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Fundación Luis Chiozza

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constituye nuestra convivencia como individuos, como personas integrantes del génerohumano, pero tal como lo ha señalado Ortega en El hombre y la gente, es importantedistinguir entre la convivencia y la sociedad. Mientras la palabra “convivencia” señala larelación o el trato entre dos o más vidas individuales o, también, un mundo de relacionesinterindividuales, la sociedad consiste en un conjunto de normas, un corpus normativo quese constituye como un residuo perdurable de las convivencias pasadas. En tanto la sociedadse forma como producto de una cultura civil, de una cultura de la ciudad, adquiere comoproceso el nombre de civilización. La sociedad existe de este modo como un medio que sehabita, como un mundo en el cual vivimos inmersos y dentro del cual convivimos. Con ellanos encontramos al nacer, y forma parte inevitable de nuestra circunstancia, operandocomo “usos”, como costumbres que se nos imponen con mayor o menor fuerza más allá deque comprendamos su sentido. Entre los usos figura, con su enorme importancia, la lenguamaterna, que condicionará nuestra manera de pensar y nuestra comunicación durante todanuestra vida. Las costumbres no sólo se nos imponen mediante la permanente influenciaque la sociedad ejerce sobre nuestras vidas de manera inconciente, sino que, cuando nosapartamos de ellas, la sociedad nos castiga con un énfasis que, desde la aparenteindiferencia, puede llegar hasta el extremo de la aniquilación. La sociedad no sóloconstituye la trama normativa sobre la cual se teje el tapiz de nuestra vida, sino que loshilos de esa trama se entretejen con los que forman nuestros vínculos más entrañables ycon los que constituyen el carácter de nuestra propia figura.Hay entonces un organismo social que evoluciona con su propia trayectoria a través de lossiglos y “dentro” del cual, inevitablemente, debemos convivir. Otra cosa es la convivenciaque, como forma de relación, nace del encuentro actual entre los seres humanos, oinclusive con otros seres vivientes, en la medida en que son capaces de corresponder(recíprocamente) a nuestro trato. La convivencia de las personas que, desde nuestro nivelhumano de conciencia consideramos individuos, forma también un organismo en la medidaen que se constituye como un conjunto de interrelaciones que se organiza de acuerdo consus propias “leyes”. La convivencia y la sociedad, dos organizaciones complejasdiferentes, con características propias, pueden ser representadas como dos círculosexcéntricos que se superponen en una parte de su superficie. Puede decirse que elorganismo convivencial evoluciona, o también que “fluctúa” entre un estado similar al queFreud estudió en Psicología de las masas y análisis del yo, y otros estados con unaestructura más compleja, estratificada en numerosos niveles de jerarquía. Puede decirsetambién que el corpus social, que se constituye como una parte ideal del organismoconvivencial, existe psíquicamente, como existen las obras completas de Shakespeare, queson “psíquicas” aunque no estén vivas. No cabe duda de que en el “armado” de una red deconvivencia que funciona como un organismo, o en el establecimiento de unaestructuración social a partir de las costumbres, cada individuo sujeto (es decir, sujetado)funciona, desde su mundo interno, con dos parámetros fundamentales: pulsiones instintivase ideales. Por un lado, voluntades y deseos; por el otro, obligaciones y deberes. Entreambos parámetros transcurre el poder, en su doble significado de tener permiso y de tenercapacidad. El poder como permiso depende, ante todo, de la organización social; el podercomo capacidad nace, se ejerce y se desarrolla en la convivencia.Los otros y la genteMi vida se conforma porque al vivir convivo. Pensar que primero vivo, para convivirdespués, o pensar siquiera que tengo que convivir para vivir, como si existiera la56

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