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Fundación Luis Chiozza

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acompaña a la ruina o como el placer del estar en forma, que son más duraderos. Estaexperiencia es la que nos da el buen motivo, el motivo sano, que vale la pena, para afrontarel dolor o para postergar el placer. Cuando sentimos que, paso a paso, nuestra vidaempeora, se nos aparece la pregunta: ¿cómo vivir la vida? No existe ningún mapa pararecorrer el futuro, pero hay situaciones típicas, que siempre se repiten. La experiencia nosdeja, a veces, una enseñanza que puede funcionar, automáticamente, como una manera deser o puede vivir dentro de nosotros como un conjunto de normas que procuramos seguir.También es cierto que, cuando no podemos realizar nuestros deseos, recaemos muchasveces en los mismos errores porque rechazamos lo que nos dice el juicio, la percepción o lamemoria. No es posible construir un sistema para alcanzar la plenitud de la vida. No existeun manual de procedimientos o un mapa que nos señale el camino para vivir la vida.Apenas podremos compaginar algunas de las normas y lemas que surgen de lassituaciones, repetidas, en las cuales solemos caer en la tentación de las soluciones erróneas.El hombre ha utilizado desde antiguo su relación con el mar para representar las vicisitudesde su vida. Palabras tales como “aventura”, que por su origen significa entregar la vida alazar de los vientos, o “derrota”, que señala la magnitud del ángulo que separa el rumbo alcual se apunta la proa, de la ruta efectivamente realizada, sólo son dos muestras elocuentesde la utilización abundante, muchas veces inconciente, de la metáfora náutica. Es un tipode metáfora que conserva, en la zona de penumbra de la conciencia, una riqueza de maticesvivenciales que se prestan especialmente para representar, bajo la forma de un decálogopara el marino, un conjunto de lemas que pretenden acercarnos a la siempre inalcanzablemanera “completamente buena” de vivir la vida. Al escribir así, en el modo de un decálogopara el marino, las experiencias que hemos adquirido, mediante los procesos depensamiento, durante el ejercicio de la psicoterapia, gozamos de una ventaja y sufrimosuna dificultad. La ventaja consiste en el carácter concreto, sucinto y ordenador, propio deun decálogo, posible en este caso gracias a la riqueza simbólica de la metáfora náutica. Lasresonancias de esa metáfora, al modo de los armónicos de un piano, amplían lasignificación con redundancias inconcientes. La dificultad radica en que es muy difícilevitar en un decálogo que el discurso, inclinándose sin cesar hacia el lado del deber,adquiera indeseadamente el tono grandilocuente, y la simplificación de la ética, queencontramos en las máximas de calendario. Espero que el lector pueda pasar por alto laparte de ese defecto que no pude evitar, y disfrute de este decálogo que hace ya algunosaños nació bajo la forma traviesa de un juego placentero.1- Es necesario aligerar la carga para realizar un buen camino.Cada objeto que se adquiere constituye una carga que debemos mantener, cuidar ytransportar. Por este motivo es necesario saber lo que uno quiere y valorar también lasventajas de cada renuncia. La impedimenta que traba los movimientos del soldado seconstituye precisamente con los pertrechos que transporta. En el terreno de la vida, comoseñala Bateson, el óptimo no coincide con el máximo, aunque se trate de agua, azúcar odinero. El óptimo surge del equilibrio entre la capacidad de encontrar, adquirir y mantener,por un lado; y la capacidad de utilizar, desechar y regalar, por el otro.Algo análogo ocurre con los vínculos que se dan entre personas. Cada uno de ellos, desdeque se establece, evoluciona hacia una forma creativa o destructiva. Hay vínculos que sebuscan como una fuente ilusoria de una seguridad que no existe, o como el paliativo de unasoledad que se experimenta como desolación, porque se confunde con el desamparo.166

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