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Fundación Luis Chiozza

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identidad de un individuo y contribuye, por el hecho de generar los bienes que seconsumen, a la dignidad del que los produce, aumentando sus recursos para unagenerosidad que refuerza la autoestima.El deporte cuando no se realiza como una actividad profesional que lo transforma en untrabajo, cuando se ejerce como un amateur, aparece como el producto de una exuberanciavital similar a la que encontramos en el juego y como un placer que no se orienta hacia lacreación de bienes sino que, a lo sumo, se dirige hacia la búsqueda, en cierto modo egoísta,de un bienestar que por el hecho de ser egoísta no tiene por qué ser, necesariamente, pocosaludable. Acerca del juego se puede decir que es una acción que no se hace “en serio”,pero tampoco en vano. Si el pensamiento, en su origen nace como una necesidad deanticipar las consecuencias y los modos posibles de la acción, es suficiente ver a un gatopequeño jugando con una pelotita de papel para comprender que el juego constituye unavance en la misma dirección, que va desde el “como si” hacia la acción definitiva. Es unentrenamiento, un ensayo, un preparativo para una acción eficaz, y cuando se trata de unaactividad en la cual la participación muscular desempeña un papel muy importante, eljuego llega a coincidir con lo que denominamos deporte. Podríamos decir que un ingenieropiensa en el avión que va a construir cuando lo dibuja, y que cuando coloca una maquetaen el túnel de prueba para ver lo que sucederá, realiza de manera conciente lo que esinconciente en el juego. Junto al juego libre y espontáneo, que los ingleses denominanplay, una enorme variedad de juegos reglados, de games, nos testimonia la importancia queposee el juego en la vida del hombre. El arte nace de una necesidad distinta; no cabe dudade que su fuente es el afecto, una emoción que embarga el ánimo y lo catapulta en labúsqueda inevitable de una forma de expresión. Pero, claro está, no toda forma deexpresión es arte, la obra de arte es siempre el producto de un encuentro original que lograconmover, presentándonos las cosas familiares en formas y maneras novedosas que no sonfamiliares y que, precisamente por eso, son capaces de liberar nuestro afecto de la murallacotidiana que lo reprime.Es importante subrayar que todas estas actividades (el trabajo, el arte, el deporte y el juego)se mezclan en todo ser humano en distinta proporción y además que, como ya lo hemosdicho, se interpenetran, logrando de tal modo que cada una de ellas se enriquezca con lacontribución de las otras. Precisamente por esto es difícil, y además discutible, distinguir,en las actividades humanas, entre la utilidad y el lujo como representante de lo que “está demás”. Sin lugar a dudas es superfluo el lujo que a veces encontramos en la ruina y en ladecadencia, pero si nos atenemos a lo que el término designa, superfluo es todo aquelloque, como alguna vez se dijo de las ciencias “puras”, no satisface una necesidad. Quedaclaro entonces (con el ejemplo de las ciencias “puras”) que no es un asunto sencillo marcarlos límites de lo que en definitiva es necesario. Entre los utensilios que utilizamos a diariono existe uno cuya forma haya sido trazada sin ninguna consideración a la belleza,atendiendo solamente a la necesidad de su función. ¿Quién podría, en razón de qué motivo,con cuál justificación, aceptar que la belleza es superflua? ¿Deberíamos entonces incluirla,forzadamente, en la categoría de la utilidad?El descanso y la diversiónExisten fundamentalmente dos maneras de cansarse. Una, que puede comprenderse usandocomo modelo el trabajo muscular, suele conducir a cesar la actividad que ha producido la52

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