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Fundación Luis Chiozza

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Mientras pago la cuenta y oigo al mozo quejarse, con otro cliente, del reumatismo quesufre, pienso que, al lado de las contrariedades cotidianas que “no son drama”, existen trestipos de dramas: los que invaden nuestra vida enfrentándonos con la necesidad deresolverlos, los que conseguimos rechazar hacia un costado, comportándonos, durante untiempo corto o largo, como si no existieran, y los otros, los que una vez rechazadosvuelven como enfermedad del cuerpo, o como “mala suerte”, ocupando inexorablementede nuevo nuestra vida, aunque con otra cara, después de que hemos perdido la punta delovillo.El alma y el cuerpoNadie duda de que una enfermedad pueda derivar en un drama. Cuando esto sucede sepuede pensar que se trata de un drama comprensible, natural, justificable o también, enotras ocasiones, que no son tan raras, que se trata de un drama injustificado o exagerado.En este último caso, la ciencia habla de patoneurosis. Pero la pregunta que despiertanuestra atención es otra: ¿Cómo puede un drama derivar en una enfermedad del cuerpo?Cuando nos preguntamos acerca de la relación entre el alma y el cuerpo sabemos, desde elprimer momento, que desembocamos en una cuestión tristemente célebre que desafía losintentos de comprensión ensayados por el intelecto.Recordemos ante todo que la evolución de lo que el hombre ha llegado a creer, enfrentadodesde antiguo con la intrigante cuestión del alma y de su relación con el cuerpo, harecorrido esquemáticamente dos etapas: la del pensamiento mágico y la del pensamientológico. El hombre primitivo vivía en un mundo en el cual todos los seres, aunque no fueranseres vivos, estaban animados por intenciones: los árboles tenían alma, las piedras teníanalma, el rayo y el trueno tenían alma. Luego, a medida que evoluciona, el ser humano llegaa ver en el alma una “sustancia” etérea que entra en el cuerpo como un soplo vital cuandoel hombre nace, y sale con el último aliento cuando expira, es decir, cuando muere. Elhombre civilizado no piensa que el rayo, el trueno o los vegetales estén “habitados” poralgún tipo de pensamiento, sentimiento o voluntad. Aunque la palabra “animal” designabaoriginalmente a los seres animados, es decir, seres con alma, la ciencia de nuestros días,por lo general, sólo lo admite con el nombre de vida psíquica para el caso de los animalesque suelen denominarse “superiores”. Los animales inferiores, como los vegetales,“vegetan” sin ningún tipo de conciencia.Veamos ahora el conjunto de ideas en las cuales actualmente creemos, y que determinannuestro modo de pensar en lo que se refiere a las relaciones entre el cuerpo y el alma. Elhombre existe como un cuerpo físico, material, que ocupa un lugar en el espacio, pero enalgún lugar de su cabeza hay un espacio psíquico o mundo interior en el cual reside laconciencia. Cada acontecimiento es el producto de una causa que produce sus efectos pormedio de mecanismos. Cuando el cuerpo desarrolla un cerebro aparece, como un productode su funcionamiento, la mente, aunque no se conoce el mecanismo por el cual estosucede. El cuerpo genera los instintos que originan los deseos o las tendencias de la mente.Hay una representación del cuerpo en la mente, una imagen interna de nuestro cuerpofísico. Hay una influencia del cuerpo en la mente mediante sustancias que, como laadrenalina o el alcohol, alteran el funcionamiento del cerebro. Hay cambios cerebralesproducidos por la mente, y una influencia del sistema nervioso en el resto del cuerpo, locual permite que la mente influencie al cuerpo entero. Todos estos son conceptos que76

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