LA SOLEDAD, LA DECEPCIÓN Y LA ESPERANZA EN LA CONVIVENCIALa crisis cultural actualTanto las normas sociales con las cuales nos encontramos al nacer, que influyeron tambiénen la forma en que fuimos concebidos y en las vicisitudes de nuestra gestación, como losavatares de nuestra convivencia en el mundo que constituye nuestro entorno, estáncondicionados hoy por una crisis que se manifiesta como una falta de coincidencia y deconsenso en la asignación de los valores. Diversos autores, entre ellos Gebser yposteriormente Toffler, coinciden en afirmar que no se trata de una crisis generacional.Cuando la humanidad, en un cambio evolutivo turbulento cuyo epicentro ocupó centurias,abandonó el predominio de la magia para ingresar en un mundo regido por el predominiodel pensamiento racional, sentó las bases de la cultura en la cual hasta ayer vivimosinstalados. En esa cultura, la antigua tribu cedió su lugar a la familia, y la magia se bifurcóen ciencia y religión, pero la mutación fundamental debemos verla en el desarrollo de unaconciencia individual, que avaló, en cada ser humano, el sentimiento y la idea de ser elúnico dueño de sí mismo. El desarrollo cultural obtenido fue magnífico, y sin embargo yano parecen caber dudas de que nuestra civilización ha ingresado en una crisis deturbulencia semejante a la que caracterizó aquel cambio evolutivo primitivo en elpensamiento de la especie homo sapiens.La crisis actual se manifiesta de dos maneras distintas. Por un lado, una dificultad caóticaen el proceso de establecer valores compartidos en el seno de nuestra civilización, dentrode la cual los valores de antaño y especialmente el individualismo y el desarrollotecnológico que lo acompaña parecen haber superado su nivel óptimo para ingresar en unextremo cuya complejidad genera perjuicios incontrolables e imprevistos. Por el otro, eldesarrollo de la filosofía y de la ciencia se interna en el descubrimiento de los límites delpensamiento lógico y racional, para acceder a otras formas del pensamiento y delconocimiento que desdibujan las fronteras de las distintas disciplinas de la ciencia, de lareligión y del arte, hermanándolas en teorías fundamentales que las unifican en susprincipios. Citemos, como ejemplos de esas nuevas teorías, la cibernética, la teoría de laGestalt, la relatividad, la teoría de los quanta, la teoría de las catástrofes, las fórmulas delos fractales, la teoría del orden implícito, la psicología transpersonal o las teorías que serefieren al psiquismo inconciente. Es difícil saber si hemos llegado al epicentro de nuestraturbulencia actual, pero, aunque así fuera, no es aventurado suponer que en el mejor de loscasos la superación de la crisis podría llegar a demandar centurias. Mientras tanto el rayoláser, la fisión atómica, los anticuerpos monoclonales, los pesticidas, el transplante deórganos, la ingeniería genética, la fertilización asistida, la informática, la investigaciónfarmacológica de las enzimas y los medios de comunicación continuarán enfrentándonoscon nuestra enorme dificultad para pensar nuevas leyes sociales, en un mundo cuyaevolución y cuyo desarrollo creíamos hasta hace poco que podíamos guiar.En el campo de la psicoterapia psicoanalítica, que es el que conozco mejor, esto aparece146
ajo una forma que también es nueva. Si en la época de Freud una de las tareas que elpsicoterapeuta se proponía era reconciliar el yo del paciente con un Superyo más tolerantey más maduro, no cabía, en ese momento, duda alguna con respecto a cuáles serían lospreceptos consensuales normativos de ese Superyo. Hoy la tarea es mucho más compleja,porque no se trata solamente de conciliar el yo del paciente con los mandatos de suSuperyo, sino de comprender qué tipo de Superyo se ha construido y cómo establece susvalores. La añoranza, que a veces se manifiesta, por un retorno a los valores de antaño,parece minimizar el hecho de que se trata de procesos complejos que no pueden serrecorridos hacia atrás.Se ha sostenido que, así como los vinos que surgen de algunas cosechas son mejores quelos de otras, o los modelos de autos que una fábrica produce en algunos años superan aotros, incluso posteriores, de la misma empresa, la evolución de las formas biológicas noalcanza, en todas las especies, la misma perfección. La cucaracha o el ratón, por ejemplo,demuestran una capacidad de supervivencia y adaptación que, de acuerdo con algunoszoólogos, no alcanzan otros animales, limitados por algunos puntos críticos, como sucedeen el caso del langostino, cuyo esófago, rodeado por el cerebro, podría obstruirse si elcerebro crece. Un conocido neurofisiólogo, McLean, ha llegado a afirmar, hace ya algunosaños, que el ser humano evidencia en su desarrollo neurológico una fisiología cerebral“dividida”, y que la escasa comunicación entre ambos hemisferios cerebrales explica quemuestre una trágica desarmonía entre su desarrollo intelectual y su desarrollo afectivo. Setrata de una afirmación que, en lo que se refiere al sistema nervioso, es muy discutible, ytal vez sea errónea, pero el hecho cultural que ha querido explicar de este modo es verdad.No cabe duda de que la ciencia y la tecnología han multiplicado nuestro poder de maneraexponencial, mientras que en el terreno afectivo nos conmueven los mismos afectos que enla época de Shakespeare, hace unos cuatrocientos años, conmovían a la gente que habitabauna pequeña aldea. La desarmonía entre el desarrollo del poder tecnológico y elprimitivismo afectivo se ha comparado con lo que podría ocurrir si se distribuyeranametralladoras en una tribu salvaje, o peor aún, con lo que puede ocurrirle a un mono conun tubo del pegamento que llamamos “gotita”. No podemos asegurar que nuestracivilización sobreviva, pero precisamente por eso tampoco podemos asegurar que no lolograremos. Vivimos en un mundo complejo en el cual la inmensa mayoría de fenómenosescapan a la simple relación de causa-efecto que describimos con ecuaciones lineales. Demanera que nuestras previsiones, con respecto a la mayoría de los fenómenos del mundo,son (como un pronóstico meteorológico a cinco días de plazo) muy poco confiables. Enesas condiciones podemos, mediante la razón, explicar bastante bien por qué fallamos,pero nuestro pensamiento racional no explica el logro de la compleja adaptación que nosmantiene en el mundo. Weizsaecker sostiene que la seguridad es una ilusión, pero que lainseguridad, por idénticos motivos, también es ilusoria. Más allá de todo tremendismoconviene tener presente la magnitud de la crisis en la cual vivimos inmersos, pero frente ala cantidad de temporales que, en su evolución biológica, ha capeado la vida, carecemos delos elementos para sustentar el pronóstico de que correremos el mismo destino que losdinosaurios.Volvamos entonces, como ya dijimos, sin ningún tremendismo, sobre las características dela crisis en la cual vivimos. Mencionamos antes un primitivismo afectivo, pero, en rigor deverdad, deberíamos referirnos a un “raquitismo” afectivo, porque el primitivismo se parecea la vida primitiva que transcurre en su ambiente natural, mientras que las perturbacionesafectivas de nuestra época, rica en perversiones, se parecen más a los trastornos deldesarrollo y a las deformaciones malsanas que se dan en las alcantarillas de las grandesciudades o en el cautiverio en la “jungla de cemento” de un jardín zoológico. Dado que los147
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FORMAR PAREJADosEl número dos inau
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