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Fundación Luis Chiozza

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cuando, llegado ese día, intentamos evadirnos negando el cambio inevitable que ya se hainiciado.El valor afectivo en la culturaForma parte de nuestra naturaleza, del modo en que somos, en el equilibrio inestable queconfigura la vida, la nostalgia de volver a lo que hoy recordamos, recuperando algo quesentimos perdido, o el anhelo por algo que aún no hemos logrado. Si todo proyecto naceteñido de nostalgias y de anhelos, y si la cultura no es solamente la posesión de unproducto, sino además un proceso, toda cultura funciona, a partir de lo que tenemos y de loque somos, impregnada por el proceso de procurar tener lo que hoy no tenemos o de ser loque hoy no somos. Es necesario subrayar ahora que la cultura, como un producto que seposee o como un proceso en curso que se quiere o que se debe cumplir, naceconsustanciada con las necesidades de nuestra naturaleza inestable, y que la primeramanifestación de esa necesidad será siempre un afecto, una emoción que, cuandotranscurre amplificada, alcanza los bordes constituidos por la pasión y el padecer.Vale la pena reflexionar, aunque sea un instante, sobre el hecho de que cuando decimosque lo que fue ha dejado ya de ser, o hablamos de lo que todavía no ha llegado a ser, hayuna manera del ser, en el presente, de la cual lo pasado y lo futuro carecen. Lopresente posee una realidad material, una forma particular del existir, que es distinta de lamanera en que existen lo pasado y lo futuro. Todo lo pasado y todo lo futuro solamenteexisten en el alma, como recuerdo lo pasado, como deseo, o como temor, lo futuro, pero nose ven, no se oyen, no se tocan ni se huelen. Lo que recuerdo, lo que deseo o lo que temono existen realmente en el presente; sin embargo, el recuerdo, el deseo o el temor, síexisten ahora, y son actuales porque actúan hasta el punto en que determinan por lo menosuna parte de lo que ocurre en el presente de mi realidad material. De acuerdo con lo queseñala Weizsaecker, sucede entonces que forma parte de lo que ahora es, el que quiera,pueda, deba, esté obligado a o tenga permiso de, que sea algo que ya o todavía no es.La fuerza patética de esta realidad pasional, padecida, que Weizsaecker llama “pática”, esuna experiencia ubicua consustanciada con la condición humana. Recordemos, porejemplo, la famosa frase de San Martín: “Serás lo que debas ser o serás nada”. Nos damoscuenta ahora de que si la cultura en sus formas primitivas (como agricultura, por ejemplo)contribuyó a la creación de la noción de tiempo, el recuerdo y el deseo (o el temor), queconforman las nociones de pasado y de futuro, reintroducen el tiempo en la cultura y lacultura en la naturaleza humana, como una parte importante de su inestabilidad creativa. Setrata de una inestabilidad creativa “natural” que “contiene” distintos valores “culturales”dentro de una jerarquía de la cual depende nada menos que la posibilidad deencaminarse hacia un fin. En la neurosis obsesiva, que adjudica a todos y a cada uno de losdetalles una importancia pareja, y que tiende a impedir la elección que determina el cursode un emprendimiento, encontramos un ejemplo que, por contrafigura, nos revela laimportancia enorme de una organización jerárquica. No cabe duda de que algo que esvalioso lo será únicamente por su ubicación en una gradación de valores que lo coloca,dentro de una serie, entre un valor mayor y otro menor. Privado de esta relación con elentorno constituido por los otros valores todo valor desaparece, esfumándose en unrelativismo que desconcierta cualquier tipo de acción.Las cinco categorías páticas de Weizsaeker (querer, poder, deber, estar obligado o tener73

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