Comprobamos, una y otra vez, que no llegamos a la meta que apuntamos y que la vida nosimpone siempre un cierto grado de derrota. Aunque esta inevitable imposición no en todoslos casos es penosa, porque a veces llegamos a lugares mejores que los que habíamossoñado, la experiencia nos enseña que debemos apuntar nuestro propósito calculando el“ángulo de la deriva”, el desvío que la realidad impone a nuestro rumbo. Es necesario,entonces, replantear continuamente nuestros fines y adaptar nuestros intentos a conjeturassiempre actualizadas. Así vemos crecer a la rama en el lugar que le permite el muro, sinresignar totalmente sus proyectos y sin mantenerlos, a todo trance, con absurda terquedad,fracasadamente invariantes.3- Cuando se debe cambiar de rumbo, cada oportunidad es la últimaNada se puede vivir en borrador para, en otra ocasión, pasarlo en limpio. Cada uno denuestros días transcurre de una vez para siempre. Preferimos ignorar, sin embargo, que unaoportunidad que se repite es siempre otra, y que los resultados de lo que hoy hacemosnunca serán aquellos que hubiéramos tenido ayer.Interrumpir, prematura e impacientemente, acciones o pensamientos que llevan su tiempo,como si fueran fracasos, es una torpe precipitación. No se debe cambiar de amura cuandose está realizando un buen camino. Pensar que todo se puede mejorar es peligroso cuandoese pensamiento nace de la permanente pretensión de tener más. La perpetua insatisfaccióncon lo que la vida nos ofrece surge de una incapacidad para gozar el presente, que nopuede mejorarse obteniendo nuevos bienes. Si esperamos, para sentirnos bien, a quellegue todo el bien que deseamos, nunca podremos “estar bien”. Pero también es cierto quehay carencias que acumulan sufrimiento en nuestra vida, y que muchas veces aquello quenos falta demanda de nosotros acciones que preferimos postergar, porque implican unesfuerzo o un sacrificio que tememos. Regirse entonces por la idea de que “todavía haytiempo” y creer que la oportunidad que hoy desperdiciamos volverá seguramente mañanacon una idéntica oferta, es un engaño, ya que es siempre más tarde de lo que se prefierecreer. Si nos escapamos así de nuestra responsabilidad presente, ingresamos en unporvenir hipotecado con el peso de una falta, Mañana, frente al próximo cruce de caminos,necesitaremos, más que hoy, recurrir a la ilusión de un plazo inexistente que nos autorice ala permanente espera de una oportunidad “tan buena” como la que ya desechamos una vez.4- Es necesario renunciar rápidamente a lo que ya se ha perdidoSabemos que la ingenuidad de la niñez y la confianza excesiva de la juventud nodesaparecen totalmente con los años, y que sostienen una parte, casi siempre injustificada,de nuestra propia estima. Cuando, frente a los reveses del camino, esas ilusiones sepierden, muchas veces procuramos, equivocadamente, negociar otras pérdidas. Vendemosentonces valores para comprar apariencias, en un intento inútil de sostener la autoestimasobre bases falsas. Aumentamos así los riesgos y el perjuicio, en el intento de mantener lailusión de poseer algo que nunca, en la realidad, pudimos alcanzar. Cuando se pierde, encambio, algo que realmente se tuvo, la renuncia es más fácil. No sólo porque el sentimientode haber sabido lograrlo nos otorga confianza, sino también porque aquello que se havivido realmente dirige nuestros afanes hacia logros distintos.Contar con lo que no tenemos nos expone al fracaso. Es necesario, por lo tanto, renunciarrápidamente a lo que ya se ha perdido. La tristeza que se experimenta frente a la realidadno puede ser tan mala como solemos creer, ya que la realidad, el único lugar en donde se168
obtienen las satisfacciones reales, es siempre un buen negocio.5- No hay que olvidar la luz del sol en la oscuridad de la tormenta, ni olvidar eltemporal cuando el mar está en calmaSi agitamos al azar dentro de un frasco cincuenta bolillas blancas y otras tantas negras,obtendremos una muestra estadística de lo que la experiencia nos enseña. Losacontecimientos buenos y los malos no se suceden, alternativamente, uno por uno, sino quese presentan en series que denominamos “rachas”, más allá de la benevolencia o de lamalevolencia del destino. Es evidente que hay momentos para reír, y otros para llorar, yque es importante distinguirlos, pero es más importante, sin embargo, comprender que enlos momentos de infortunio, en los cuales el daño se está realizando todavía, la risapretende inventar una realidad que no existe, y el llanto surge como un intento absurdo deablandar al destino. Cuando, sin tiempo para lágrimas ni risas, es necesario luchar paravivir, importa recordar que detrás de la tormenta oscura el sol no ha dejado de existir.La salud, sostiene Weizsaecker, proviene de la resignación, que en un sentido pleno nosólo es renuncia, sino también resignificación del futuro. El llanto, entonces, como la lluviaque fertiliza el suelo, será un proceso saludable en la tranquilidad del tiempo bueno, dondees posible inventariar los daños, lamentar las pérdidas, reagrupar las fuerzas y reorientar lavida. Cuando, superado el infortunio, subsiste ese resto de inquietud que genera desde lamemoria la comicidad y el humor, podemos aceptar que ha llegado el momento de reír.Porque hemos aprendido que ese modo de reír es una forma saludable de mantenerpresente y a distancia la posibilidad de la pena, y la prudencia aconseja no olvidar laoscuridad de la tormenta cuando se navega, con el mar en calma, bajo la luz del sol.6- Cuando la mar es muy dura, el objetivo es flotar. Pero es necesario conservar laestropada para gobernar el timónComprobamos a menudo que lo que subsiste posee una consistencia que resiste y pujacontra lo que se opone a su existir. La delicia de insistir, afirma el proverbio, es el premiodel vencido. Pero sabemos que es inútil resistirse a aceptar la geografía. Es necesario,entonces, distinguir entre la insistencia torpe, que repite de manera monótona y terca unreclamo imposible, y la tenacidad que cede, elásticamente, para volver a pugnar en laoportunidad propicia. La importancia que asignamos a nuestros propósitos, y la magnitudcon que los sentimos vivir dentro de nosotros, constituyen un motivo suficiente para capearuna tormenta “contra viento y marea”, enfrentando con decisión la adversidad, sin esperarhasta que amaine. Sólo se puede correr, frente a un temporal, en un espacio abierto, sinescollos, cuando el precio de la huida no supera con creces el dolor del enfrentamiento. Nosufrir constituye una utopía. Precisamente por ello es importante distinguir lossufrimientos inútiles de aquellos otros cuyo producto vale la pena que ocasionan.Hay épocas apacibles en las cuales es más fácil conjeturar el futuro y edificar proyectospara un plazo largo. Hay otras en que todo se vuelve contingente y la inseguridad aumenta.No sólo el pronóstico se acorta hasta alcanzar apenas el futuro inmediato, sino que almismo tiempo se pierde, o se confunde, la significación del pasado, hasta el extremo dedesdibujar los rasgos de nuestra identidad. Cuando, en la oscuridad de la tormenta elhorizonte se cierra, el objetivo es flotar. Es inútil entonces apurar la marcha y pretender169
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