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Fundación Luis Chiozza

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constituida por el padre, la madre y los hijos, ya entonces sólo agrupaba a menos de untercio de la población de EE.UU.; los dos tercios restantes estaban constituidos porpersonas “sin pareja”, algunas viviendo con hijos y otras que no los tuvieron o que novivían con ellos, parejas sin hijos, parejas que compartían hijos de matrimonios anterioresy parejas constituidas por personas del mismo sexo. Pero lo que más nos inquieta no surgede un cambio en la organización familiar, sino que la transformación producida por la“disminución” de las distancias geográficas que separan a los pueblos, por los medios decomunicación e intercambio, y por las redes que vinculan íntimamente a personas que sonmuy distintas, nos lleva a pensar que las nuevas formas de convivencia que se estángestando de manera espontánea diferirán posiblemente tanto de la familia que hemosconocido como ha llegado a diferir esa familia de la antigua tribu. No es muy aventuradosuponer, dado que parte de estos fenómenos ya están ocurriendo en el cambio de la eraindustrial a la era informática, que los niños de hoy se educarán, en gustos, costumbres ynormas morales, cada vez menos dentro de su ámbito familiar y cada vez más dentro de lamacrosociedad que los rodea.Nuestros padresCuando nacemos no elegimos la sociedad en la cual ingresamos, el mundo que nos rodea,ni quiénes son nuestros padres. No elegimos siquiera el nombre con el cual nos llamarántoda la vida, de modo que tiene mucha fuerza el pensamiento según el cual un hijo será unabuena o una mala persona, de acuerdo a cómo han sido los padres que lo han educado.Hay dos insultos (“hijo de p…” y “guacho”) que, lo mismo que su atemperado sustituto(“tipo de mala leche”), ponen el acento en la orfandad y en el abandono, materno ypaterno, como origen de una particular maldad, tejida con desconfianza, irresponsabilidad,infidelidad y traición. El diccionario, a través de sus varias acepciones, nos permite trazarcierto vínculo entre una guachada y una gauchada, lo cual no nos sorprende, porque, dadoque la gauchada es un favor que, cuando es típico, se establece pasando por encima de unaley que representa la autoridad del padre, parece evidente que el padre no acatado, burladoen la gauchada, es el mismo padre ausente que deja a un hijo guacho. La fuerza traumáticade los insultos que mencionamos, construidos por la sabiduría popular, se sostiene desdeun acuerdo inconciente con lo que significan como certificación absoluta de una maldadindudable. En otras palabras: se sobrentiende que no se puede ser hijo de p… y buen tipo ala vez.No caben dudas acerca de la influencia que nuestros padres ejercen sobre nuestra manerade ser, y sin embargo no es equivocado decir que, en un cierto sentido, creamos a lospadres que tenemos. Esto nos ayuda a comprender mejor que dos hermanos no dispongande los mismos padres. La verdad de este pensamiento, que nos reconoce una potencia y nosdevuelve una parte de nuestra responsabilidad, surge claramente ante la evidencia de que lafamosa “madre mala”, que vive dentro del alma de un hijo, es el producto del encuentroentre los modos de ser que ambos tuvieron, un producto construido entre una mamá y subebé. Los padres que tenemos son siempre un producto de la interrelación de lo que somoscon lo que ellos son. En ese sentido, se puede decir que en el encuentro, a mitad de caminoentre nosotros y ellos, los “construimos” como construimos a los objetos de nuestrapercepción. Como pasa con nuestros hermanos, con nuestros cónyuges y con nuestroshijos, no sólo es cierto que nuestros padres se arruinan como producto de su equivocación40

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