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Fundación Luis Chiozza

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uno el trabajo de digerir, para empezar a tener que descomponer con el esfuerzo propio,configura el modelo de un sentimiento fundamental que llamamos “sentimiento dedescompostura”.El drama de la descompostura, la angustia y la desolaciónVolvamos ahora, terminados los cuatro capítulos, al estado afectivo crónico que semanifiesta como abulia o como desgano, y que a veces nos lleva a sentir que nuestra vida“no es vida”. Dijimos que un callejón sin salida nos produce ese oscuro temor al futuro quedenominamos angustia, en el cual sentimos que algo tenemos que hacer, pero sin saberqué. Hablamos de un tipo de pérdida que experimentamos como ser abandonados ycondenados por los que más amamos, y agregamos que esta situación, que conduce aldesánimo y a una grave disminución de la autoestima, hasta el extremo de sentir quenuestra vida no tiene sentido, configura el sentimiento que llamamos “desolación”.Señalamos también que la incapacidad para realizar el esfuerzo de procesar el mundo quenos rodea, es decir, para conformarlo a la medida de nuestras necesidades, nos generaabulia, fiaca, aburrimiento, náuseas, y puede alcanzar al extremo del deseo, no siempreconciente, de desaparecer, que se manifiesta a veces transitoriamente como una lipotimia,una forma de la descompostura que se caracteriza por un estado de “sudor frío”, mareos,inestabilidad en el equilibrio y pérdida de la conciencia, que se suele denominar“desmayo”.Aunque el psicoanálisis ha reconocido sentimientos fundamentales, como es el caso delsentimiento de culpabilidad, que desempeñan un papel muy importante en la determinaciónde los sufrimientos físicos y psíquicos, la angustia constituyó el último referente a partirdel cual comprendimos las distintas vicisitudes que se presentan en el consultorio delmédico o del psicoterapeuta, como consecuencias derivadas de las distintas estrategias queprocuran evitarla. Junto a la angustia y en un mismo nivel de jerarquía, reconocemos ahoraotros dos sentimientos: la desolación y la descompostura. En la descompostura, el modeloconstituido por el trauma de tener que “digerir” con un esfuerzo propio constituye unarepresentación de una circunstancia actual en la que no logramos procesar una gravecontrariedad en el mundo. En la angustia, el “modelo” que determina su cualidad y alude auna experiencia actual de “callejón sin salida” corresponde al trauma del nacimiento. En ladesolación, el modelo del desamparo neonatal temprano encubre, expresa y representa lacondena y el abandono que, de acuerdo con lo que sentimos, “nos inflige” actualmente lapersona para la cual vivimos. No es difícil reconocer allí la operación de sentimientos deculpa frecuentemente inconcientes.No cabe duda de que la descompostura es un afecto, ya que una persona manifiestasentirse descompuesta. Sin embargo, se lo describe fundamentalmente en términoscorporales: “me mareo, me falta el aire, me desmayo” y se lo suele atribuir a “algo quecomí y que me cayó mal”. En la desolación predominan en cambio, junto a unas pocas ymal definidas sensaciones “somáticas”, las experiencias “psíquicas” vinculadas al desgano,la abulia, el desánimo, la desmoralización y la tristeza. En la angustia, las sensaciones“somáticas”, predominantemente cardiorrespiratorias, y los sentimientos “psíquicos” semezclan en una proporción semejante. Si tenemos en cuenta que los modelos queconfiguran la cualidad de estos tres afectos (macroafectos) se ordenan “cronológicamente”de manera que el de la descompostura es embrionario-fetal, el de la angustia es perinatal, y142

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