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Fundación Luis Chiozza

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duda, depende del encuadre dentro del cual los vivimos, ya que lo que constituye el campodel como si fuera “en serio” es precisamente el encuadre que denominamos “teatro”. Cadarelación humana siempre se desarrolla acotada por un marco que constituye su encuadre, ysi esto, a fuerza de funcionar como obvio, termina por ser inconciente, cuando se trata delas relaciones íntimas, dentro de las cuales se desarrollan y evolucionan nuestros afectosmás entrañables, la cuestión del encuadre se vuelve central, precisamente porque talesafectos tienden a funcionar trasgrediéndolo de un modo que compromete seriamente elbeneplácito o incluso la continuación del vínculo. Agreguemos a esto que el prejuicio porobra del cual toda referencia a un encuadre tiende a ser vista, en una relación íntima, comosi fuera producto de una falta de confianza, o de amor, no contribuye a mejorar las cosas.Berne escribió un famoso libro titulado Games People Play (es decir, los juegos regladosque la gente juega), en el cual describe las vicisitudes de algunos juegos típicos que soninconcientes, y durante los cuales procuramos repetir, en nuestras relaciones íntimas, unlibreto que no logramos superar. Cada relación humana se juega en su particular encuadre,y cuando intentamos quebrar esas reglas, es porque revivimos dificultades que nos invitana “patear el tablero”. Una parte importante de ese tablero la constituyen las costumbres ylos buenos modales que configuran preceptos, normas que a veces llamamos sociales yotras veces morales. La educación, que “pone” urbanidad en el estilo de la conducta queforma parte del carácter, pule sus aristas y disminuye las asperezas del roce inevitable conel cual entramos en contacto cada vez que nuestras “velocidades” difieren. Al contrario delo que muy frecuentemente suele pensarse, cuanto mayor sea la intimidad que se desarrollaen un vínculo, mayor importancia adquiere la actitud de respetar el encuadre que lo ubicaen su correspondiente y particular “tablero”. Es necesario reparar en el hecho de que lafamiliaridad no disminuye la fricción que exige capacidad de “roce”, sino que, por elcontrario, casi siempre la aumenta, y que, por lo tanto, no nos exime de la cortesía.Reparemos en que así como el embrague, en el automóvil, fue diseñado para facilitar loscambios, la cortesía es el encuadre “diseñado” para evitar que las confianzas en el tratoingresen en el exceso confianzudo.El mundo dentro del cual vivimos no es sólo un mundo físico. Aunque la temperatura seaconfortable, el sol y la brisa nos acaricien tamizados por la sombra bienhechora de unárbol, el entorno nos ofrezca agua dulce limpia y transparente, alimentos abundantes yvariados, y un panorama apacible; aunque nos lleguen los sonidos de un arpa celestial, laintimidad de nuestra condición humana reclamará el sabor de la aventura que nos exigeconvivir. Sin ese convivir, que es compartir la vida, la opacidad del blanco paraíso nosabruma, arrojándonos con fuerza redoblada hacia la manzana roja que produce, conprecisión deliberada, el árbol del Edén. No se trata, como podría creerse con inadvertidodescuido, de sexo solamente, la manzana proviene del árbol de la vida y la aventuraofrecida es conocer. Un conocer que es conocerse y crecer, desarrollarse y multiplicarseconviviendo con alguien que es otro, semejante, pero complementario y diferente. Conalguien que despliegue, como sucede cuando se sopla dentro de los farolitos chinos, laspartes todavía plegadas de nuestra personalidad. Con alguien que necesitamos para podertrascender, salirnos del encierro que nos confina dentro de nosotros mismos transformandonuestra vida en una esterilidad sin otro sentido que no sea el sufrir. El peligro de laaventura que nos promete la serpiente no surge del sabor y el color de la manzanatentadora, surge todo entero de la misma tentación, pero la tentación no es otra cosa que lafuerza redoblada e insalubre que nuestro deseo ha adquirido por obra de la postergación.Ese deseo insatisfecho, que “se pasa de punto”, es el que engendra pestilencias, escribeWilliam Blake, pero es claro que no podemos pretender vivir en un mundo de utopía en el159

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