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Fundación Luis Chiozza

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¿Por qué enfermamos?La medicina ha dedicado su mayor esfuerzo a dos problemas que pueden resumirse en dospreguntas: qué sucede en la enfermedad y cómo sucede. Hay sin embargo otras dospreguntas que, si bien son muy antiguas, recién en los últimos años han pasado a formarparte de la ciencia: por qué sucede la enfermedad y para qué sucede. Admitamos que, dadoel hábito intelectual de nuestra época, fuertemente impregnado por la tecnología y elmecanicismo, las dos últimas preguntas generan cierto desconcierto, ya que llevanimplícita la idea de que la enfermedad, que casi siempre consideramos como laconsecuencia de una causa, puede ser contemplada como el producto de un propósito.Mejor que recurrir a los argumentos que pueden reforzar la proposición implícita en el porqué y el para qué de la enfermedad, nos conviene reparar en algunas situaciones que nosinvitan a pensar. Es muy raro que una persona no pueda concurrir a la ceremonia que loune en matrimonio porque en ese momento sufre una fiebre altísima que lo obliga aguardar cama. Es igualmente raro que algún conocido cantante haya tenido que suspendersu recital porque se ha quedado disfónico precisamente el día de la presentación. No suelesuceder, pero cuando alguna vez ocurre, si auscultamos en el fondo de nuestro corazón,nos damos cuenta de que sabemos que no ha sucedido por casualidad.Se trata, entonces, de introducir en el territorio de la ciencia aquello que la intuición nossugiere acerca de la enfermedad. Presente es (o está) lo que percibimos aquí. Es actual loque en nosotros actúa, ahora, de un modo que sentimos. En el presente actual estamos ysomos. También en el presente actual tenemos nostalgias y anhelos que nos llevan ainteresarnos en lo que llamamos pasado y futuro. Una cosa es lo que somos o, como sesuele decir, el punto en que estamos, y otra cosa es lo que fuimos o lo que seremos, dedónde venimos y hacia dónde vamos. Tanto Ortega como Heidegger han insistido en queesta apertura temporal, la misma que inaugura el universo del sentido, es lo que caracterizaa la conciencia humana. Reparemos en que la palabra “sentido”, sinónimo de“significado”, se usa para designar aquello que se siente y también la dirección hacia unameta. Agreguemos que la palabra pathos, que interviene en la composición de la palabra“patología”, y de la cual derivan los términos “padecer” y “pasión”, conjuga lossignificados de enfermedad, sufrimiento y sentimiento. Llegamos, de este modo, a laconclusión de que tanto la noción de tiempo como el vivir en un mundo poblado designificados (dos características del alma humana) se hallan íntimamente vinculados con laforma de sufrimiento que configura lo que denominamos enfermedad. En otras palabras: laenfermedad “vive” en un mundo “patético” que tiene sentido, en un mundo en el cual lossignificados que configuran el sufrimiento que padecemos, se encadenan en la noción detiempo para formar el drama que constituye una historia.La enfermedad es, sin duda, una alteración de la estructura y del funcionamiento de losórganos, pero también es, sin duda alguna, en sí misma una historia, un capítulo en labiografía de un hombre. Es claro que, como en el caso de las cajas chinas, “detrás” de lahistoria que el enfermo nos cuenta, se encuentran otras que prefiere ignorar. Vivimosdentro de los cinco vértices del pentágono pático que describiera Weizsaecker. Allítranscurren nuestras emociones, y también los estados afectivos duraderos que configurannuestros rasgos de carácter, que nos transforman, por ejemplo, en envidiosos, envergonzosos, en resentidos o en generosos. Allí vivimos entre lo que somos (o hacemos) ylos vértices formados por lo que queremos, debemos, podemos, tenemos permiso oestamos obligados. Cuando decimos que el hombre no es sólo lo que es, sino que también115

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