mayor o menor capacidad para lidiar con los disgustos, poniendo en juego lo mejor quetenemos, surgirá nuestra posibilidad de disfrutar con placer lo que hacemos y, endefinitiva, de profesar la ocupación a la cual nos dedicamos.El empleador y el empleadoActualmente, y no es sólo un problema de Argentina, los índices de desocupación sonelevados y según parece, más allá de algunos vaivenes ocasionales, tienden a aumentar.Rifkin ha escrito, hace ya más de diez años, un bestseller con el título de El fin del trabajo,en el cual sostiene que la desocupación en nuestra civilización actualmente es progresiva,que afecta, con mayor o menor rigor, a todas las clases sociales, que conduce a unincremento creciente de la delincuencia y que no se visualizan claramente todavía losrecursos que permitirían superar la crisis. El libro, documentado, solvente y sensato, inducea prever, esquemáticamente, tres posibles destinos en cada ser humano enfrentado a lanecesidad de ganar su propio pan: la excelencia laboral, la indigencia o la delincuencia.Hay un aspecto, sin embargo, que mueve a reflexión: la disminución o la escasez de laoferta laboral no implica, en realidad, que falte la necesidad de los bienes o servicios que eltrabajo produce, implica que faltan empleos. En aparente paradoja, cuando los empleosescasean es cuando más trabajos quedan por hacer. Esos trabajos que “quedan por hacer”,y que corresponden a necesidades insatisfechas, necesitan ser reconocidos, identificados yorganizados para que puedan realizarse. Cuando quien identifica y organiza un trabajo es lamisma persona que lo realiza, hablamos del ejercicio libre de una profesión, por ejemplo, ode un oficio, que cada cual realiza “por su cuenta”. Cuando, en cambio, hablamos de unempleo, es porque el que trabaja lo hace “para” un empresario que organiza una “fuente”de trabajo y que “lo emplea”, lo cual significa en este caso que lo utiliza, en el sentido deotorgarle una utilidad, una ocupación, que antes no se concretaba. En uno y otro caso, eldel trabajador que lo hace por su propia cuenta o el del empleado que trabaja por “lacuenta” de otro, el que “haya trabajo”, el que la capacidad laboral pueda ser empleada,depende del ingenio empresario, sea propio o ajeno, que constituye la fuente de la cualbrota el empleo.El hecho de que las formas de trabajo insalubres, deshumanizadas y crueles, queconfiguraron abusos de un poder enfermo, hayan perdurado en las comunidades civilizadasconstituyendo a veces un aprovechamiento injusto del trabajo ajeno conduce, en más deuna ocasión, a desconfiar injustificadamente, en bloque, de todo lo que pueda ser llamado“empresa”. Lo cierto es que en cada época encontramos formas saludables y formasdegradadas de la convivencia humana. El caballero feudal que se jugaba la vida en lacontienda para defender las tierras que cultivaba el villano se transformó seguramentemuchas veces en el déspota que lo condenaba cruelmente a vivir en la miseria. Es ciertoque el hidalgo que no rendía honor a su hidalguía condenaba a su escudero a unaservidumbre indigna. Es también cierto que el hombre de vida acomodada que viveutilizando servicios y consumiendo bienes que nunca ha retribuido ni contribuido aproducir, aunque aduzca como íntima justificación su capacidad de hombre refinado paraapreciar el valor de lo que utiliza y consume, corre el grave riesgo de una trayectoriadecadente que, más tarde o más temprano, lo pondrá en conflicto con su entorno social. Sinembargo debe quedar claro que no todo privilegio es un abuso, ya que el privilegio,inherente a la estructura misma de la vida en sociedad, se justifica en mérito a la razónimplícita en la organización funcional. El exceso de velocidad en la ambulancia quetransporta un herido o la solicitud de la enfermera que seca la transpiración en la frente del50
cirujano pueden servirnos de ejemplo. No cabe duda de que hubo y hay emprendimientosabusivos que funcionan a expensas del trabajo insalubre y mal remunerado de los que seemplean en ellos, pero también es lamentable, y tiene consecuencias funestas, el pensarque cada vez que un ser humano emplea a otro, en lo que suele llamarse relación dedependencia, deviene responsable y se hace sospechoso de cuanta desgracia le ocurra alempleado.La identificación (apresurada) de la actividad del empresario con la condición económicaque permite una inversión de capital se une muchas veces a la desconfianza señalada paradificultar la comprensión de lo que significa, ante todo, funcionar como empresario.Digamos sin más que, en primera instancia, es empresario el panadero que debe cada díadecidir entre fabricar una cantidad exigua del producto, cuya venta no cubrirá sus gastos, yfabricar una cantidad excesiva que al día siguiente perderá su valor y que hará fracasarigualmente la continuidad de su trabajo. Si esa zona transitable entre los dos escollos existey el panadero la descubre a partir de su ingenio, de su sensatez y de su esfuerzo, y si logra,por añadidura, que la zona se amplíe, la panadería crecerá y se convertirá en una fuente detrabajo para sus allegados. Si no logra una ni otra cosa, fracasará en su intento, pero seráigualmente un empresario, en la medida en que asume, como empresa, el riesgo inevitablede su vida, más allá de la búsqueda de esa seguridad ilusoria que convierte nuestravocación de servicio en servidumbre vil. Demasiadas personas intentan optar, en nuestrosdías, por un trabajo seguro que aparentemente garantiza un ingreso mensual, continuidaddel empleo, educación de los hijos, atención médica, un período anual de descanso, unapensión para la vejez y protección frente a la adversidad. Podemos argumentar que, aunquela seguridad será siempre una ilusión, los beneficios laborales del trabajador empleado noson logros imposibles. Es cierto, son posibles, pero sólo cuando junto al número depersonas que optan por un trabajo en relación de dependencia, existe un númerosuficiente de empresarios que, además de ser decentes y dignos, que es lo mismo quedecir “sanos”, son capaces de organizar una tarea en esa zona transitable en la cual unproducto requerido retribuye el esfuerzo realizado. Agreguemos además que laorganización empresaria será sana y sostenible sólo si se dirige a producir bienes y ofrecerservicios genuinamente necesarios, excluyendo aquellos otros que se transforman enrequeridos, forzadamente, mediante el recurso espurio de la publicidad engañosa que hoy,a sabiendas de todos, inescrupulosamente predomina.El arte, el deporte y el juegoEs posible diferenciar el trabajo del arte, del deporte y del juego. Cada una de estasactividades humanas puede ser descrita y definida en virtud de características propias. Perose trata de una división esquemática, porque lo más frecuente es que cada una de estascategorías intervenga, en la práctica, cuando se realizan las otras. Cuando se trata detrabajo, ya lo hemos dicho, se lo suele valorar desde una medida cuantitativa, se pone elacento en las horas, en la cantidad y en el esfuerzo. Las características penosas que suelenatribuirse a las horas de labor provienen, en lo esencial, de dos fuentes. La primera de ellasconsiste en las contrariedades que impone la realidad del entorno y que, para colmo, seconsideran a menudo innecesarias o injustas. La segunda, no menos importante, reside enque muy frecuentemente nos encontramos con formas de trabajo que son estereotipadas yrígidas. Sin embargo el esfuerzo del trabajo puede no ser solamente un esfuerzo penoso,sino también agradable y por más de un motivo, dado que más allá del placer principal, quesurge de la creatividad, el trabajo define una inserción social que forma parte de la51
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