freud pudo decir que la enfermedad es un oponente digno, queriendo significar conello que no debíamos menoscabar el propósito que la constituyó. Por la misma razónsostuvo Weizsaecker que, frente a la enfermedad (mejor sería decir: frente a la historia quela enfermedad oculta y “representa”), nuestra actitud no debería ser (como se suele pensar)“fuera con ella”, sino, por el contrario, debería corresponder a la expresión “sí, pero no deeste modo”.Se suele decir que una persona ha elegido el mal camino cuando elige el camino de ladelincuencia. Samuel Butler escribió, en 1872, un libro que tituló Erewhon, una inversióncasi exacta de nowhere, cuyo significado coincide con la etimología de “utopía”. En eselibro imaginó una sociedad, distinta de la nuestra, que atendía a los delincuentes en elhospital y enviaba a los enfermos a la cárcel. Citamos la sátira de Butler, porque al invertirlos destinos sociales de esas dos “desgracias”, revelaba su comprensión de que laenfermedad era la manifestación de un camino “moral” equivocado. No deberíamosmenospreciar la importancia de ese primer error. Recordemos a Freud cuando señala quees por cierto demasiado triste que en la vida, como en el ajedrez, suceda que una movidaen falso puede forzarnos a dar por perdida la partida. Sabemos que es imposible vivir sincometer errores, tenemos que contar con eso, pero no todos nos conducirán a un dañoirreversible. La situación se agrava sin duda cuando, en lugar de enfrentarnos con el dolor,dando lugar al proceso que denominamos duelo, elegimos evitarlo.En los primeros momentos, cuando el dolor arrecia, el intentar alejarlo de nuestraconciencia y de nuestros pensamientos para tomarnos un respiro, puede formar parte deuna actitud saludable. Pero, claro está, cuando pasado ese primer impacto insoportable,intentamos volver a conectarnos con lo que necesitamos duelar, nos encontraremos con elrecuerdo traumático de ese dolor que conserva su intensidad primitiva y experimentaremosla tentación de postergar el duelo, forzando la duración del alivio que la distracción nosprodujo. Dado que en los cementerios las lápidas, como los antiguos monolitos y obeliscos,conmemoran un lugar al cual se atribuye la propiedad de reactivar un determinado duelo,solemos ver en ellas un símbolo de aquellas señales que nos invitan a alejarnos de un lugarque nos hará sufrir. Aunque, como es obvio, también nos indican el lugar al cual debemosvolver (con la periodicidad que dictan las costumbres) para honrar nuestros duelos. Aquí,como en tantas otras circunstancias, en el equilibrio reside la virtud, porque si no nosalejamos de un modo suficiente, el dolor nos lacera más allá de nuestras posibilidades derecuperación, pero cuando nos alejamos demasiado durante demasiado tiempo, norealizamos el duelo y nuestras energías, entretenidas en mantener a duras penas unadistancia indolora, no nos alcanzarán para un vivir saludable, embarcándonos en un futuroclaudicante que, como sucede con un vino que se añeja mal, suele empeorar con los años.117

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