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Fundación Luis Chiozza

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con su diversidad, constituye el recreo. Entre este tipo de trabajo y el trabajo creativo quese profesa en las mejores condiciones, existen todas las gradaciones que es dable imaginar.Cuanto mayor es el componente de estereotipo y tortura se hace más necesaria, comopaliativo, la vacación, y no sólo la vacación, que sería insuficiente, sino además y ante todolas pausas habituales en las horas de trabajo cotidianas, a las cuales se agrega comorefuerzo el weekend.Hay hombres que dedican su vida a los deportes de riesgo, o que se dedican únicamente aljuego, como lo hace el playboy. Hay otros que, “retirados” del trabajo, vuelcan su pasiónen el casino, en la caza o en la pesca. No todos ellos, pero sí muchos, parecen vivir en lacreencia de que, como contrafigura del trabajo sin placer, es posible una perpetua vacación.Vemos así personas que han logrado cubrir sus necesidades materiales, pero quelaboralmente inactivas deambulan por el mundo víctimas del tedio. Considerar que eldeporte y el juego constituyen una actividad superflua, innecesaria, es sin duda un error;pero, aunque el deporte y el juego no carecen de esfuerzo, cuando sucede que sólo seagotan en el placer hedonista, cuando no logran generar algunos bienes que puedan sercompartidos, conducen a una decadencia insalubre que también embrutece.El ocio y el opioLos griegos consideraban que el ocio era una actividad humana muy noble, ya quecorrespondía al plácido funcionamiento de la mente en plena libertad, exenta de lasataduras representadas por la necesidad de atender al trabajo. De la palabra “ocio”, deorigen latino surge el término “negocio”, que designa a la ocupación o al trabajo como lanegación del ocio. Más allá de que se acepte o no la idea de que el pensamiento alcanza sucumbre cuando se desliga de la acción, no cabe duda de que existe el ocio creativo.Admitimos que hay trabajos que funcionan en períodos absorbentes que no admitendistracción. No nos imaginamos a Miguel Ángel, mientras pintaba la Capilla Sixtina,bajando del andamio porque había llegado la hora precisa en que se debe comer, como nonos imaginamos a un torero fumando un cigarrillo mientras provoca al toro en la corrida.Sin embargo, y más aún precisamente en esos casos en los cuales el trabajo atrapafuertemente el interés de quien lo ejerce, el negocio no estropea el ocio posterior.Weiszenbaum señalaba que al hombre que tiene un martillo en la mano el mundo se lellena de objetos para golpear. Cuando el hombre que profesa su trabajo, que trabaja coningenio, que se entusiasma, interrumpe su labor, su mundo circundante, sea en el juego oen el ocio, surge en su conciencia lleno de los objetos, perpetuamente intrigantes, que sumente sabe procesar. Cuando un buen psicoanalista no deja su trabajo fastidiado, comoquien se libera de una condena injusta, ¿no se reencuentra acaso con el Complejo de Edipomientras juega, por ejemplo, al ajedrez? El año sabático, dispuesto en algunos ambientesuniversitarios, ha surgido de la perspicacia que permitió confiar en que el ocio de unprofesional auténtico es un ocio creativo.También es cierto, sin embargo, y por desgracia más frecuente, que el ocio suceda altrabajo torpe y desemboque en la pereza, que es, como suele decirse, la madre de todos losvicios. En ese sector de la realidad, donde el trabajo sin ingenio carece de la diversidad y elrecreo que forman parte de la creatividad, y donde el ocio se contamina con losingredientes del desgano, surge como un tóxico importantísimo el aburrimiento, que es laforma magna del fastidio. El tiempo, en el aburrimiento, parece detenerse y negarse a54

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