uno el trabajo de digerir, para empezar a tener que descomponer con el esfuerzo propio,configura el modelo de un sentimiento fundamental que llamamos “sentimiento dedescompostura”.El drama de la descompostura, la angustia y la desolaciónVolvamos ahora, terminados los cuatro capítulos, al estado afectivo crónico que semanifiesta como abulia o como desgano, y que a veces nos lleva a sentir que nuestra vida“no es vida”. Dijimos que un callejón sin salida nos produce ese oscuro temor al futuro quedenominamos angustia, en el cual sentimos que algo tenemos que hacer, pero sin saberqué. Hablamos de un tipo de pérdida que experimentamos como ser abandonados ycondenados por los que más amamos, y agregamos que esta situación, que conduce aldesánimo y a una grave disminución de la autoestima, hasta el extremo de sentir quenuestra vida no tiene sentido, configura el sentimiento que llamamos “desolación”.Señalamos también que la incapacidad para realizar el esfuerzo de procesar el mundo quenos rodea, es decir, para conformarlo a la medida de nuestras necesidades, nos generaabulia, fiaca, aburrimiento, náuseas, y puede alcanzar al extremo del deseo, no siempreconciente, de desaparecer, que se manifiesta a veces transitoriamente como una lipotimia,una forma de la descompostura que se caracteriza por un estado de “sudor frío”, mareos,inestabilidad en el equilibrio y pérdida de la conciencia, que se suele denominar“desmayo”.Aunque el psicoanálisis ha reconocido sentimientos fundamentales, como es el caso delsentimiento de culpabilidad, que desempeñan un papel muy importante en la determinaciónde los sufrimientos físicos y psíquicos, la angustia constituyó el último referente a partirdel cual comprendimos las distintas vicisitudes que se presentan en el consultorio delmédico o del psicoterapeuta, como consecuencias derivadas de las distintas estrategias queprocuran evitarla. Junto a la angustia y en un mismo nivel de jerarquía, reconocemos ahoraotros dos sentimientos: la desolación y la descompostura. En la descompostura, el modeloconstituido por el trauma de tener que “digerir” con un esfuerzo propio constituye unarepresentación de una circunstancia actual en la que no logramos procesar una gravecontrariedad en el mundo. En la angustia, el “modelo” que determina su cualidad y alude auna experiencia actual de “callejón sin salida” corresponde al trauma del nacimiento. En ladesolación, el modelo del desamparo neonatal temprano encubre, expresa y representa lacondena y el abandono que, de acuerdo con lo que sentimos, “nos inflige” actualmente lapersona para la cual vivimos. No es difícil reconocer allí la operación de sentimientos deculpa frecuentemente inconcientes.No cabe duda de que la descompostura es un afecto, ya que una persona manifiestasentirse descompuesta. Sin embargo, se lo describe fundamentalmente en términoscorporales: “me mareo, me falta el aire, me desmayo” y se lo suele atribuir a “algo quecomí y que me cayó mal”. En la desolación predominan en cambio, junto a unas pocas ymal definidas sensaciones “somáticas”, las experiencias “psíquicas” vinculadas al desgano,la abulia, el desánimo, la desmoralización y la tristeza. En la angustia, las sensaciones“somáticas”, predominantemente cardiorrespiratorias, y los sentimientos “psíquicos” semezclan en una proporción semejante. Si tenemos en cuenta que los modelos queconfiguran la cualidad de estos tres afectos (macroafectos) se ordenan “cronológicamente”de manera que el de la descompostura es embrionario-fetal, el de la angustia es perinatal, y142
el de la desolación neonatal, no se nos puede escapar el hecho de que esos modelosconfiguran afectos que también pueden ordenarse en una serie en la cual va disminuyendolo que se registra como “sensación somática” y aumentando lo que se categoriza como“sentimiento psíquico”.Freud descubrió dos tipos de angustia. Una, que llamaba “angustia automática” y queposteriormente se llamó “angustia catastrófica”, consiste en un “ataque” en el cual laangustia alcanza su desarrollo pleno. La otra, que Freud llamó “señal de alarma” o“angustia señal”, corresponde al uso de una pequeña descarga de angustia que indica lanecesidad de algún tipo de defensa (como por ejemplo la negación de la realidad o lahuida) para evitar el surgimiento de la angustia en la plenitud de su forma.También en el caso de la descompostura existe una “descompostura señal” que semanifiesta como fastidio, aburrimiento, frecuentes bostezos y somnolencia, frente a laposibilidad de una descompostura plena. Se trata de una experiencia que culmina en lasensación de desmayo, desintegración y aniquilación que corresponde a la descomposturaplena y que, muchas veces, erróneamente denominamos “sensación de muerte”. Hemosvisto morir y, en algunos casos, nos hemos visto frente a la cercana posibilidad,racionalmente comprendida, de que nos ocurriera eso mismo, pero los que podemos tenersensaciones estamos vivos, es decir que no nos hemos muerto nunca y ninguna de lascélulas que nos constituye en el presente ha muerto jamás. Nuestras células muertas ya nonos constituyen y pensamos que carecen, además, de toda experiencia y de toda sensación.Carecemos de la posibilidad de transformar una experiencia que no tuvimos en unasensación. Carecemos por lo tanto de la sensación que corresponde al “estar muerto”, demanera que la llamada “sensación de muerte” se refiere a un estado afectivo afín a ladescompostura y a la agonía, acerca de la cual hemos dicho que representa, esencialmente,una lucha entre el morir y el vivir.Frente a la posibilidad de que surja una desolación plena, que se manifiesta como lapérdida del significado de la vida, como un sentimiento de vacío existencial en el cualnuestra vida es un desperdicio sin proyecto ni gratificación alguna, también nos solemosproteger con una “desolación señal”. Solemos referirnos a ella con la palabra “soledad”,una soledad que generalmente arrecia en los finales del weekend y que muchas veces semanifiesta como el deseo de “salir” en la búsqueda de un encuentro que, en la medida enque se dirige a un extraño, resulta forzado y que, cuando es llevado a su extremo, finalizaen una copa excesiva en compañía del barman. Un barman que, como ya dijimos, podráser, forzadamente, sólo un abogado defensor o un testigo favorable, ya que no habita eltribunal donde mora nuestro expediente y carece de la investidura que lo transforma enjuez.El espacio en el cual pueden florecer las ganasHemos hablado del drama de la descompostura, la angustia y la desolación comodeterminantes, muchas veces ocultos, del desgano y como condicionantes de una crisis quefrecuentemente conduce, y siempre precede, a una enfermedad del cuerpo. Llegamos porfin al tema que el título promete: la recuperación de las ganas. La experiencia nos enseña,en nuestra profesión de psicoterapeutas, que comprender el significado de un trastorno esla parte más importante del camino que inicia su transformación. Podemos ocuparnos, sinembargo, de establecer algunas conclusiones.143
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