identidad de un individuo y contribuye, por el hecho de generar los bienes que seconsumen, a la dignidad del que los produce, aumentando sus recursos para unagenerosidad que refuerza la autoestima.El deporte cuando no se realiza como una actividad profesional que lo transforma en untrabajo, cuando se ejerce como un amateur, aparece como el producto de una exuberanciavital similar a la que encontramos en el juego y como un placer que no se orienta hacia lacreación de bienes sino que, a lo sumo, se dirige hacia la búsqueda, en cierto modo egoísta,de un bienestar que por el hecho de ser egoísta no tiene por qué ser, necesariamente, pocosaludable. Acerca del juego se puede decir que es una acción que no se hace “en serio”,pero tampoco en vano. Si el pensamiento, en su origen nace como una necesidad deanticipar las consecuencias y los modos posibles de la acción, es suficiente ver a un gatopequeño jugando con una pelotita de papel para comprender que el juego constituye unavance en la misma dirección, que va desde el “como si” hacia la acción definitiva. Es unentrenamiento, un ensayo, un preparativo para una acción eficaz, y cuando se trata de unaactividad en la cual la participación muscular desempeña un papel muy importante, eljuego llega a coincidir con lo que denominamos deporte. Podríamos decir que un ingenieropiensa en el avión que va a construir cuando lo dibuja, y que cuando coloca una maquetaen el túnel de prueba para ver lo que sucederá, realiza de manera conciente lo que esinconciente en el juego. Junto al juego libre y espontáneo, que los ingleses denominanplay, una enorme variedad de juegos reglados, de games, nos testimonia la importancia queposee el juego en la vida del hombre. El arte nace de una necesidad distinta; no cabe dudade que su fuente es el afecto, una emoción que embarga el ánimo y lo catapulta en labúsqueda inevitable de una forma de expresión. Pero, claro está, no toda forma deexpresión es arte, la obra de arte es siempre el producto de un encuentro original que lograconmover, presentándonos las cosas familiares en formas y maneras novedosas que no sonfamiliares y que, precisamente por eso, son capaces de liberar nuestro afecto de la murallacotidiana que lo reprime.Es importante subrayar que todas estas actividades (el trabajo, el arte, el deporte y el juego)se mezclan en todo ser humano en distinta proporción y además que, como ya lo hemosdicho, se interpenetran, logrando de tal modo que cada una de ellas se enriquezca con lacontribución de las otras. Precisamente por esto es difícil, y además discutible, distinguir,en las actividades humanas, entre la utilidad y el lujo como representante de lo que “está demás”. Sin lugar a dudas es superfluo el lujo que a veces encontramos en la ruina y en ladecadencia, pero si nos atenemos a lo que el término designa, superfluo es todo aquelloque, como alguna vez se dijo de las ciencias “puras”, no satisface una necesidad. Quedaclaro entonces (con el ejemplo de las ciencias “puras”) que no es un asunto sencillo marcarlos límites de lo que en definitiva es necesario. Entre los utensilios que utilizamos a diariono existe uno cuya forma haya sido trazada sin ninguna consideración a la belleza,atendiendo solamente a la necesidad de su función. ¿Quién podría, en razón de qué motivo,con cuál justificación, aceptar que la belleza es superflua? ¿Deberíamos entonces incluirla,forzadamente, en la categoría de la utilidad?El descanso y la diversiónExisten fundamentalmente dos maneras de cansarse. Una, que puede comprenderse usandocomo modelo el trabajo muscular, suele conducir a cesar la actividad que ha producido la52
fatiga. Lo esencial de esa manera consiste en que si uno descansa “de lo que hizo” podrá,eventualmente, volver a realizarlo. La otra es más compleja, se aproxima a lo quedenominamos hastío, tedio o fastidio, depende de una mala relación con la tarea queproduce el cansancio, a menudo estereotipada y monótona, y no siempre se remedia coninterrumpir la actividad que cansa, sino que muchas veces requiere “verter” el ánimo enotra actividad, que funciona entonces como una diversión. Hay una tercera forma delcansancio, muy común, que en realidad es una variación de la segunda, en la que elcomponente de aburrimiento y tedio permanece oculto mientras predomina en laconciencia una mezcla de agotamiento, desgano y malestar, que a veces convoca el nombrede stress (sustituto del antiguo surmenage) y otras veces el de “depresión”.Cuando ese estar cansado de un cansancio que no desaparece descansando se manifiesta demanera crónica, esconde casi siempre sentimientos de fracaso y suele ser inmune a laterapia que aconseja reposo, entretenimiento y diversión, en un entorno aireado, soleado ysaludable, desconectado del ambiente al cual se atribuye el trauma. Un entorno con el cualel campo, el mar o la montaña contrarrestan la ciudad. Estamos hablando, que duda cabe,de vacaciones, y en un contexto, el del cansancio crónico, donde pueden llegar hasta elextremo de adquirir el carácter obligatorio (y algunas veces amargo) de los hábitosfamiliares inveterados e inevitables, o el estilo chic de las costumbres refinadas que serepiten automáticamente, avaladas por los consejos médicos. Baños termales, hidrojets,cama solar, masajes, aplicaciones de fango, ejercicio suave y dieta de desintoxicacióncombinan la idea de relax con la promesa de una verdadera “cura”. Constituyen laalternativa reposada de la modalidad opuesta, representada por un entretenimientoexcitante que permita “olvidar” el malestar, practicando deportes, jugando en el casino oeligiendo entre los múltiples programas que pueden realizarse por la noche. Entre ambasalternativas encontramos los viajes de turismo, en los cuales la diversión toma la forma delcontacto estimulante con panoramas, con costumbres, con culturas y con cosas que sepueden comprar. Pero es difícil que el reposo, la excitación o el turismo funcionen comosolaz y esparcimiento del espíritu en la tercera forma del cansancio, en la cual, con lasganas atrapadas en la contrariedad, la depresión y el malhumor, queda muy pocadisposición para esparcir.La vacación, sea en la Costa Azul o en el balneario Municipal, es una institución socialcuya vigencia fue necesaria un día, como imprescindible interrupción periódica de unalabor cotidiana que acumula progresivamente malestar en el hombre que la ejerce. Hay sinduda tareas (forzoso es admitirlo) que son imprescindibles en la organización social y quereclaman periódicamente vacación, pero hay otras (y es bueno saberlo) que cuando seprofesan llevan dentro de sí, inextricablemente unidos, trabajo, diversión y vacación.¿Podríamos acaso imaginarnos a Picasso, en pleno veraneo, absteniéndose de pintar,modelar o dibujar? Tal vez alguien querrá decirme ahora que el arte no es trabajo, o que loes de un modo muy particular, pero podríamos pensar en Einstein absteniéndose dereflexionar en vacaciones. Si tampoco la ciencia, la ingeniería, la arquitectura o lainformática valen como ejemplos, tal vez nos ayude reparar en aquellos carpinteros,cocineros o mecánicos que profesan su actividad con entusiasmo y que, como un gatito quejuega y ataca la pelota desde otra dirección, se divierten dentro de la tarea que ejecutan.El trabajo sin arte y sin juego, el trabajo en el que no se compromete la creatividad, es untrabajo que funciona como una tortura, como una condena que enferma, pero que, sobretodo, embrutece, porque es un trabajo cruel que carece, en su interior, de la diversión que,53
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