que vivimos en “el presente” de cada momento como “el sentido” de nuestro vivir,llegamos a la conclusión de que consiste en una amalgama de los recuerdos emotivos y delos proyectos que debemos emprender, rechazar o postergar, sobresaliendo sobre untrasfondo más pálido, constituido por los otros tipos de recuerdos y proyectos. Volviendosobre lo que decíamos antes, podemos agregar ahora que, si bien es cierto que estamosconstituidos por la sustancia material que nos atraviesa y que transcurre en nosotros comoel agua de un río recorre su forma, no es menos cierto que sin los “sueños” queacariciamos, que trasforman nuestros recuerdos en proyectos, el presente de nuestra vidacarece de valor e importancia. Recuerdos y proyectos (asumidos por nuestra concienciahabitual o por nuestra “conciencia inconciente” para la conciencia habitual) son loscolores, las notas musicales, que nos permiten darle significado al presente, llenarlo desentido. Sin recuerdos y sin proyectos, nuestro presente, carente de sentido, resultaríaincompatible con la vida.Recuerdos y proyectos convividosNuestros recuerdos y proyectos, sin embargo, no existen aislados del entorno, forman, conlos recuerdos y proyectos de las personas que integran nuestro mundo, una red, intrincaday compleja, una gran parte de la cual se hunde en lo inconciente. Si es cierto que vivir esconvivir (tan cierto como que el placer mejor logrado es siempre complacer), no cabe dudade que convivir, compartir la vida, es compartir nuestros recuerdos y nuestros proyectos, yque se trata de una tendencia inevitable, consustanciada con nuestra condición humana,una tendencia que no siempre asumimos con plena conciencia. Es importante reparar en elhecho de que nos referimos sobre todo a los recuerdos emotivos y a los proyectos que, conuna carga afectiva equivalente, deberemos emprender, rechazar o postergar. Compartir losrecuerdos emotivos que, como nuestros proyectos, suelen ser más “íntimos” de lo quesospechamos, es compartir lo que a veces llamamos nuestra historia, y no cabe duda de queuna relación profunda entre dos seres humanos no puede construirse sin suficiente tiempopara convivir una historia. Pero tampoco cabe duda de que el vínculo que anuda unaconvivencia tan estrecha como enriquecedora se establece en torno a la posibilidad decompartir esos proyectos “vivos”, que son precisamente los que nos demandanperentoriamente que, por nuestra cuenta y riesgo, los emprendamos, los rechacemos o losposterguemos. Agreguemos, por fin, que el distanciamiento entre dos amantes, entre doscónyuges, entre dos hermanos, entre amigos, entre socios o entre padres e hijos, es siempreuna separación de proyectos que a menudo surge unida a una diferente interpretación delos recuerdos compartidos. Así como el acercamiento entre dos personas será siempre laconstrucción de un proyecto en común que “hace” historia. Pero, como es obvio, compartirla vida “en cercanía” implica marchar en la misma dirección, lo cual no siempre se lograde un modo duradero. Hemos vivido algunas veces la experiencia de habernos distanciadopaulatinamente, “con el tiempo”, de un amigo entrañable, de los compañeros de los añosescolares o de algunos familiares con los cuales compartimos recuerdos, pero ya nocompartimos proyectos o, peor aún, hemos vivido la dolorosa separación que acontececuando no sólo no se comparten los proyectos, sino que se interpretan de muy distintamanera los recuerdos. Compartir los recuerdos no es algo que pueda ser inventado, yestablecer nuevos vínculos es empezar a crear de nuevo, lentamente, una historia.Precisamente por eso, cuando un apego entrañable nos une a personas con las cuales ya nopodemos compartir proyectos, atrapados en una dependencia malsana, corremos el riesgode desperdiciar la vida.128
Recuerdos encubridores y proyectos fallidosEl psicoanálisis encontró, ya en sus primeras épocas, que existen recuerdos que funcionancomo “encubridores”. Una persona puede recordar una escena de su infancia unida a unsentimiento de angustia, o de tristeza que la escena, en sí misma, no logra explicar. Esposible, en esas circunstancias, que el psicoanálisis obtenga otros recuerdos que la escenarecordada encubría porque eran muy penosos, y que esos nuevos recuerdos, que estabanreprimidos, completen el sentido del episodio afectivo. Es indudablemente cierto quecualquier recuerdo puede servir al propósito de encubrir otro recuerdo, pero es másimportante aún reconocer que todo recuerdo siempre encubre una carencia actual. Cuandoel drama de una vida que habita nuestro entorno nos conmueve, es porque toca en algúnpunto nuestra carencia actual. Recordamos porque las necesidades que el ejerciciocotidiano de la vida inevitablemente despierta, reactivan los recuerdos que procuranorientarnos hacia el camino de la satisfacción. Nuestros deseos se construyen conrecuerdos, y cuando la carencia no logra reactivar la forma progresiva del deseo que seproyecta hacia el futuro, permanece detenida “regresivamente” en un recuerdo del pasado.Por esta razón podríamos decir que la nostalgia es la forma pusilánime en que semanifiesta un anhelo, y el anhelo la magnanimidad de una nostalgia. Agreguemos, por fin,que un proyecto puede encubrir a otro proyecto que podrá permanecer inconfesado oincluso reprimido, pero siempre habrá un proyecto que representa y reactualiza, en suforma más genuina, los impulsos que surgen de una necesidad que es actual.Ortega sostenía que la vida de un ser humano transcurre siempre apuntada en algunadirección, lo cual lleva implícito que, de manera conciente o inconciente, vivimos siempredentro de un proyecto, pero es claro que no todos los proyectos son igualmente saludables.La situación funciona de la mejor manera cuando nuestras necesidades actuales sesatisfacen en un emprendimiento que es el producto de un proyecto realizable. Entonces elproceso se integra con recuerdos agradables que enriquecen su sentido, mientras que losrecuerdos que producen sensaciones o sentimientos penosos pueden funcionar como lasseñales que nos indican, en los bordes de un camino, la zona en que no debemos ingresar.Cuando, por fin, el proyecto se concreta alcanzando su meta, el resurgimiento de lanecesidad motivará la iniciación del próximo. Cuando los proyectos trazados fracasan en elcurso de su realización, o cuando ni siquiera puede iniciarse el intento de llevarlos a cabo,la urgencia de la necesidad insatisfecha exige que, a todo trance, se genere algún otro, dadoque, como decíamos antes, todo vivir transcurre en el interior de un proyecto. En esascircunstancias, los recuerdos y los proyectos suelen funcionar en maneras fallidas cuyasformas, muchas veces típicas, adquieren las características que describimos en la paranoia,en la manía o en la melancolía. La experiencia traumática que resulta de un fracasoanterior, por ejemplo, puede funcionar como una fobia que impide la concepción de unproyecto realizable y suficiente, y conducir muchas veces a sustituirlo por otro, apocado,que aun siendo realizable será insatisfactorio. También puede ocurrir que la insatisfacciónconduzca a un proyecto maníaco, concebido como el único que puede mitigarla, pero queresultará, como es obvio, completamente irrealizable. La situación es distinta cuando lainhibición de un proyecto realizable y suficiente conduce directamente a la fijaciónimpotente en la melancolía de una nostalgia para la cual no caben dudas de que “todotiempo que ha pasado fue mejor” y que lo que queda por vivir ya no alcanzará el nivel delo que se ha vivido. Cuando se ha llegado a ese punto, la melancolía puede encontrar sujustificación en el desarrollo de una enfermedad del cuerpo o en la consideración(paranoica) de que la responsabilidad radica en un mundo arbitrario e injusto. De más estádecir que en esas circunstancias los inevitables fracasos suelen instalar un círculo vicioso129
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