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Fundación Luis Chiozza

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tanto en lo que somos sino en lo que queremos o sentimos que debemos ser. Estamosdispuestos a tolerarnos, hasta cierto punto, nuestros estilos, e inclusive podemos llegar anegociar, en nuestra convivencia, algunos cambios en esos estilos que nos constituyen.Pero nuestros ideales son sagrados, y estamos mucho menos dispuestos a tolerar lasdiferencias entre nuestros ideales y los ideales que los otros sustentan. En los momentos deculpa nuestros ideales operan como demonios, y en los momentos en que crece nuestraautoestima operan como ángeles. Pero también podríamos decir que cuando no logramoscomplacerlos sentimos la culpa que los transforma en demonios, y cuando lo logramoscrece la autoestima que los hace ángeles. La diferencia, en la doble polaridad de losagrado, entre lo demoníaco y lo angelical, nos conduce nuevamente a la cuestión de podero no poder, que determinará, a la postre, aquella entre el ser y el no ser. Podemos o nopodemos, pero eso siempre ocurre entre esto y aquello. Es decir que frente a esto que nopodemos habrá siempre un aquello que podemos. Cuando, atenazados entre la culpa y laimpotencia, nuestros ideales, convertidos en demonios, nos duelen, nos empecinamos enno resignarnos a perder su amor; y a veces, en el espejismo de los caminos fáciles,cometemos el error de confundirlos con corderos benévolos que mantienen cierto trato conlo angelical. Solemos, entre la culpa y la impotencia, abandonar a nuestros ángeles, quenos parecen pequeños, porque nos olvidamos de que casi siempre podríamos decir: “misángeles son tus demonios y mis demonios tus ángeles”.Copérnico inflige a la humanidad su primera herida narcisista: la Tierra no es el centro deluniverso. Darwin la segunda: el hombre es un desarrollo que proviene de la escalazoológica. Freud la tercera: la conciencia no es el señor de nuestra mente, el inconcientenos gobierna. En nuestros días asistimos a la cuarta injuria narcisista: la noción de lainsignificancia del yo. En un comentario psicoanalítico sobre la película Toy Story,Gustavo <strong>Chiozza</strong> señala que el personaje, un astronauta de juguete, se enfrenta con estainjuria tremenda y dramática cuando, orgulloso de sí mismo entra en una juguetería y ve,de pronto, una enorme cantidad de estantes atiborrados con otros astronautas que soniguales (por no decir idénticos) a él. De manera que si quisiéramos resumir en una solafrase el núcleo más profundo de la convivencia “mala” en su “color” más puro, acasoinobservable en su pureza, deberíamos decir: Cuando tú dejas de mirarme y sonreírme, yodejo de existir. Mi existencia se pierde en una masa inmensa como una gota se pierde en elmar. No siempre pareces ser tú lo que me importa, a veces parecen ser los otros, los queaplauden, halagan o elogian, pero sólo me importa que me elogien si tú lo puedes oír. Aveces pienso que si pudiera ocuparme de ti podría encontrar en eso la alegría, aunquejamás sepas de mí, de quién soy, ni qué es lo que sueño. Todo esto que es malo me sucedecuando no pienso en uno. Cuando pienso en uno, siempre somos por lo menos tú y yo, ynunca estamos solos, porque los otros, como uno, están todos allí.156

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