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Fundación Luis Chiozza

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cual todos y cada uno de nuestros deseos funcionen en la armonía de su satisfacciónoportuna. No conviviremos pues en el Edén, conviviremos nuestras intimidades hollandoun territorio plagado de dioses y demonios, y es bueno que sepamos que ninguna denuestras relaciones íntimas quedará libre de los conflictos que el encuadre nos ayuda atolerar. Recordemos al filósofo que, en un film de Woody Allen, hablando por televisión,nos dice que un hombre busca desesperadamente a una mujer que sea parecida a la madreque deseó en su infancia, y que cuando la encuentra repite con ella todas las frustracionesde su vida infantil. Recordemos también a la señora que, ante el comentario de que sumarido es un hombre encantador, dice o piensa: “se ve que ustedes no lo conocen en laintimidad del hogar”.Es muy importante saber cuál es la parte de nuestra vida afectiva que sentimos menoslograda, para poder construir de la mejor manera el encuadre que corresponde a cada unade nuestras relaciones y, especialmente, a las que alcanzan un mayor grado de intimidad.Solemos llegar a adquirir la experiencia de esta importancia cuando, luego de un fracaso enuna relación de pareja, o ante la ruptura de una amistad, nos ocurre pensar: “siempre mepasa lo mismo”. A partir de ese punto se nos presenta una bifurcación peligrosa, porque sibien por un lado se nos abre la posibilidad de progresar comprendiendo la manerarepetitiva mediante la cual logramos conducir hacia un destino semejante nuestro vínculocon personas diversas, por el otro nos acecha la grave equivocación de pensar que losamores no duran, o que todos los amigos finalmente traicionan, y hasta se puede incurrir enextremos tales como los que sustentan la absurda creencia de que el sexo opuesto secaracteriza por defectos que son “inbancables”.La compatibilidad de los estilosLa personalidad o el carácter constituyen un estilo, un modo de ser que al mismo tiempo esun modo de vivir. A pesar de que, más allá de lo que podemos decir, en el fondo de nuestrocorazón amamos nuestro estilo con la fuerza que nos otorgan los hábitos, debemosreconocer que la vida tiene más de un camino, y que las formas del vivir se pueden realizarcon diversos estilos. No cabe duda de que, mientras algunos disfrutan cuando mojan lasmedias lunas en el café con leche, a otros les molesta. Dado que al vivir convivimos,nuestros estilos inevitablemente armonizan hasta un punto a partir del cual colisionan. Nocabe duda de que el grado de proximidad con el cual una relación se establece depende dela compatibilidad entre los estilos, y que la convivencia íntima nos exige siempre que losarmonicemos. Cuando elegimos una persona con el deseo de formar una pareja oestablecer una amistad, lo hacemos movidos por una simpatía que, en última instancia,significa compartir sentimientos parecidos frente a las mismas cosas. A veces, cuando setrata del formar pareja, participa el atractivo misterioso que llamamos “una cosa de piel”;pero, sea cual fuere el caso, la simpatía y el atractivo sólo constituyen un comienzo, ya quea medida que la relación continúe y se familiarice llegaremos fatalmente a convivir en laszonas de incompatibilidad.Reparemos en que la incompatibilidad no solamente surge de una colisión de estilos,porque es cierto, sin duda, que cada ser humano ocupa un espacio, proviene de una historiay dispone de un punto de vista “dentro del cual” el otro no se puede instalar. Tal comoseñalaba Weizsaecker, convivimos inevitablemente en una reciprocidad por obra de la cualla única coincidencia posible entre los seres vivos reside en la complementariedad. Sucede,160

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