EL TRABAJO Y LA VIDA EN SOCIEDADEl trabajo y el dineroLa añoranza de una supuesta vida primitiva caracterizada por el hedonismo, que proclamael placer como el fin supremo de la vida, es un frecuente malentendido que ocurre,esencialmente, cuando el trabajo funciona como una actividad antipática. El placer, cuandofunciona bien, parece ser un premio que refuerza las acciones adecuadas y que se prestapara compensar inevitables sufrimientos. Su valor es un valor complementario. Cuandofunciona mal, en cambio, nos recuerda el cruel experimento con una rata de laboratorio, ala que se le introdujo un dispositivo en el encéfalo con el cual ella misma podía procurarseuna sensación placentera, y que murió sin hacer más que oprimir, una y otra vez, eldispositivo productor de placer. Sospechamos entonces que la verdadera tentación deldemonio reside en el paraíso y que ganar el pan con el sudor de la frente no es unamaldición. Un músculo que trabaja se cansa, pero el cansancio desencadena los procesosque producen la reconstitución del músculo y que conducen al crecimiento y al desarrollomuscular saludable. Un músculo que no se usa se invalida, se atrofia, se debilita y tiende adesaparecer. Goethe escribió lúcidamente: “Lo que de tus padres heredaste debesadquirirlo a fin de poseerlo”, señalando el hecho de que nada de lo que obtendremos porherencia será utilizable o será propio sin un esfuerzo previo. El bienestar (y no la felicidad,que es la contrafigura ilusoria de la infelicidad) es algo más que el placer. El bienestar seobtiene como resultado de un proceso más complejo, que demanda el esfuerzo de untrabajo, y que supone una adecuada convivencia dentro de las ideas que pertenecen alorganismo social del cual se forma parte, ideas que solemos llamar “ideas de una época”.El trabajo, para un físico, es el producto de la magnitud de una fuerza por la distancia queha recorrido su punto de aplicación. Cuando un psicoanalista, en cambio, piensa en eltrabajo, su atención recae sobre dos cuestiones. Una es el esfuerzo que impone la realidad ala satisfacción de un deseo, o de una necesidad. Es un esfuerzo que suele quedarrepresentado por un rodeo en el espacio y por una postergación en el tiempo. La otra es unvalor que, bajo la forma de un servicio, un ser humano entrega a la civilidad en la cualvive, retribuyendo de este modo lo que de la ciudad recibe. El trabajo es, desde este puntode vista, una forma de inserción social y uno de los parámetros privilegiados entre los quedefinen la identidad de una persona. En la tarjetas que habitualmente se intercambiancuando la gente “se presenta”, además del apellido que indica la familia a la que sepertenece, el nombre de pila que distingue de los otros miembros de esa misma familia y la“dirección” mediante la cual es posible encontrarse, se suele consignar la tarea a la cualcada uno se dedica. La importancia de este tema en nuestra vida se pone de manifiesto entodo su valor si reparamos en que la mayor parte de nuestras horas de vigilia, de las horasen que estamos despiertos, las vivimos trabajando, y en que no logramos sentirnoscompletamente bien si no lo hacemos.El valor del trabajo se mide, en primera instancia y de acuerdo con la idea implícita en sudefinición física, por el esfuerzo realizado, pero la función que ese trabajo cumple en la46
convivencia y en la sociedad establece otra forma del valor que se agrega a la primera yque se constituye sopesando su producto, es decir, el resultado del esfuerzo. Esa distinciónes fundamental, porque el pasaje de una primera época, propia de la primera infancia, en lacual se premia el esfuerzo independientemente de su resultado, a una segunda, adulta, en lacual la retribución se fija en función de la obra realizada, o de la obra que se realizará,forma parte de la educación del ser humano, y de su inserción adecuada en la comunidadde la cual forma parte. Entre las numerosas y caóticas alteraciones de los juicios de valor,que caracterizan nuestra época, encontramos un tipo particular de inmadurez en virtud delcual se pretende que la retribución surja directamente de la medida del esfuerzo realizadoo, peor aún, que surja de una cantidad de horas empleadas sin un esfuerzo suficiente, sintener en cuenta que las personas que reclaman que se valore de ese modo su trabajo nosuelen comportarse de la misma manera cuando necesitan un producto del trabajo ajeno.En la retribución por el trabajo realizado no sólo importa la medida de una cantidad, sinotambién, y mucho más de lo que se piensa habitualmente, la forma cualitativa que esaretribución adquiere. La cuestión de la cantidad nos conduce al tema del dinero, cuyasignificancia llevó a Freud a señalar que las cuestiones que púdicamente se ocultan no sólose refieren al sexo, sino también al dinero. No cabe duda de que en nuestros días la primeramotivación del pudor ha perdido parte de su fuerza, pero no ha sucedido así con lasegunda. En la escuela nos han enseñado que el dinero vino a subsanar las imperfeccionese incomodidades del trueque. El dinero, que agilizó el intercambio y permitió el desarrollodel comercio, perfeccionó también la posibilidad del ahorro y de la acumulación deriqueza. Lo que nos importa señalar ahora es que de este modo, a través de la facilidad conque puede ser atesorado, el dinero pudo convertirse en un valor en sí mismo, hasta elpunto de poder ser “disfrutado” como sensación de poder, sin necesidad de ser utilizadopara obtener otros bienes. La importancia y la trascendencia de esa transformación sonenormes, hasta el punto de que ese “valor en sí mismo” constituye casi lo único esencialque cabe decir acerca del dinero y de su función en el materialismo vigente, como una“cosa” de la vida. Las innumerables consecuencias, en el mundo de las relacioneshumanas, de esa transformación del dinero, que motiva y faculta para el abuso del poder,alcanzan a veces extremos del sufrimiento propio y ajeno que, como en el caso de laalienación o de la miseria, existen siempre contaminados por la culpa.La palabra “dinero” carece en nuestro idioma de la carga afectiva que lleva implícita lapalabra “plata” que, como el término francés argent, es el nombre de uno de los metalespreciosos con el cual se fabricaron monedas y se usa para referirse al dinero. En el lenguajepopular parte de esa carga emocional, que corresponde al valor del dinero como bien “en símismo”, se expresa con la palabra española “guita”, que es el nombre de una cuerda (queda nombre a la guitarra) a la cual se atribuye la propiedad de estirarse indefinidamente. Nocabe duda entonces de que el que tiene “guita” tiene una plata que nunca se le acaba, locual, como es obvio, describe la impresión del que lo contempla desde afuera.En la asignación de valor a un determinado trabajo, la cuestión de la cualidad, presente enla forma de la retribución, tiene una importancia que, como ya lo hemos dicho, es muchomayor en la realidad de lo que se sospecha en el mundo dentro del cual hoy vivimos,caracterizado por el predominio de los ideales materialistas. La atenta observación de laexperiencia muestra que, más allá de los prejuicios habituales, una retribución cuantitativa,“económica”, por más sustanciosa que sea, no permite la continuación de una tareasaludable si no se acompaña de una adecuada valoración cualitativa. Se han escrito ya47
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