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Fundación Luis Chiozza

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que vivimos en “el presente” de cada momento como “el sentido” de nuestro vivir,llegamos a la conclusión de que consiste en una amalgama de los recuerdos emotivos y delos proyectos que debemos emprender, rechazar o postergar, sobresaliendo sobre untrasfondo más pálido, constituido por los otros tipos de recuerdos y proyectos. Volviendosobre lo que decíamos antes, podemos agregar ahora que, si bien es cierto que estamosconstituidos por la sustancia material que nos atraviesa y que transcurre en nosotros comoel agua de un río recorre su forma, no es menos cierto que sin los “sueños” queacariciamos, que trasforman nuestros recuerdos en proyectos, el presente de nuestra vidacarece de valor e importancia. Recuerdos y proyectos (asumidos por nuestra concienciahabitual o por nuestra “conciencia inconciente” para la conciencia habitual) son loscolores, las notas musicales, que nos permiten darle significado al presente, llenarlo desentido. Sin recuerdos y sin proyectos, nuestro presente, carente de sentido, resultaríaincompatible con la vida.Recuerdos y proyectos convividosNuestros recuerdos y proyectos, sin embargo, no existen aislados del entorno, forman, conlos recuerdos y proyectos de las personas que integran nuestro mundo, una red, intrincaday compleja, una gran parte de la cual se hunde en lo inconciente. Si es cierto que vivir esconvivir (tan cierto como que el placer mejor logrado es siempre complacer), no cabe dudade que convivir, compartir la vida, es compartir nuestros recuerdos y nuestros proyectos, yque se trata de una tendencia inevitable, consustanciada con nuestra condición humana,una tendencia que no siempre asumimos con plena conciencia. Es importante reparar en elhecho de que nos referimos sobre todo a los recuerdos emotivos y a los proyectos que, conuna carga afectiva equivalente, deberemos emprender, rechazar o postergar. Compartir losrecuerdos emotivos que, como nuestros proyectos, suelen ser más “íntimos” de lo quesospechamos, es compartir lo que a veces llamamos nuestra historia, y no cabe duda de queuna relación profunda entre dos seres humanos no puede construirse sin suficiente tiempopara convivir una historia. Pero tampoco cabe duda de que el vínculo que anuda unaconvivencia tan estrecha como enriquecedora se establece en torno a la posibilidad decompartir esos proyectos “vivos”, que son precisamente los que nos demandanperentoriamente que, por nuestra cuenta y riesgo, los emprendamos, los rechacemos o losposterguemos. Agreguemos, por fin, que el distanciamiento entre dos amantes, entre doscónyuges, entre dos hermanos, entre amigos, entre socios o entre padres e hijos, es siempreuna separación de proyectos que a menudo surge unida a una diferente interpretación delos recuerdos compartidos. Así como el acercamiento entre dos personas será siempre laconstrucción de un proyecto en común que “hace” historia. Pero, como es obvio, compartirla vida “en cercanía” implica marchar en la misma dirección, lo cual no siempre se lograde un modo duradero. Hemos vivido algunas veces la experiencia de habernos distanciadopaulatinamente, “con el tiempo”, de un amigo entrañable, de los compañeros de los añosescolares o de algunos familiares con los cuales compartimos recuerdos, pero ya nocompartimos proyectos o, peor aún, hemos vivido la dolorosa separación que acontececuando no sólo no se comparten los proyectos, sino que se interpretan de muy distintamanera los recuerdos. Compartir los recuerdos no es algo que pueda ser inventado, yestablecer nuevos vínculos es empezar a crear de nuevo, lentamente, una historia.Precisamente por eso, cuando un apego entrañable nos une a personas con las cuales ya nopodemos compartir proyectos, atrapados en una dependencia malsana, corremos el riesgode desperdiciar la vida.128

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