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Fundación Luis Chiozza

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psicología, deberíamos decir que un yo fuerte sabe y puede aceptar lo que le convieneaceptar y prescindir de aquello que le conviene prescindir. En resumen: la relación con losotros es, y debe ser, un producto de los intereses del yo. Pero precisamente ésa es la ideaque hoy cuestionamos. Todorov, que no es psicólogo sino que es lingüista, señala en sulibro La vida en común que la relación con “el otro” es anterior al interés y es anterior alyo. No se trata de una discusión académica, la cuestión tiene una importancia grande,porque no sucede que primero se vive y después se convive, sucede, por el contrario, quevivir es convivir, siempre, desde el comienzo de la vida y de manera ineludible. Noconvivimos a partir de lo que somos, solamente conviviendo somos, y no sólopsicológicamente, sino también biológicamente.Algunas plantas que tienen flores machos y flores hembras se reproducen gracias a lacontribución de un insecto. La flor macho deposita el polen en el dorso del insecto que va alibar el néctar, y cuando el insecto luego repite la operación en una flor hembra, lafecundación se produce. Aceptamos cosas como ésta, a la cual la naturaleza nos tieneacostumbrados, sin pensar demasiado, pero vale la pena que le prestemos un poco más deatención. Comencemos por decir que, así como la existencia del planeta Plutón fue previstapor Lowell (veinticinco años antes de su descubrimiento) trazando ecuaciones en una hojade papel, hubo un insecto que pudo ser “previsto” estudiando las características de una flor,antes de ser descubierto. Efectivamente, la forma de la corola de la flor que un insectopoliniza y la anatomía del insecto deben concordar para que los estambres de la flor machocoloquen el polen en el dorso del insecto, de donde lo recogerá el pistilo de la flor hembra.Además, la flor debe fabricar un néctar que guste y alimente a ese particular insecto, y lodebe hacer en una cantidad que no lo sacie, pues en tal caso el insecto no llevaría el polenhasta la flor hembra. Por fin, observando la corola de una flor que el ser humano ve decolor blanco, con el tipo de visión del insecto que la poliniza, se descubrieron dibujos quelo “guían” en el aterrizaje. Llegados a este punto tenemos dos caminos: insistir, forzada ytorpemente, en que el vegetal y el insecto se encontraron por casualidad, y que el vegetalacertó, por mutaciones accidentales de sus propios órganos, con los dispositivos acordescon la anatomía y la fisiología del insecto, o aceptar que ambos organismos sedesarrollaron conjuntamente, conviviendo desde antes de ser lo que ahora son, comoproducto de un plan que los trasciende y nos trasciende, integrándonos en un ecosistema.El contacto con el mundoCuando consideramos las distintas vicisitudes que configuran los trastornos psíquicos,solemos ver en la angustia un motivo fundamental. Sin embargo, a partir del estudio de lossignificados inconcientes del síndrome gripal y de las enfermedades micóticas, llegamos ala conclusión de que el sentimiento de desolación y el sentimiento de descomposturadesempeñan un papel de importancia similar. Volvamos sobre el hecho de que hay dostraumas de nacimiento, uno, que corresponde al “estar naciendo” y que produce angustia, yel otro, que deriva del “haber recién nacido” que genera el afecto que llamamos desolación.Ocupémonos ahora de repasar algunos hechos fundamentales que respaldan la importanciaque asignamos a la desolación. Durante la vida intrauterina la madre que en ese períodollamamos “umbilical” (porque el feto recibe oxígeno y alimento a través del cordónumbilical) contiene al feto, de manera que la madre, el entorno y el mundo del feto vienena ser lo mismo. El recién nacido, que se separa de su madre uterina, “pierde” con ella sumundo. Privado del sostén que el líquido amniótico le proporcionaba, siente que lagravedad lo aplasta. La temperatura intrauterina supera en unos diez centígrados a la149

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