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Fundación Luis Chiozza

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transcurrir, hasta el punto en que, en esas circunstancias, solemos hacer cosas con la ideade “matar el tiempo”. Wimpi se refiere a ese “problema” del tiempo con sutil humorismo:“Si cada vez que el tipo no hace nada dice que hace tiempo, ¿por qué cuando tiene quehacer algo dice que no tiene tiempo?”. Es ciertamente extraño y conmovedor que sintamos,por un lado, que tenemos que “matar” el tiempo, mientras por el otro sentimos que la vidase nos acaba y que no nos queda suficiente tiempo.Cuando el aburrimiento se perpetúa desemboca en el tedio, cuyo nombre latino teadiumvitae, testimonia que es un padecimiento antiguo. Los ingleses reconocen, con el nombrede spleen, una forma de tedio que interpretan hipocondríacamente, dado que spleen, eninglés, es el nombre de un órgano: el bazo. Se trata, efectivamente, de un malestar famoso,ya que el tedio ha inspirado a todas las épocas de la literatura y, en sus formas mayores, haentrado en estrecho maridaje con las toxicomanías. Basta recordar a Sherlock Holmes, elpersonaje de Conan Doyle que, cuando carecía de la posibilidad de trabajar en laresolución de un intrigante delito, debía recurrir a una inyección de cocaína. Reparemostambién en que usamos la misma palabra “opio”, con la cual designamos el alcaloide delque se obtiene la morfina, como sinónimo del término aburrimiento. El intento dereinstalar el ocio creativo que se ha perdido, convertido en hastío, no sólo se sustanciarecurriendo a tóxicos mayores; existen el café, el té, el mate, el tabaco, el alcohol, lasgolosinas y la goma de mascar, pero también otros recursos de la acción motora que no sonorales ni respiratorios, como el caminar o el correr en modos habituales y periódicos queprovocan la secreción interna de endorfinas, cuya acción es similar a la de la morfina.Existen también artesanías, hobbies, deportes y juegos en los cuales casi todo depende dela habilidad, junto a otros en los cuales únicamente interviene el azar. Ortega comentaba,con cierta ironía, que lo malo del ajedrez consiste en que es demasiado poco como paratomarlo en serio, y demasiado serio como para tomarlo en broma. Creo que su comentario,un tanto extremo, apuntaba a señalar que el juego encuentra su justificación precisa en serun preparativo, un ensayo para una acción futura, un modo de mantenerse “en forma”, peroque pierde su justificación cuando, sustituyendo las acciones “en serio”, funciona como unfin en sí mismo.Debemos tener en cuenta que las formas menores del tedio constituyen legión, desde laconocida “neurosis del domingo” hasta la cárcel aditiva de algunos juegos de azar,incluyendo todas las formas de la fiaca, el apolillo y la modorra. Se trata en sustancia de unconjunto de fenómenos que oscilan entre la somnolencia por un lado y, por el otro, lasemociones fuertes que comprometen sufrimiento y riesgo. Muchas de estas formasevitativas del tedio se refugian en instituciones que cumplen funciones más nobles, comola realidad virtual que existe en Internet, o que son tradicionales, como los festejos delCarnaval. Mancomuna esas dos instituciones, la realidad virtual y el Carnaval, el que sepueda recurrir, en ambas, al extremo de habitar el disfraz de una identidad ficticia. No cabeduda, por fin, de que, cuando el ocio se transforma en tedio, no sólo nos encontramos condificultades en el trabajo que llevan implícitas dificultades en otras formas de la actividadcomo el arte, el deporte y el juego, sino que esas mismas dificultades se manifiestan comoel producto de un trastorno importante en las relaciones que constituyen un entornoafectivo y una vida social.Convivencia y sociedadSolemos hablar de vida social, o de relaciones sociales, incluyendo allí todo lo que55

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