con su diversidad, constituye el recreo. Entre este tipo de trabajo y el trabajo creativo quese profesa en las mejores condiciones, existen todas las gradaciones que es dable imaginar.Cuanto mayor es el componente de estereotipo y tortura se hace más necesaria, comopaliativo, la vacación, y no sólo la vacación, que sería insuficiente, sino además y ante todolas pausas habituales en las horas de trabajo cotidianas, a las cuales se agrega comorefuerzo el weekend.Hay hombres que dedican su vida a los deportes de riesgo, o que se dedican únicamente aljuego, como lo hace el playboy. Hay otros que, “retirados” del trabajo, vuelcan su pasiónen el casino, en la caza o en la pesca. No todos ellos, pero sí muchos, parecen vivir en lacreencia de que, como contrafigura del trabajo sin placer, es posible una perpetua vacación.Vemos así personas que han logrado cubrir sus necesidades materiales, pero quelaboralmente inactivas deambulan por el mundo víctimas del tedio. Considerar que eldeporte y el juego constituyen una actividad superflua, innecesaria, es sin duda un error;pero, aunque el deporte y el juego no carecen de esfuerzo, cuando sucede que sólo seagotan en el placer hedonista, cuando no logran generar algunos bienes que puedan sercompartidos, conducen a una decadencia insalubre que también embrutece.El ocio y el opioLos griegos consideraban que el ocio era una actividad humana muy noble, ya quecorrespondía al plácido funcionamiento de la mente en plena libertad, exenta de lasataduras representadas por la necesidad de atender al trabajo. De la palabra “ocio”, deorigen latino surge el término “negocio”, que designa a la ocupación o al trabajo como lanegación del ocio. Más allá de que se acepte o no la idea de que el pensamiento alcanza sucumbre cuando se desliga de la acción, no cabe duda de que existe el ocio creativo.Admitimos que hay trabajos que funcionan en períodos absorbentes que no admitendistracción. No nos imaginamos a Miguel Ángel, mientras pintaba la Capilla Sixtina,bajando del andamio porque había llegado la hora precisa en que se debe comer, como nonos imaginamos a un torero fumando un cigarrillo mientras provoca al toro en la corrida.Sin embargo, y más aún precisamente en esos casos en los cuales el trabajo atrapafuertemente el interés de quien lo ejerce, el negocio no estropea el ocio posterior.Weiszenbaum señalaba que al hombre que tiene un martillo en la mano el mundo se lellena de objetos para golpear. Cuando el hombre que profesa su trabajo, que trabaja coningenio, que se entusiasma, interrumpe su labor, su mundo circundante, sea en el juego oen el ocio, surge en su conciencia lleno de los objetos, perpetuamente intrigantes, que sumente sabe procesar. Cuando un buen psicoanalista no deja su trabajo fastidiado, comoquien se libera de una condena injusta, ¿no se reencuentra acaso con el Complejo de Edipomientras juega, por ejemplo, al ajedrez? El año sabático, dispuesto en algunos ambientesuniversitarios, ha surgido de la perspicacia que permitió confiar en que el ocio de unprofesional auténtico es un ocio creativo.También es cierto, sin embargo, y por desgracia más frecuente, que el ocio suceda altrabajo torpe y desemboque en la pereza, que es, como suele decirse, la madre de todos losvicios. En ese sector de la realidad, donde el trabajo sin ingenio carece de la diversidad y elrecreo que forman parte de la creatividad, y donde el ocio se contamina con losingredientes del desgano, surge como un tóxico importantísimo el aburrimiento, que es laforma magna del fastidio. El tiempo, en el aburrimiento, parece detenerse y negarse a54
transcurrir, hasta el punto en que, en esas circunstancias, solemos hacer cosas con la ideade “matar el tiempo”. Wimpi se refiere a ese “problema” del tiempo con sutil humorismo:“Si cada vez que el tipo no hace nada dice que hace tiempo, ¿por qué cuando tiene quehacer algo dice que no tiene tiempo?”. Es ciertamente extraño y conmovedor que sintamos,por un lado, que tenemos que “matar” el tiempo, mientras por el otro sentimos que la vidase nos acaba y que no nos queda suficiente tiempo.Cuando el aburrimiento se perpetúa desemboca en el tedio, cuyo nombre latino teadiumvitae, testimonia que es un padecimiento antiguo. Los ingleses reconocen, con el nombrede spleen, una forma de tedio que interpretan hipocondríacamente, dado que spleen, eninglés, es el nombre de un órgano: el bazo. Se trata, efectivamente, de un malestar famoso,ya que el tedio ha inspirado a todas las épocas de la literatura y, en sus formas mayores, haentrado en estrecho maridaje con las toxicomanías. Basta recordar a Sherlock Holmes, elpersonaje de Conan Doyle que, cuando carecía de la posibilidad de trabajar en laresolución de un intrigante delito, debía recurrir a una inyección de cocaína. Reparemostambién en que usamos la misma palabra “opio”, con la cual designamos el alcaloide delque se obtiene la morfina, como sinónimo del término aburrimiento. El intento dereinstalar el ocio creativo que se ha perdido, convertido en hastío, no sólo se sustanciarecurriendo a tóxicos mayores; existen el café, el té, el mate, el tabaco, el alcohol, lasgolosinas y la goma de mascar, pero también otros recursos de la acción motora que no sonorales ni respiratorios, como el caminar o el correr en modos habituales y periódicos queprovocan la secreción interna de endorfinas, cuya acción es similar a la de la morfina.Existen también artesanías, hobbies, deportes y juegos en los cuales casi todo depende dela habilidad, junto a otros en los cuales únicamente interviene el azar. Ortega comentaba,con cierta ironía, que lo malo del ajedrez consiste en que es demasiado poco como paratomarlo en serio, y demasiado serio como para tomarlo en broma. Creo que su comentario,un tanto extremo, apuntaba a señalar que el juego encuentra su justificación precisa en serun preparativo, un ensayo para una acción futura, un modo de mantenerse “en forma”, peroque pierde su justificación cuando, sustituyendo las acciones “en serio”, funciona como unfin en sí mismo.Debemos tener en cuenta que las formas menores del tedio constituyen legión, desde laconocida “neurosis del domingo” hasta la cárcel aditiva de algunos juegos de azar,incluyendo todas las formas de la fiaca, el apolillo y la modorra. Se trata en sustancia de unconjunto de fenómenos que oscilan entre la somnolencia por un lado y, por el otro, lasemociones fuertes que comprometen sufrimiento y riesgo. Muchas de estas formasevitativas del tedio se refugian en instituciones que cumplen funciones más nobles, comola realidad virtual que existe en Internet, o que son tradicionales, como los festejos delCarnaval. Mancomuna esas dos instituciones, la realidad virtual y el Carnaval, el que sepueda recurrir, en ambas, al extremo de habitar el disfraz de una identidad ficticia. No cabeduda, por fin, de que, cuando el ocio se transforma en tedio, no sólo nos encontramos condificultades en el trabajo que llevan implícitas dificultades en otras formas de la actividadcomo el arte, el deporte y el juego, sino que esas mismas dificultades se manifiestan comoel producto de un trastorno importante en las relaciones que constituyen un entornoafectivo y una vida social.Convivencia y sociedadSolemos hablar de vida social, o de relaciones sociales, incluyendo allí todo lo que55
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