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Fundación Luis Chiozza

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temperatura ambiente, de modo que también siente frío, un frío que, con las primerasinspiraciones, se le mete en los pulmones. El pasaje por el canal del parto debe hacerlosentir con todo el cuerpo dolorido y especialmente con dolor en la cabeza, con la cual“abre” el canal. Son los mismos síntomas que caracterizan el síndrome gripal, el cual, si nose presentan complicaciones, dura una semana, tanto como dura la condición de neonato.En esas circunstancias, el neonato recorrerá la primera semana de su vida extrauterina entredos tendencias, una ilusoria, representada por la idea de volver al interior de la madre, y laotra acorde con la realidad, que implicará un proceso de duelo frente a la diferencia entre lamadre umbilical y la nueva madre “pecho”, que alimenta entre intervalos de ausencia, conuna sustancia que hay que succionar y que exige un proceso digestivo, en un mundo dondese respira con un esfuerzo muscular. Cuando este proceso transcurre normalmente, elrecién nacido “se salva”. Vemos que se prende al pecho, aumenta de peso, duerme muchashoras y llora mucho menos.En los dos primeros meses de su vida extrauterina, el bebé buscará, en el contacto con lamadre, en los “mimos” que lo reconfortan, acercarse lo más que pueda a las condiciones enque vivió dentro del útero. Algunas experiencias realizadas señalan que posteriormente, enel período comprendido entre los dos y lo cinco primeros meses, pondrá su mirada en focopara una distancia de unos veinte centímetros, lo cual parece significar con claridad que nose dispone para ver el pezón que lo alimenta sino el rostro de la madre en su totalidad. Enel transcurso de este período, el intercambio de miradas de reconocimiento queda ligado aun fenómeno cuya importancia es mayúscula: la sonrisa. Recordemos que la sonrisa, enopinión de Freud, corresponde a la relajación de las mejillas que sobreviene junto con lasatisfacción de la necesidad en el acto de mamar. Lo cierto es que, cuando el bebe sonríesintiéndose gratificado, la madre, a su vez, desde el recuerdo inconciente que proviene desu más tierna infancia, sonríe sintiéndose agradecida, y esta sonrisa en simpatía, queenternece la cara e ilumina la mirada, deviene a un mismo tiempo símbolo representante ysigno indicador de la salvación y de la gratitud. Será una representación (contraria a la quellamamos “mala cara”) de una experiencia que ese niño, durante toda su vida, guardará yreactualizará como un íntimo tesoro o que, en la medida en que no la lleve “viva” adentro,buscará revivir con ahínco en el mundo. La mirada y la sonrisa inician, pues, un proceso dereconocimiento que más tarde, luego de un largo periplo, se buscará obtener mediante laspalabras. Durante ese periplo el bebé, que inaugura su sentimiento de existir como alguienen la medida en que se siente mirado, encontrará en la sonrisa la convicción de seraceptado. Más adelante, entre los cinco y los nueve meses, en la etapa en que las manos dela madre todavía lo limpian, lo acarician, lo visten y lo desvisten, cooperará y alternará conella. Entre los nueve y los dieciocho meses, en la época en que el nieto de Freud buscabaelaborar, jugando con un carretel, la periódica ausencia materna, el niño distingue el humorde la madre, antes de acceder al desarrollo pleno de un intercambio verbal, contemplandosu cara. Dado que son etapas cuyo funcionamiento perdura en el adulto, no se puedensustituir unas con otras. Es imposible, por ejemplo, que las palabras sustituyan la ausenciadel beneplácito otorgado por la mirada y la sonrisa. Basta con reparar en el hecho de queuna mirada fija que dure más que unos pocos segundos funciona (no sólo entre los sereshumanos, sino también entre algunos primates) como una invitación a la pelea o al “sexo”.La desolación en la convivenciaDe un modo análogo a como la angustia, en el adulto, toma su modelo del trauma de150

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