exigen que se asuma plenamente la responsabilidad de las funciones paterna y materna.El niño atraviesa una etapa, entre los dos y tres años, acerca de la cual suele decirse que es“la fase del no sistemático”. En esa época una madre pasa gran parte de su tiempodiciéndole “no toques eso” a un niño que no acepta la negativa materna. Es cierto que no sedebe negar a un niño, sólo por comodidad o por capricho, lo que solicita o desea, pero esmuy importante que, antes ya de esa etapa de terquedad, los padres sostengan sin enojo el“no” que profieren cuando proviene de una convicción auténtica acerca de su necesidad.Sin embargo, sería igualmente erróneo sostener que un padre, o una madre, no debendesdecirse nunca. Lo que debería evitarse es el vicio de utilizar frecuentemente un “no”apresurado que, ante un poco de insistencia, se transforma casi siempre en un “sí”claudicante precedido de malhumor y violencia, dado que esto confunde al niño y loentrena desde pequeño, perfeccionándolo progresivamente en la tenacidad con que recurrea la insistencia extorsiva.En la etapa de terquedad es muy frecuente que un niño al que se le ha dicho “no toqueseso” experimente la necesidad de tocarlo “una vez más” antes de aceptar la prohibición, yaque intenta sentir de este modo que su voluntad no es vencida. Esta actitud infantil seconserva muchas veces en los hijos adolescentes y en las relaciones que establecen loshombres adultos. Otras veces el niño de dos o tres años quiere decir “no” a lo que le indicala madre para sostener lo que considera una identificación sexual correcta, de acuerdo conel pensamiento “no quiero hacer esto para no ser como tú, ya que tú eres mujer y yohombre”. En el caso del adolescente la situación suele ser otra, acorde con la idea “nopuedo ser como tú porque no sería yo”.Podríamos decir que en la adolescencia también hay una fase, en la cual opera otro tipo de“no sistemático”, y que allí es el padre el que debe asumir la oposición antipática. Se tratade una función cuya dificultad se duplica cuando el padre no sólo debe expresar sudesacuerdo con las opiniones o actitudes del hijo, sino que además debe enfrentar laoposición del consenso. Sin embargo, aun cuando los argumentos y actitudes del hijocoincidan con los del entorno (incluyendo los padres de sus amigos, los medios televisivosy las autoridades del colegio), si el padre no los comparte deberá expresarloauténticamente, como parte inexcusable de su función paterna, con toda la claridad quepueda.Se suele decir, con cierta ironía, que el padre muchas veces se comporta según el principio“haz lo que yo digo y no lo que yo hago”, pero es obvio que ese pensamiento no basta paradescalificar la prescripción paterna. Hay veces en que la diferencia entre lo que el padrehace y lo que aconseja o prescribe proviene de las diferencias entre las funciones del padrey las funciones del hijo. Cuando estas diferencias no se asumen de manera clara, el padre, aquien se le atribuye falsamente un privilegio, aparece como si detentara una prerrogativaque no le corresponde, y el hijo crece con un déficit de educación que lo inhabilita paracomprender los ordenamientos funcionales que establecen una jerarquía social, tanimprescindible y tan saludable como la que encontramos en el ecosistema y en el mundobiológico. Hay sin embargo otras circunstancias en las cuales esa diferencia entre lo que elpadre recomienda y lo que hace no surgen de los distintos roles que corresponden a unpadre y un hijo, sino del deseo del padre acerca de que el hijo no reproduzca susinsuficiencias.34
El derecho a los bienes parentalesCuando no se elaboran bien las situaciones en las cuales los padres asumen frente a loshijos la representación de la realidad social y de sus principios morales, nos encontramoscon una forma muy particular de la rebeldía que configura al “eterno adolescente”. Es unaforma que abunda en nuestra sociedad actual, de la cual se ha dicho que es una “sociedadsin padres”, aludiendo a la condición deficitaria de la autoridad paterna en la familia.Alexander Mitscherlich ha dedicado un libro, con ese título, al desarrollo del tema. Se tratade una condición que constituye una parte de la crisis de valores que impregna a nuestraépoca, dentro de la cual la autoridad, desprestigiada y a menudo espuria, despiertaantipatía. De este modo el “eterno adolescente” lo será independientemente de su edadcronológica, y deambulará por el mundo sintiendo que el entorno, responsable de susdesventuras, no le otorga la razón que pretende y que, cuando alguien se la otorga, lapseudoliberación de su responsabilidad que eso le produce no le alcanza para liberarlo dela impotencia en la que transcurre su vida.Encontramos una complicación significativa de ese tipo de irresponsabilidad adolescenteen el hijo que roba dinero u objetos a sus padres, a sus abuelos, o en el entorno que éstosfrecuentan. Debemos tener en cuenta, sin embargo, que no todo lo que se llama “robo” esun robo, ya que, como sucede también en el caso del plagio intelectual, no siempre es fácilestablecer quién es el propietario legítimo de algunos tipos de bienes. Hay cosas que lospadres sólo generan gracias a la existencia de sus hijos, como la leche que una madreproduce gracias a que su hijo la succiona.Tal como lo expresó Freud en un trabajo acerca de los delincuentes por sentimientos deculpabilidad, muchas veces sucede que precisamente los sentimientos de culpa que surgenen torno a la idea de que los padres se “desviven” y destruyen para que los hijos progresenconducen a los hijos a conductas de robo cuya finalidad inconciente es poder atribuir esaculpa intensa a un delito concreto y menor. Se trata de una cuestión que, como ocurresiempre que la culpa se involucra, tiene una importancia grande, ya que, más allá del temaconstituido por los adolescentes que roban, afecta muchas veces de otras múltiples manerasal desarrollo de los hijos, como en el caso resumido en la conocida sentencia: “padreestanciero, hijo caballero, nieto pordiosero”.Es, sin duda, importante comprender que el robo se constituye precisamente por la culpaprevia que lo determina, pero lo esencial en el robo sigue siendo el mal uso que se hace delo que se siente como mal habido. Basta como ejemplo el frecuente derroche del dineroque se gana con culpa. Casi podríamos ceder a la tentación de definir al robo “al revés”,diciendo que el mal uso de lo habido pasa a ser más importante que la forma en que se loobtuvo. El dolor más importante de lo que se experimenta al sentirse víctima de un plagioradica en que la mayor parte de las veces la obra “secuestrada” es malentendida ydeformada. En este punto ingresamos nuevamente en el tema del hijo caballero y el nietopordiosero. Es el tema de la herencia de bienes que pasan de padres a hijos y que deberánhacerlo en el momento oportuno, para que pueda cumplirse lo dicho en la frase de Goethe:“lo que de tus padres heredaste debes adquirirlo a fin de poseerlo”. A menudo pasadesapercibido el hecho de que demasiado pronto suele ser tan dañino como demasiadotarde.35
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