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Fundación Luis Chiozza

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vuestras últimas ilusiones”, dado que, sin duda, la esperanza contiene una ilusión. Sijuzgamos por lo que la psiquiatría establece, una ilusión es el producto de una percepciónerrónea, de manera que la desilusión equivale, desde este punto de vista y por más dolorosaque sea, a la “curación” de una ilusión. La etimología confirma lo que la psiquiatría afirma,porque ubica la palabra “decepción” en una misma familia, con palabras tales como“concepción”, “recepción”, “excepción” y “percepción”, cuya última parte, común a todas,posee el significado de “captar”. El significado de “decepción” es desilusión o desengaño.La decepción es la consecuencia de un engaño, y el engaño consiste en haber captado mal.En nuestro idioma tiene connotaciones afectivas importantes, como se ve bien claramentecuando hablamos de un desengaño amoroso, o cuando nos referimos a nuestra decepcióncon un amigo, con un hijo o con nosotros mismos. Sin embargo, los proverbios perduranpor obra de una experiencia que en una cierta medida los avala, y un proverbio dice que deilusión también se vive. ¿De qué depende pues que la esperanza no nos decepcioneprecipitándonos nuevamente en la desesperación? Podríamos referirnos ahora a quedebemos cuidarnos del “tamaño” excesivo de algunas ilusiones, de su desmesura, de sudesubicación cualitativa con respecto a los términos en que funciona la realidad o de suerrónea evaluación de nuestras fuerzas, pero quizás sea mejor decirlo aludiendo a lo quenos aconseja otro proverbio español: “A Dios rogando y con el mazo dando”, ya que lascosas, en la realidad, no se acomodan solas. Pero esto implica que debemos, como decíaFreud, “tener la espalda acostumbrada a inclinarse ante la realidad”, lo cual equivale adecir que debemos tener la disposición para hacer duelos. Recordemos, una vez más, loque el neonato nos enseña: su salvación y el duelo que realiza son dos caras de la mismamoneda.Convivencias mejores y peoresUna película reciente dirigida por Robert Zemeckis y protagonizada por Tom Hanks,Náufrago, nos muestra de manera concreta, convincente y sencilla que para poder vivir esnecesario convivir. El protagonista, confinado en una isla desierta, tiene que crearse unpersonaje artificial (una pelota, Wilson) con el cual dialogar para poder sobrevivir.Testimonia la importancia que adquiere esta relación el profundo dolor que le produce lapérdida de Wilson en el mar y su disposición a arriesgar la vida para recuperarlo. Si bien escierto que vivir es convivir, hay convivencias mejores y peores. Profundizar en elconocimiento de las convivencias malas quizás pueda ayudarnos a convivir mejor. Talcomo antes señalamos, encontramos la fuente primordial de nuestros sufrimientos en laangustia, en la desolación y en la descompostura. La angustia señala el temor a un dañoque no se ha realizado todavía, y el sentimiento que la caracteriza se experimentaprecisamente frente al hecho de que “algo tenemos que hacer”. La descompostura revela laoperación de un daño actual que nos inflige el entorno o, dicho de otro modo, la vida. Laangustia y la descompostura nos indican que, aun sin saber cómo, queremos vivir. Ladesolación en cambio sustrae de nuestra vida el incentivo, aunque supiéramos cómo, nosabemos para qué vivir. La conclusión es clara, la angustia y la descompostura nosenfrentan con un problema que, en cierto modo es “técnico”, se trata de saber cómo lucharpara vivir. La desolación, en cambio, es un producto actual de una pérdida que ya se hasufrido y que nos enfrenta con un problema “moral”. Se trata de un “abandono” que nosdesmoraliza en el doble sentido de pérdida del ánimo con el cual se vivía y de perdida delmérito que justifica nuestra vida. Recordemos la famosa frase que más de una vez citamos:“el que tiene un porque para vivir soporta casi cualquier cómo”.154

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