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Fundación Luis Chiozza

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SOBRE BUENAS Y MALAS MANERAS DE VIVIR LA VIDADecálogo del marinoSe suele decir “esto no es vida”, como si la mala vida no formara parte de la vida, o comosi la vida tuviera, por contrato, que ser buena. El sentimiento de que la verdadera vida seencuentra en otra parte nace muchas veces, como la envidia, de proyectar sobre los otrosun goce imaginario que es el producto de un deseo. Cuando construimos nuestra idea de lasatisfacción ajena vemos allí, realizado, lo contrario de nuestro sufrimiento actual. Lafelicidad se piensa de ese modo, como una especie de holograma esquivo, inaferrable, quese dibuja con la proyección invertida de nuestro malestar.Una parte de la vida, a veces para mal, y otras veces para bien, se realiza siempre de unmodo distinto a como la habíamos pensado. Cuando el resultado no nos gusta, lo últimoque cuestionamos son las ilusiones que nos habíamos forjado. Es cierto que “de ilusióntambién se vive”, pero esto funciona cuando somos capaces de aceptar, al mismo tiempo,la cuota de desilusión que acompaña siempre a las satisfacciones reales. Algunos idealespueden ayudarnos a mejorar la vida, pero es necesario distinguirlos de las ilusionesempecinadas que nos alejan de la realidad y la empeoran. En ese sentido se puede decirque la idea frecuente de que “soñar no cuesta nada” es errónea. Creemos, en primerainstancia, que la posibilidad de gozar depende del obtener lo deseado. Sin embargo,depende mucho más de la capacidad de tolerar la diferencia entre lo esperado y loobtenido.Aunque solemos decir que la felicidad no existe, nos gusta pensar que, por lo menos, vivirsin sufrir será posible. Hay, sin duda, maneras peores y mejores de vivir, porque el dolor,la impotencia, la renuncia, la carencia y el fracaso, que ocurren en la vida, pueden sermayores o menores. También pueden durar más o durar menos. Aunque el sufrimiento y elmalestar se atribuyen casi siempre a recuerdos del pasado y a percepciones del entornopresente, son sentimientos que se constituyen, como todos los sentimientos, consensaciones de distintas cualidades que se sienten en el cuerpo, que son actuales, y queoscilan entre topes de intensidad mínimos y máximos. Así ocurre que hay días en querepentinamente nos sentimos mejor aunque las penosas circunstancias por las cuales ayersufríamos no han cambiado en lo más mínimo. No hay duda de que los sufrimientospueden o no valer la pena, y que en esta valoración podemos acertar o equivocarnos.Cuando creemos, por ejemplo, que cada sufrimiento nos otorga frente al destino una cuotade derecho al bienestar, corremos el riesgo de aumentar nuestra penuria acumulandosufrimientos evitables con la ilusión de acumular derechos. Pero hay también buenosmotivos, motivos que valen la pena, para afrontar el dolor o para postergar el placer.Si pensamos que una ruina es una parte que conserva la capacidad de mostrarnos lo que elconjunto fue, o lo que podría haber sido en la plenitud de su forma, vemos que hay unamanera de vivir que arruina la vida, y un vivir “en forma”, como dice Ortega y Gasset, enel cual esa plenitud se realiza. Nos encontramos entonces, en la vida, con dos oposiciones.Por un lado, el sufrimiento o el goce; por el otro, la ruina o la realización plena de nuestrapropia forma. Hay pesares y placeres que son efímeros, y otros, como el sufrimiento que165

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