tanto en lo que somos sino en lo que queremos o sentimos que debemos ser. Estamosdispuestos a tolerarnos, hasta cierto punto, nuestros estilos, e inclusive podemos llegar anegociar, en nuestra convivencia, algunos cambios en esos estilos que nos constituyen.Pero nuestros ideales son sagrados, y estamos mucho menos dispuestos a tolerar lasdiferencias entre nuestros ideales y los ideales que los otros sustentan. En los momentos deculpa nuestros ideales operan como demonios, y en los momentos en que crece nuestraautoestima operan como ángeles. Pero también podríamos decir que cuando no logramoscomplacerlos sentimos la culpa que los transforma en demonios, y cuando lo logramoscrece la autoestima que los hace ángeles. La diferencia, en la doble polaridad de losagrado, entre lo demoníaco y lo angelical, nos conduce nuevamente a la cuestión de podero no poder, que determinará, a la postre, aquella entre el ser y el no ser. Podemos o nopodemos, pero eso siempre ocurre entre esto y aquello. Es decir que frente a esto que nopodemos habrá siempre un aquello que podemos. Cuando, atenazados entre la culpa y laimpotencia, nuestros ideales, convertidos en demonios, nos duelen, nos empecinamos enno resignarnos a perder su amor; y a veces, en el espejismo de los caminos fáciles,cometemos el error de confundirlos con corderos benévolos que mantienen cierto trato conlo angelical. Solemos, entre la culpa y la impotencia, abandonar a nuestros ángeles, quenos parecen pequeños, porque nos olvidamos de que casi siempre podríamos decir: “misángeles son tus demonios y mis demonios tus ángeles”.Copérnico inflige a la humanidad su primera herida narcisista: la Tierra no es el centro deluniverso. Darwin la segunda: el hombre es un desarrollo que proviene de la escalazoológica. Freud la tercera: la conciencia no es el señor de nuestra mente, el inconcientenos gobierna. En nuestros días asistimos a la cuarta injuria narcisista: la noción de lainsignificancia del yo. En un comentario psicoanalítico sobre la película Toy Story,Gustavo <strong>Chiozza</strong> señala que el personaje, un astronauta de juguete, se enfrenta con estainjuria tremenda y dramática cuando, orgulloso de sí mismo entra en una juguetería y ve,de pronto, una enorme cantidad de estantes atiborrados con otros astronautas que soniguales (por no decir idénticos) a él. De manera que si quisiéramos resumir en una solafrase el núcleo más profundo de la convivencia “mala” en su “color” más puro, acasoinobservable en su pureza, deberíamos decir: Cuando tú dejas de mirarme y sonreírme, yodejo de existir. Mi existencia se pierde en una masa inmensa como una gota se pierde en elmar. No siempre pareces ser tú lo que me importa, a veces parecen ser los otros, los queaplauden, halagan o elogian, pero sólo me importa que me elogien si tú lo puedes oír. Aveces pienso que si pudiera ocuparme de ti podría encontrar en eso la alegría, aunquejamás sepas de mí, de quién soy, ni qué es lo que sueño. Todo esto que es malo me sucedecuando no pienso en uno. Cuando pienso en uno, siempre somos por lo menos tú y yo, ynunca estamos solos, porque los otros, como uno, están todos allí.156
ACERCA DE LAS RELACIONES ÍNTIMASLa esencia de la intimidadAcerca de la relación entre las personas se suele decir que es lejana o, por el contrario,próxima, y esta metáfora espacial sirve casi siempre para expresar la frecuencia con queesas personas se encuentran, “cuánto tiempo hace” que se encuentran, y cuánto duran susencuentros. Acerca del contacto entre las personas solemos hablar de tratos superficiales oprofundos. Tanto en un caso como en el otro, se trate de la relación o del contacto,intentamos establecer una diferencia entre los tipos de afecto que se desarrollan en ambassituaciones. Acerca de las relaciones “temporalmente” próximas podemos por lo prontodecir que desarrollan un sentimiento y una conducta que denominamos familiaridad. Lafamiliaridad no proviene necesariamente del convivir en la familia, ya que frecuentementesuele darse fuera de la familia y, en algunos casos, hasta se puede afirmar que la origina,cuando se desarrolla en una pareja que más tarde creará una familia. Acerca de los afectostambién se suele pensar en términos de superficiales y profundos, como si algunos, en elesquema “corporal” con el cual nos representamos a nosotros mismos, estuvieran situadosmás afuera y otros más adentro. Tal vez también se pueda decir que los afectos quellamamos superficiales se transparentan mejor y forman parte de una vida que llamamospública y que, en cambio, los que llamamos profundos habitan, cuidadosamente celados,una parte secreta de la vida privada. Podemos pensar que la parte “de adentro” de nuestroself, que configura lo que solemos llamar nuestra vida interior, tiene un “más adentro”, queconstituye nuestra intimidad, ya que intimidad es, en su origen latino, un superlativo deinterioridad. De acuerdo con lo que acabamos de decir, la intimidad en una relaciónimplica una familiaridad, una cercanía y un contacto profundo, que pueden ser definidos, asu vez, como aquellos capaces de poner en movimiento los afectos que habitan en la parte“superlativa” de nuestro interior.El convivir o no íntimamente no es algo que acontece de manera casual, por obra del azar.Necesitamos convivir con alguien nuestra intimidad, y en la medida en que no lo logramosse constituye el grado de carencia dentro del cual vivimos. Intentando comprender laexperiencia de desolación que se oculta detrás de lo que se suele llamar soledad,encontramos que se configura con el sentimiento de ser abandonado por la persona, o laspersonas, a quienes les dedicamos la vida. No cabe duda de que estas personassignificativas forman una parte muy importante de nuestra intimidad, de nuestrossentimientos más entrañables. Tampoco cabe duda de que transferimos sobre las relacionesque llamamos íntimas por lo menos una parte de ese vínculo que llevamos en el alma conlas personas a las cuales dedicamos nuestra vida. Nuestra posibilidad de compartir, deconvivir, nuestros más íntimos afectos en un terreno “razonablemente” libre demalentendidos tropieza siempre en la realidad con un límite infranqueable, de manera queexiste una soledad genuina, inevitable, que es distinta de la que encubre y representa lossentimientos de desolación, y que se incrementa en la medida en que carecemos desuficientes relaciones íntimas.157
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