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Fundación Luis Chiozza

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ENTRE PADRES E HIJOSLa concepción de un hijoEl primer contacto que se tiene con un hijo es siempre una idea que precede al deseoasumido de engendrarlo. Se trata de una idea que surge ya en la infancia, y no sólo en lasniñas, en las cuales suele ser más evidente, sino también en los varones. Pero hay un puntocrucial en esa idea, y es el momento de la vida adulta en que el acto genital amorosodespierta por primera vez la fantasía concreta de generar un hijo que sea, precisamente, elproducto de esa particular pareja, un niño, o una niña, que represente la combinatoria deesas dos personas. Decimos que un hijo ha sido concebido cuando se ha producido lafecundación mediante la unión de las células sexuales, pero la palabra que usamos,“concebir”, refiere claramente a ese proceso previo por el cual el hijo existe en la mente desus progenitores.El deseo de procrear se sostiene también en otros motivos que no siempre funcionan demanera saludable, como por ejemplo el deseo de los padres de que un hijo satisfaga lasambiciones que ellos no han podido realizar, que consolide su matrimonio, o que seconstituya en una compañía que mitigue los sentimientos de soledad que pueden albergaren su alma. Encontramos un caso extremo en la mujer “autosuficiente” que quiereengendrar un hijo “propio” sin formar una pareja estable y sin el deseo de otorgarle unpadre.El deseo de engendrar un hijo, como ocurre con todo deseo, no está exento deambivalencia. Ambos progenitores suelen sentir que les resulta difícil asumirse comopadres cuando todavía no han cumplido acabadamente con su deseo de ser hijos. La mujerembarazada expresa con frecuencia mediante náuseas y vómitos su rechazo inconciente auna unión tan entrañable con un hombre que, en el fondo, no ha dejado de sentir como unextraño, y cuyo hijo, a quien todavía siente como ajeno a sí misma, vive dentro de supropio cuerpo. Agreguemos a esto los celos que la relación de un hijo con cada uno de susprogenitores produce en el otro, y también la culpa que frecuentemente va unida a lasatisfacción de engendrarlo.Hemos oído decir más de una vez que cuando un padre intenta escuchar en el vientre de sumujer los latidos cardíacos fetales de su hijo está intentando elaborar la envidia que leproduce la maternidad. Aunque en algunos casos esto es lo esencial, no debe llevarnos adescuidar que el hecho de que también existe en el padre un interés curioso que lo preparapara la función paterna y que muchas veces se constituye como un interés amoroso ysolícito hacia una gestación que lo maravilla. Ese interés (que lleva al científico aexperimentar amor por lo que estudia e investiga) forma parte de la curiosidad, acerca de lacual pensamos que tal vez sea el más importante de los factores que, aun en lascondiciones más desesperadas, sostienen la supervivencia.26

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