satisfacer. Cuando alguien emprende este camino intenta, con dos o más personas, disfrutarde las cualidades que no logra reunir en una sola. Aparentemente evita de este modo larenuncia y el duelo, pero la realidad le mostrará muy pronto que, precisamente en funciónde lo que anhela, dos personas son mucho menos que una. No sólo es así porque al repartir,entre ambas, su aptitud afectiva, únicamente podrá compartir, con cada una de ellas, unaparte de la historia íntima que el desarrollo de su vida erótica genera, sino también, y sobretodo, porque se encontrará con los efectos que su reticencia produce en ambos vínculos yen sus propios sentimientos de culpabilidad, de modo que no alcanzará en el amor, conninguna de las dos personas, la plenitud que su disposición le hubiera consentido.Hay veces en que una relación genital extraconyugal ocurre motivada por el odio, elresentimiento o la venganza. También puede ocurrir por una inseguridad que conduce alintento de demostrar una capacidad genital. Suele adquirir, en todos esos casos, el sentidode una puja y una pelea con el cónyuge, sostenidas desde la rivalidad conciente oinconciente. Sea cual fuere su motivo, lo que más importa en esas circunstancias es que nonacen “genuinamente” desde la genitalidad o desde el amor hacia una “nueva” persona,sino que, por el contrario, la intensidad afectiva que las motiva y que puede llegar algunasveces a convertirlas en un trofeo que se dedica al cónyuge, proviene, en lo esencial, de lafuerza que conserva la relación con él. Casi podría decirse que, en lo que respecta a laimportancia del vínculo, en cierta forma se conserva la fidelidad.También es frecuente que una relación extraconyugal surja como un intento de obtener unlogro genital que “compense” la insatisfacción de una carencia en otros sectores de la vida.La falta de realización en el trabajo, la penuria cotidiana en el hogar, la pelea o losdisgustos con los hijos, la melancolía y la amargura pueden conducir a desplazamientos ybúsquedas de una compensación en ese territorio genital cuyo “civilizado control” ha sidoexperimentado muchas veces como si se tratara de una renuncia que genera una deuda.Hombres y mujeres suelen pensar entonces: “He renunciado a la búsqueda de unasatisfacción genital extraconyugal para honrar a un cónyuge y una familia que meenorgullecía, me respetaba y me honraba, pero dado que ya no me llena de orgullo, nirespeta mis méritos, me siento con derecho a la gratificación que antes me negaba y a loshalagos que mi familia me escatima”. Se satisface de este modo, generalmente espurio eilusorio, no sólo la fantasía de tener “algo más” o de cobrarse una deuda, sino también lanecesidad de incrementar la autoestima, buscando en otro lado los halagos y el aprecio que,en la familia, se sienten perdidos.¿Debemos pensar entonces que una relación genital extraconyugal es un hecho siempreperjudicial y negativo? Habrá sin duda situaciones en las cuales el perjuicio es menor queel beneficio. Cuando dos hijos se pelean es imposible saber quién empezó, porque cadaacto puede verse como la respuesta a uno anterior. Una relación conyugal que no funcionabien es siempre un fracaso de ambos cónyuges. La teoría que adjudica el cincuenta porciento de “la culpa” para cada uno de ellos no sirve en estos casos. La situación mejoracuando, dejando de lado las matemáticas, cada cónyuge asume “al cien por ciento” laresponsabilidad por lo que ocurre en su vida. La existencia de fracasos irreversibles es unhecho que, de todos modos, no puede ser negado. Lo cierto es que en el amor y en elmatrimonio, como en tantos otros sucesos de la vida, el insistir puede ser un mérito, perotambién un defecto. A veces, como sucede en los negocios, es necesario decidirse a retirarla inversión aceptando la pérdida. Hay situaciones en las cuales un vínculo conyugalsubsiste con un deterioro dañino que es irreparable. Suele suceder entonces que la relación20
genital queda prácticamente interrumpida o adquiere características extremadamentepenosas y que la separación se presenta como un proceso largo, penoso y difícil, que nopuede resolverse en un plazo breve. En tales circunstancias es posible que una relacióngenital extraconyugal ayude a transitar las vicisitudes de un proceso inevitablementetraumático. Cuando a esta relación se suma el engaño, y cuando ese engaño constituye unaforma de infidelidad, estamos, como hemos visto, frente a otras cuestiones, que admitendiferentes variantes.Con el ánimo de “ser para siempre”Es obvio que, como lo ha señalado Bernard Shaw, la palabra “monogamia” no designa lacircunstancia de una sola mujer en la vida de un hombre, o de un solo hombre en la vida deuna mujer. Se trata de sólo una, o sólo uno, por vez, en una relación que se establece con elánimo de ser “para siempre”. Una relación en la cual el otro es elegido con el deseo de quesea consorte. No es lo mismo sacar de la valija sólo lo imprescindible para pasar la nocheen una habitación de hotel, que establecerse, acomodando todo, en una casa nueva. Unopodrá mudarse, la experiencia lo muestra, pero sólo disfrutará la vida cuando vacíecompletamente sus valijas en el lugar donde vive. Que el ánimo de ser “para siempre” seconcrete en una buena relación conyugal “para toda la vida” es difícil pero no es insólito.La dificultad no sólo proviene, como se ha señalado, del hecho de que la duración de lavida se ha prolongado en la última centuria, sino sobre todo de que en el desarrollo de susvidas ambos cónyuges suelen evolucionar de maneras muy diferentes. La historiaconvivida puede funcionar como una argamasa excelente y saludable, pero es ciertotambién que muchos matrimonios perduran gracias a que niegan la parálisis, ladependencia neurótica y el deterioro en que viven inmersos.André Maurois señalaba, de manera un tanto cínica, que un matrimonio vive al nivel delmás mediocre de los cónyuges. No cabe duda que de la confluencia de las capacidades deambos cónyuges dependerá en definitiva la vitalidad del vínculo. Un vínculo es vitalcuando sus integrantes conservan la capacidad de enriquecerse mutuamente y de encontrarlo nuevo en lo habitual. De modo que si es cierto que, como dice Ortega, el amor se apoyaen el interés y en la curiosidad, la permanencia de esas mismas virtudes ha de tener unvalor esencial en el amor duradero. Esto no quita su verdad al hecho de que, en el fondo delas tendencias polígamas que operan en otras culturas (y que funcionan gracias a laposibilidad de ¡reencontrar lo habitual en lo nuevo!), operan el interés y la curiosidad.La evolución y el cambioLlegamos así otra vez a descubrir que la estabilidad de una pareja es, como en los cuerposque estudia la física, una forma dinámica del equilibrio. Dado que los cambios, seanconcientes o inconcientes, son inevitables y continuos, la pareja permanece estable graciasa que cotidianamente se vuelve a suscribir, implícitamente, el contrato que la constituye.Aunque el vínculo perdure, los avatares de la convivencia generan a veces fantasías deruptura cuyo grado de cercanía a la realización efectiva es variable. Importa destacar eneste punto que, junto a lo que concientemente se contrata, existen condiciones inconcientesque se consideran esenciales y que se dan por convenidas. Son precisamente esosconvenios implícitos, que sólo se hacen manifiestos cuando no funcionan de acuerdo conlo que se había supuesto, los que ponen en crisis la estabilidad del vínculo. ¿Debemos21
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