muchas páginas acerca del trabajo saludable y, justamente por eso, lo que interesa destacaren este punto es que no se trata solamente de las condiciones laborales insalubresrepresentadas por una carga horaria excesiva, una atmósfera tóxica o una retribucióneconómica insuficiente. Tal como lo muestra claramente la sátira que Carlos Chaplinrealizó hace ya muchos años en su film Tiempos modernos, se trata precisamente de unaprecio cualitativo por el producto realizado que va más allá del precio con el cual sepretende medir numéricamente su valor. Hace poco me contaron la siguiente anécdota que,según tengo entendido, fue relatada por Raimundo Panikkar. Un comerciantenorteamericano ve en México una hermosa silla construida por el artesano que la vende enun precio de cincuenta dólares. Pregunta entonces, esperando una rebaja, cuánto lecostarían seis sillas iguales, y se entera de que el precio por las seis es de quinientosdólares. Cuando, sorprendido, cuestiona la razón de lo que considera un despropósito,recibe como respuesta otra pregunta: “¿Usted tiene idea de cuán aburrido es construir seissillas iguales?”. Dentro del trabajo hay pues una actividad creativa que implica un ejerciciode la curiosidad, que se muestra como ingenio, como un valor particular y, sobre todo,como un pensamiento nuevo. Todo esto tiene que ver, visto desde el psicoanálisis, con lasublimación, caracterizada según Freud por la sustitución de una finalidad individual poruna finalidad social.Vocación y profesiónSe suele hablar muy a menudo de descubrir, especialmente cuando se trata de un joven,cuál es su verdadera vocación. La palabra “vocación” (etimológicamente emparentadacon el término “voz”) denota por su origen el significado de “sentirse llamado a” realizaresto o aquello, lo cual, implícitamente, también significa tener en cuenta la mejor o peordisposición “constitucional” que cada uno tiene para una determinada tarea. El asunto,planteado de este modo, sería muy sencillo si no fuera porque, casi siempre, otra cuestióninmediatamente lo complica, hasta el punto de que existen quienes dedican sus afanes alejercicio de una orientación vocacional. Desgraciadamente es muy frecuente que,simplificando el tema, se malentienda el lugar donde la dificultad reside. Suele pasardesapercibido que la primera cuestión, la cuestión esencial, radica siempre en descubrircuál, entre los trabajos que yo puedo hacer, es aquel que le hace falta al entorno en el cualpienso convivir. Pensarlo de este modo es tener en cuenta que la primera vocaciónsaludable es una vocación de servicio a la comunidad en la cual se vive y que, cuando secarece de esa vocación primordial, el problema (cómo incluirse de manera saludable en elcampo laboral) no se resuelve descubriendo una “verdadera” inclinación. Aclaremos que lavocación de servicio no se agota con la percepción de una necesidad genuina en el entornoen el cual vivo. Podré tal vez influir positivamente en ese entorno para que reconozcan lanecesidad que percibo, pero esto representa asumir un riesgo adicional. Mi vocación deservicio se manifiesta de la manera más simple e inmediata como humilde consideraciónhacia los otros, cuando se inclina hacia las necesidades que ese entorno acepta como tales.Se ha querido ver en la vocación (y con mayor razón se podría sostener en lo que se refierea la vocación de servicio) la operatividad de la culpa, y de su consecuente voluntad dereparación. Es cierto que tales motivos existen, pero la vocación nace de un territorio másprofundo que la controvertible necesidad de reparar lo que supuestamente se ha dañado.Hemos sostenido muchas veces que la culpa no se atempera recurriendo a una actividadreparatoria que surge motivada por el intento de disminuir los sentimientos deculpabilidad. No es ésta sin embargo la cuestión fundamental, sino precisamentecomprender que la vocación, mucho antes que un producto de la culpa, es lamanifestación del amor que nos inclina a compartir la vida en simpatía.48
Es recién a partir del haber asumido la primera cuestión fundamental (cuáles son lostrabajos, entre los que yo puedo realizar, que mi entorno necesita) que nace la segunda:cuál de esos trabajos inclina mi ánimo de tal manera como para que yo pueda profesarlo.En nuestra época, en la cual se atribuye a numerosas actividades el carácter de profesiones,pasa desapercibido el hecho de que la profesión se profesa, y que profesar es sentir lacontinuada voluntad de ejercer una particular tarea y declararlo abiertamente a través de laconducta. Surge por fin una tercera cuestión: puedo hacer algo que me atrae y es necesario,pero para que la necesidad se satisfaga deberé hacerlo con solvencia, es decir, con eficacia.Aclaremos enseguida que casi siempre la eficacia en una determinada tarea es lo queinclina el ánimo hacia un particular trabajo, lo que “despierta” el gusto por ese trabajo, yque son menos las veces que sucede a la inversa, como suele creerse cuando se piensa quees el gusto por lo que se hace lo que ha conducido al aprendizaje que permite hacerlo bien.La eficacia, como es obvio, no sólo depende de una suficiente dedicación a la tarea, sinotambién, y en grado superlativo, de una suficiente dedicación a la formación, almantenimiento y al incremento de la capacidad que solemos llamar profesional. No cabeduda de que la conocida frase de Hipócrates “el arte es largo y la vida breve” no sólo valepara la medicina. Cuando se llevan resueltas en el alma las tres cuestiones esenciales, lavocación de servicio, la dedicación profesional y la solvencia, surgen, a medida que seacumula la experiencia, el legítimo orgullo por el valor del trabajo que se hace y laconfianza que nace de saber que, siendo un trabajo requerido, siempre será solicitado.Hay estamentos sociales predispuestos para la capacitación que se han organizado en laforma que denominamos “carreras”, como por ejemplo las que se cursan en las facultadesde medicina o de abogacía, pero nos equivocaríamos mucho si pensáramos que sólo seejerce una profesión como producto del haber cursado una carrera que la sociedad haorganizado de ese modo. Profesión será siempre, en primera y fundamental instancia, unaactividad que se profesa, es decir, que se realiza con entusiasmo a partir de una íntimadisposición, y no cabe duda de que un oficio como la carpintería, por citar un ejemplo,también puede profesarse. La profesión no se define por la complejidad de la tarea que serealiza, sino por el modo de ejercerla. Cuando una sociedad que evoluciona sanamenteorganiza una carrera, crea vacantes para un trabajo que hace falta, pero claro está que estofunciona cuando da por resultado que quienes cursan la carrera saldrán, al final delrecorrido, capacitados para realizar la tarea que procuraron aprender. En el caso contrario,el problema se agrava; porque, para decirlo con un ejemplo que tiene cierto dramatismo,tendremos entonces, en una misma comunidad, médicos sin enfermos junto a los enfermossin médico. Sucede así cuando las escuelas que llamamos “facultades” han dejado de serlugares de capacitación genuina, lugares que facultan para ejercer una labor idónea,convertidas en instituciones que otorgan un título habilitante como certificado de unacapacidad que en realidad no están en condiciones de garantizar.Parece muy sensato pensar que, en la ocasión de decidir cuál será el trabajo que elegiremoso, para decirlo mejor, de qué nos ocuparemos, con cuál trabajo nos inscribiremos en elorden social, debería pesar en la balanza nuestra capacidad de profesarlo, pero en larealidad esto es difícil de establecer a priori, porque el que elige su trabajo, sea que pienseser neurólogo o que piense ser policía, suele hacerlo, inevitablemente, basándose en unaconjetura (estocásticamente), ya que no sabe bien, antes de hacerlo, en qué consiste eltrabajo que imagina. La experiencia muestra que cuando al ejercerlo nos enfrentamos conla realidad de un trabajo, cuando saliendo de la pre-ocupación nos ocupamos de hacerlo, larealidad de ese trabajo nos sorprende con insospechados disgustos y placeres que nosexigen conformarnos en un proceso estocástico de crecimiento y cambio. De nuestra49
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