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Fundación Luis Chiozza

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con ellos construimos, en un proceso de síntesis, la parte de nuestra carne que se gastadurante el vivir. Hay una etapa de la vida embrionaria en la cual el organismo se alimentapor difusión y no necesita descomponer. El entorno materno le brinda entoncesdirectamente los elementos simples, de manera que lo único que el pequeño embrión tieneque hacer es usarlos para componer su propia sustancia. La expresión “quiere la papa en laboca”, aunque manifiestamente compara a un adulto con un niño dependiente que ya sealimenta con sólidos, alude a una situación cuya representación más acabada se encuentraen la etapa embrionaria (blastocística), que funciona según el modelo de una alimentaciónen la cual la asimilación se realiza sin un esfuerzo digestivo propio. Transcurrida esa etapacada uno debe realizar, para poder vivir, el esfuerzo de descomponer. Es claro que no setrata sólo de los alimentos, ya que vivir es enfrentarse con un mundo complejo en unarelación que, en distintos intervalos de tiempo, ingresa en “puntos críticos”, en dificultadesque es imprescindible procesar.En nuestro modo de abordar y superar las dificultades que se nos presentan en la vidaintervienen “las razones del corazón que la razón ignora”, pero es muy frecuente que,cuando pensamos en esas dificultades, lo hagamos en términos racionales. Las dificultadesconfiguran entonces problemas que, cuando no son “insolubles”, reclaman una solución, esdecir que tienen que ser “disueltos” o, como solemos decir, “resueltos”. Con este finanalizamos los problemas, intentamos descomponerlos en sus elementos más simples,“yendo por partes”, para luego componer (recombinando los elementos en una actividad desíntesis) una conducta que funcione de manera satisfactoria como una “respuesta” alproblema. Cuando hablamos entonces, de “descomponer” el mundo, no nos referimossolamente a la digestión de los alimentos o al proceso mediante el cual se descomponen lasideas complejas para “asimilarlas”, es decir, para que formen parte de nuestro intelecto,sino también a la capacidad para “descomponer” una dificultad material y práctica comopor ejemplo pagar una hipoteca que grava nuestra vivienda y que puede llegar apresentarse en nuestra vida como una contrariedad compleja. Corriendo el riesgo desimplificar demasiado diremos que, integrando nuestras investigaciones sobre lo hepáticocon lo que estudiamos recientemente acerca de los hongos, llegamos a comprender que unose aburre, se fastidia, se “mufa”, se “pudre” o se descompone, cuando no puede cumplircon el proceso que resumimos en la expresión “descomponer el mundo” (la palabra muffadesigna, en italiano, un hongo verde que aparece, por ejemplo, en el queso cuando no se loprotege de la humedad).Cuando, siendo ya un adulto, uno se encuentra con una dificultad que no se consideracapaz de resolver, también siente que le hace falta alguien que haga eso por uno, como yasucedió una vez, en nuestro remoto pasado embrionario, y muchas otras, durante nuestrainfancia, en las cuales sentimos la presencia de alguien que resolvía nuestra dificultades.Ese alguien “podía” y, a partir de allí, preferimos creer que existe siempre quien, más quepoderoso, es omnipotente. Alguien que si quisiera podría hacer por nosotros lo que nopodemos y que debería querer. Si eso no sucede sentimos, en primera instancia, que nospriva de algo a lo que tenemos derecho y, luego, aún peor, sentimos que nos “quita” lo quenecesitamos con la misma fuerza de la necesidad que sentimos. En otras palabras: delmismo modo en que el bebé siente que la mamá ausente, que no lo alimenta, es una madremala que lo devora con la fuerza con que el hambre devora al bebé, cuando no podemos“descomponer” una contrariedad perentoria sentimos que la dificultad nos descompone.Podemos decir entonces que, así como el trauma del nacimiento, del estar naciendo,configura el modelo de la angustia y el trauma de recién haber nacido configura el modelode la desolación, el trauma de haber tenido que salir de la etapa en que otro realizaba por141

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