Cuando Almafuerte, en uno de sus siete sonetos medicinales, afirma que si estamosencerrados en una celda debemos buscar las rendijas, no las llaves, resume de una maneramuy lograda lo esencial del malentendido perjudicial en el cual solemos incurrir cuandonos encontramos en el callejón sin salida que configura la angustia e insistimos tercamente“en una sola dirección”. El tratamiento de la angustia con medicamentos tampoco sueleayudarnos muy bien, porque aunque logremos disminuirla o hacerla desaparecer sinnecesidad de ir aumentando la dosis de la droga que ingerimos, la crisis que la motiva yque no se resuelve frecuentemente tendrá muchas más posibilidades de arruinar nuestravida. Cuando, en cambio, enfrentamos la angustia procurando tolerar la penuria,comprobamos que nunca se mantiene durante muchas horas, y que a veces se produce unavariación en el panorama que representa nuestro drama. Cuando miramos “para atrás”,podemos ver que, aunque a veces ocurren cosas peores, aquello que tememos casi nuncaocurre. La vida tiene más de un camino, y buscar las rendijas es tratar de encontrarlos. Nosolemos encontrar, por supuesto, las soluciones mágicas que nos van a complacercompletamente, pero la existencia de soluciones diferentes, surgidas de la aceptación denuestros límites y de un proceso de duelo, logrará desviarnos del “callejón sin salida”.Frente a la descompostura que, como dijimos, surge de una insuficiencia para tramitar larealidad de acuerdo con nuestros sueños, es necesario disipar otro malentendido. Laspersonas que mejor proceden en la realidad, personas a las cuales se las suele llamar“ejecutivas”, porque ejecutan con éxito, suelen despertar nuestra envidia en la medida enque nos imaginamos que poseen la capacidad para materializar grandes sueños. Sinembargo, lo fundamental en la capacidad de materialización no reside en el tamaño delmúsculo o del “hígado”, sino sobre todo en la capacidad para soñar proyectos que no sealejen demasiado de una concreta y determinada posibilidad de hacer. Los verdaderosejecutivos son personas que, como se dice en el argot porteño, “no se hacen el bocho”. Entérminos de una metáfora automovilística podríamos decir que no se trata solamente de loscaballos de fuerza, sino, ante todo, de mantener al motor embragado con las ruedas quefrenan sus ímpetus, para evitar que se embale y se pase de vueltas. La mayor parte denuestras dificultades para materializar provienen de que frecuentemente procedemos deacuerdo con el “dale que…” de los niños. Como si dijéramos, por ejemplo: asumamos quetenemos la plata para iniciar el negocio. Es cierto que de ilusión también se vive, pero esnecesario mantenerla dentro de los límites que armonizan con lo posible si queremos evitarque los proyectos ingresen en un peligroso camino que se aleja cada vez más de larealidad. Tampoco ayudan los proyectos “entre ceja y ceja”. El insistir tercamente en darlea la vida una única oportunidad para satisfacernos suele conducirnos a situaciones peores,ya que, de este modo, el “abanico” de nuestras posibilidades se cierra. Habitualmenteincurrimos en esta equivocación cuando construimos una imagen de la felicidadrígidamente condicionada a ser lo contrario de nuestro malestar, negando que nuestrobienestar, que surge siempre de un crecimiento nuevo, diferirá sin duda de la exactainversa de nuestro sufrimiento actual.Cuando de la desolación se trata, también debemos deshacer un malentendido frecuente.Hacernos cargo de nuestra vida, en lugar de esperar que el futuro nos traiga mágicamentelo que deseamos, no significa que los seres queridos nos han abandonado. Es necesario noconfundir la responsabilidad con la desolación, como suele ocurrir cuando se pronuncia lafamosa frase “tengo que arreglarme solo”. En realidad no estamos solos, nuestro entornoestá lleno de seres que nos necesitan, que nos ayudan, o que sencillamente nos aman por el144
solo gusto de hacerlo. Cuando los sentimos extraños, privados de la significancia queasignamos a los seres queridos, no nos damos cuenta de que no son ellos los que nosabandonan, sino que, lamentablemente, mientras continuamos atrapados en las personasque constituyen nuestras preferencias, su amor no nos interesa. Vale la pena recordar queno somos neonatos. El mundo no se acaba en nuestra aldea. La brújula no posee solamenteel norte al que apuntamos como único punto cardinal. Es de veras difícil, pero es siempreposible “distribuir” entre distintas personas una parte de la significancia que en nosotrosposeen aquellos para quienes vivimos.Es también importante comprender que la ilusión de retornar a un pasado que ahora,cuando de pronto se repara en que ya se ha ido, se recuerda como más dichoso que cuandofue vivido, es una fantasmagoría que nos trae a la mente los versos de Manrique, aquellosque señalan “cómo, a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor”. El pasado querecordamos no es “lo que pasó”, sino que su verdadero jugo, el significado que lo anima yes capaz de inventar en nuestra imaginación un futuro venturoso o temible, nace de unpresente actual. Aquello que, como significado, de veras pasó y ya no está pasando escompletamente inabordable, incomprensible. ¿Qué podemos decir, entonces, finalmente,con respecto a la posibilidad de salir de una situación de desgano? En primer lugar, que setrata de vivir en el espacio que existe entre la nostalgia y el anhelo, ya que ambos,nostalgias y anhelos, tentadora y obstinadamente, suelen atraparnos, alejándonos de la pazque se obtiene cuando se disfruta el presente. Nos hace falta entonces un cerebro losuficientemente claro como para rechazar el canto de sirena de los sueños grandiosos, unhígado lo suficientemente fuerte como para evitar el espejismo de los caminos fáciles y uncorazón lo suficientemente valiente como para aceptar la responsabilidad que es inherentea cada una de las formas en que sucede el vivir. Si intentamos vivir sin queja, sin reprochey sin culpa, en la medida en que podamos lograrlo crearemos un espacio nuevo, que puedeser más grande o más pequeño, fertilizado por la curiosidad y por la necesidad detrascender la propia vida. Sea cual fuere el tamaño del espacio nuevo que podemosproducir dentro de nosotros, o en el mundo que compartimos con los seres queridos,importa mucho que sepamos que allí, en ese espacio, es en el único lugar donde puedenvolver a florecer las ganas.145
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