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Fundación Luis Chiozza

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la verdadera educación no consiste simplemente en añadir conocimiento, sino en “conducirhacia fuera” (tal como el origen de la palabra “educar” revela) lo que llevamos dentro, siaceptamos que la verdadera educación actualiza las disposiciones latentes, comprendemosque la cultura, como proceso, en cada ser humano, va desde el alma hacia el espíritu.Frente al espíritu de un pueblo (o de una comunidad tan pequeña como un equipo quecompite en un deporte) podemos individualizar, en mayor o menor grado, un espíritu que“habita” en cada uno de sus integrantes. Es obvio que podemos decir del mismo modo que,junto a la cultura de los pueblos, existe la cultura de los individuos.Naturaleza y culturaNos han acostumbrado a distinguir, ya desde los tiempos de estudiante, entre naturaleza ycultura. Las ciencias mismas han llegado a dividirse (como propuso Dilthey) entre las quese ocupan de la naturaleza y las que se ocupan del espíritu. La palabra “naturaleza”designa, en su sentido primitivo, a lo nacido. La naturaleza de las cosas es, en primerainstancia, su manera de ser, la manera de ser con la cual nacen. Cuando pensamos en losmétodos de las ciencias naturales, como la física, la química y la biología, se nos haceevidente que allí, y por oposición a las ciencias que como la historia, la psicología o lasociología son culturales, la palabra naturaleza adquiere el significado predominante dealgo que se percibe “físicamente” y que evoluciona de un modo determinado pormecanismos que relacionan los efectos con sus causas. Por fin, cuando hablamos de unahistoria natural, o cuando decimos, por ejemplo, que la naturaleza es sabia, la palabra“naturaleza” nos revela, en ese uso, el significado de alguien que “sabe adonde va”,alguien que opera, entonces, con sabiduría, intencionalidad y sentido.La palabra “cultura”, ya lo hemos dicho, proviene del término “cultivo” y lleva implícita laidea de un proceso de transformación, la idea de un oficio artesanal, de un artificio queobra sobre la naturaleza y que obedece a un propósito. Si pensamos en la urbanidad y lacivilización como formas culturales propias de la ciudad (que surgen de la necesidadcreada por una convivencia estrecha que requiere enfriar las pasiones y atemperar losafectos), aceptamos que la cultura se manifiesta en la conducta, en las costumbres y en losmodales, como producto de una “buena educación”. Si pensamos, en cambio, en que lasciencias del espíritu forman parte de la cultura, vemos que la cultura no es sólo la cosechade cualquier conocimiento o experiencia, ni es sólo una modificación en el carácter delindividuo o de la sociedad, sino también una forma de profundizar en el conocimiento delos significados que forman parte del espíritu. Hay pues, también desde este punto de vista,una cultura de la sociedad, pero también una cultura del individuo que se desarrolla, sinduda, a partir de sus disposiciones latentes. Agreguemos, ya que estamos en el punto, unhecho que la observación testimonia: la cultura de la sociedad alcanza más tarde, ygradualmente, el “nivel” que alcanzan dentro de ella algunos individuos ilustres. Sueledecirse entonces que el desarrollo “vertical” que la cultura alcanza en sus representantesmás insignes, siempre precede, y en cierto modo pronostica, el desarrollo “horizontal” dela cultura de la comunidad.A pesar de la insistencia con la cual un sector de la ciencia alega que sólo existe lo que sepuede percibir materialmente, no dudamos acerca de la existencia, en nuestros semejantes,de una conciencia similar a la nuestra. Por motivos análogos, a medida que nos internamosen el conocimiento de la naturaleza, nos aproximamos a los conceptos de sabiduría,62

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