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Fundación Luis Chiozza

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celosa o envidiosa. No se trata en este último caso de un afecto agudo, sino de un “estado”afectivo que configura una manera de vivir la vida. Se suele decir que cuando uno selevanta todas las mañanas con algún problema nuevo tiene un problema chico, y quecuando se levanta todas las mañanas con el mismo problema tiene un problema grande.Esto que la sabiduría popular afirma vale para el caso de los afectos crónicos, que“impregnan” a toda la persona. La angustia se presenta, muchas veces, en las situacionesque describimos como “desperdicio” de la vida. Ese sentimiento de desperdiciar la vida nosuele ser una cuestión aguda que nos acomete un sábado a la tarde (o, mejor aún, eldomingo por la tarde, ya que el sábado suele ser el día de la esperanza y el domingo a latarde el día de la desilusión). El sentimiento crónico de desperdiciar la vida nos hace sentirfrecuentemente en un callejón sin salida y, cuando nos produce angustia, es obvio que estaangustia no es entonces la causa de ese sentimiento, sino su consecuencia. Cuando nossentimos en un callejón sin salida, es natural pensar que se reaviven en nosotros lasantiguas experiencias (perinatales) que vivimos en el momento de nacer y que entoncesreaccionemos, frente a esta “reconocida” situación de callejón sin salida, con la figura“corporal” de las sensaciones que llamamos “angustia”. El sentimiento crónico dedesperdiciar la vida, y la angustia que frecuentemente lo acompaña, no alcanzan, sinembargo, para comprender las situaciones en las cuales el desgano predomina.Intentaremos esclarecer mejor este tema relatando, en cuatro capítulos, una pequeñahistoria.El aburrimiento, la amargura y la descomposturaEl primer capítulo tiene que ver con las conclusiones a las cuales llegamos hace yacuarenta años, cuando estudiamos las enfermedades del hígado en una época en queestaban “de moda”. Era frecuente entonces que los médicos hablaran de la existencia de“pequeñas” insuficiencias hepáticas. Hay un momento de la vida en el cual la función demamar es tan importante como para que, “tiñendo” toda la vida mental, se convierta en lacaracterística principal de esa etapa que, en nuestra jerga psicoanalítica, y por ese motivo,se llama “primacía oral”. En los dibujos animados, los leones, concebidos desde unaprimacía oral, tienen la boca grande y el cuerpo pequeño. Investigando en el significadoinconciente de los trastornos hepáticos llegamos a la conclusión de que, por lo menos en unperíodo de la vida fetal, la función del hígado es lo suficientemente importante como paraque la vida mental se configure alrededor de una primacía hepática. De acuerdo con lasleyes que rigen los procesos de representación inconciente el hígado se adjudica larepresentación de aquellas funciones en las cuales interviene de una manera preponderante.Representa entonces a la función de tomar, a través de la placenta, los “materiales”, losalimentos que le ofrece la madre, y usarlos para materializar las formas heredadas cuya“receta” operativa (hoy diríamos algoritmo), presente en el embrión, determina que, demanera maravillosa y en un plazo asombrosamente corto, una célula se transforme en unbebé. (Aclaremos, de paso, que Sheldrake no diría que los algoritmos operativos quegeneran las formas orgánicas a partir de una célula primitiva están presentes en el embrión,sino que son propios de un campo morfogenético que el embrión “capta”, como la antenade un circuito sintonizador capta la música que una emisora de radio ha “puesto en elaire”.) De modo que, así como la boca (aunque no comemos sólo con la boca) setransforma en el representante de la actividad de comer, el hígado se constituye en elrepresentante privilegiado de la función de materializar las “formas” heredadas y, porextensión, todo cuanto constituya un proyecto en la vida del adulto.135

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